Claves de la Seguridad

'Super Berni' no es ético

Algunas frases representan saberes que, siendo adquiridos en base a experiencia y reflexión, definen al sentido común. Lo que cualquier persona en su sano juicio puede corroborar por sí misma: “Pienso, luego existo”, “nada más práctico que una buena teoría”, o “cuando no se vive como se piensa se termina pensando como se vive”, son tres contundentes muestras de esa clase de frases que contribuyen a entender la realidad en la que estamos insertos y afrontarla de un modo racional.

El idioma español no tiene sus locuciones en vano, enseñaba Sarmiento. El maestro sanjuanino comprendía, como pocos, el peso de las palabras y su relación con el pensamiento. Y esta columna, que ambiciona hacer periodismo especializado en Seguridad, sostiene esa misma observación sarmientina al insistir con la importancia del lenguaje como expresión de las ideas. Un concepto claro alumbra una metodología clara y de ahí el énfasis en reiterar que en nuestro ordenamiento jurídico la Seguridad Interior consiste en garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.

En un artículo publicado en octubre del 2013, sostuve que “La debilidad institucional de la Argentina obedece a muchas razones, pero entendiendo que el concepto de cualquier institución es el de una idea viva, es ineludible subrayar la miseria intelectual del país”. Ese artículo llevaba por título “El intelecto agónico de la Patria” y lo recuerdo a diario, como un acierto que no me complace, cada vez que los estertores de esa agonía dejan expuesta, en hechos o palabras de actores relevantes de la vida política e institucional la miseria intelectual que padecemos los argentinos.

En mayo de este año escribí “Constitución o muerte” un texto panfletario en el que reivindico el “pensamiento cuadrado”. Durante décadas hemos juzgado al "pensamiento cuadrado", como una limitación, más aún: como una descalificación. Y es justamente por ese significado ya instalado que elijo reivindicar esa expresión, por lo chocante de la misma. El país desfondado necesita reencuadrarse. Hoy, cuando el principal problema es entender y superar la dificultad para alcanzar la irrestricta supremacía de la Constitución Nacional, es imperioso revalorizar los márgenes de pensamiento y acción fijados por los constituyentes.

Por mucho tiempo se han buscado soluciones mágicas, el atajo y la genialidad de algo que saliera de la norma, sólo para descubrir que es mucho más fácil ser un idiota que un genio y que la velocidad a la que se propaga la estupidez es infinitamente superior a la del trabajoso contagio de la brillantez. Ocurre que si desafiar la lógica en el arte puede conducir a la belleza, hacerlo en materia institucional sólo conduce a lo horrible. Y lo horrible está a la vista. Es esto que estamos viviendo y será peor si seguimos así.

Dicho esto, pocos personajes encarnan de manera tan brutal este mal argentino como Sergio Berní, quien entrevistado por Romina Manguel nos debería hacer comprender que “Súper Berni”, como el otro yo del Doctor Rambito, sería divertido en una serie de Netflix, pero no tiene ninguna gracia en el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

Alardear de poder causar muertos no es propio de un profesional de la Seguridad. Tampoco es ético difamar al personal de las instituciones con que se debe trabajar. Miente Berni cuando dice que muchos de los policías que protestaron en Olivos estaban drogados y alcoholizados. Estuve allí, entrevisté a muchos y no vi a ninguno que evidenciara estar intoxicado. La ausencia de incidentes en Vicente López durante la protesta, que dicho sea de paso nunca rodeó la Quinta de Olivos, ratifica mi apreciación.

Luego, el esfuerzo constante de Berni por sostener un discurso derechista es absolutamente invalidado por su condición de kirchnerista, un disfraz que su proceder desmiente: Nadie con criterios institucionales claros, ofrecería a las organizaciones de derechos humanos el control de “asuntos internos” de ninguna fuerza. Ocurre que la expresión "Asuntos Internos", es clarísima: en cualquier institución se trata de un área para ser dirigida por lo más representativo del deber ser institucional. Nunca por ajenos y menos enemigos. Nadie puede desconocer que las orgas de derechos humanos en Argentina son serviles a Cuba. Someter las instituciones del Estado a contralor de mercaderes de los DDHH es subvertirlas, lo que además de antidemocrático es estúpido.

Un viejo chiste daba cuenta del ángel que reclamaba a Dios por haber prodigado bienes en exceso sobre una parte del mundo: belleza natural, la mejor tierra para la agricultura y la ganadería, variedad de climas, recursos mineros, ríos y extensas costas de un mar con abundancia de peces, etcétera, todo y más de lo que cualquier pueblo requiere materialmente para vivir con facilidad en la abundancia y hasta ser una potencia mundial. Dios, que escuchaba el reclamo sosteniendo entre labios la sonrisa serena de los sabios, desmintió con pocas palabras que haber puesto tanto en esta parte del mundo pudiera ser obra de su mera preferencia cuando, con voz divina y grave, contestó: “También puse argentinos”.

Está claro que si en el territorio argentino se extienden la pobreza y condiciones indignas de vida, inseguridad entre ellas, no es por escasez de recursos materiales.

Entonces, como una invitación a pensar juntos, pregunto:

¿Le queda a la Argentina capacidad intelectual para recuperarse?