Suicidio asistido en pacientes psiquiátricos

Il n'y a qu'un problème philosophique vraiment sérieux: c'est le suicide)
(Hay solo un problema filosófico serio: es el suicidio) 
Albert Camus (1913–1960)

Así comienza la gran obra, no en su extensión sino en su trascendencia, “El mito de Sísifo” de Albert Camus. Allí retoma de manera directa sin preámbulos, una cuestión fundamental a la filosofía y es la de la existencia y de la no-existencia, la de la vida y del final de ella, usando como modelo el personaje mítico Sísifo, en la que su propia existencia es la manifestación de la búsqueda de sentido en medio de lo absurdo de su situación en el presente del mito, pero también de la vida que lo llevó a ese estadio. 
El tema de la existencia es axial a la filosofía y así encontramos desde la antigüedad, los más diversos y fascinantes argumentos sosteniendo diferentes posturas frente a la vida y la muerte. El debate de los últimos años respecto al aborto es uno de los tantos ejemplos y terrenos donde esto se da. Otro es la corriente de pensamiento que cuestiona ya no el aborto si/no, sino cuestiona y critica el hecho mismo de procrear. 
A esa corriente se le dio en tiempos recientes el nombre de antinatalista a partir del manifiesto de Théophile de Giraud “El arte de guillotinar a los procreadores” (L'art de guillotiner les procréateurs: Manifeste anti-nataliste) publicado en la editorial “La Mort qui trompe” (la muerte que engaña) en 2006. Este “manifiesto” se inicia, para reforzar la idea de su título, con una serie de citas de autores clásicos y modernos, que buscan demostrar el absurdo de la existencia condenada al inevitable sufrimiento. La postura antinatalista, utilizando el término de Giraud, refiere a los aspectos éticos y morales de dar vida a un nuevo ser, ya que dar esa vida generaría un mal que sería el sufrimiento que implica la existencia. Hay varias referencias que buscan sintetizar esta idea, pero quizás una frase del poeta Heinrich Heine, defina el tema: “Dormir es bueno, (sin embargo) la muerte es mejor; pero claro, lo mejor sería no haber nacido nunca”. El mismo argumento lo encontraremos en Sófocles, Schopenhauer, e inclusive en un teórico de la antipsiquiatría Thomas Sanz quien argumenta en un escrito “Suicidio como un tema moral”, que el suicidio es el derecho más básico. La clave es el cambio de paradigma moral. La vida es una carga y como tal procrear implica un daño, ya no algo virtuoso.
El tema de la vida y de la muerte, parte inevitable de la existencia y evidente simplemente ante el paso del tiempo o la enfermedad, se reactualiza cotidianamente por momentos de una manera invasiva y obscena, cuando el debate trasciende los foros intelectuales y es por medio de una propaganda en el más amplio sentido de la palabra. Esa propaganda tiende a buscar que en lugar de celebrar la vida se la padezca, y se experimente la vivencia de una carga sin sentido. Desde la instalación en época de pandemia de los partes de muertos diarios, a la “recolección de cadáveres en las calles”, presagiados en los medios una y otra vez, se instala el miedo a la vida y la existencia como carga insoportable y por ende cuestionable. 
Por otro lado, lo que antes era un argumento apenas osado, hoy es dicho abiertamente: “el mundo, el planeta como sistema, está al borde del colapso y ello debido a que no puede sostener la población actual, es decir se necesita menos personas”. Así el reducir la población a “niveles óptimos”, es planteado como un objetivo altruista y que busca el bien de la humanidad. Esa misma postura es llevada a otros seres vivos y así se postula la reducción de animales de cría o de compañía y hasta inclusive hay un planteo de deforestar para enterrar esos mismos árboles lo que daría una reducción de la emisión de carbono, es decir un sacrificio en el altar del cambio climático. En general encontramos a los mismos personajes, con los mismos argumentos sin ningún sustento, pero con el criterio de veracidad que les da la repetición no cuestionada.
Es decir, se reactualiza, el planteo de “Edipo en Colono” de Sófocles (entre los varios citados también por Giraud) «no haber nacido es la suprema razón; pero una vez nacido, el volver al origen de donde uno ha venido es lo que procede lo más pronto posible», y en esa “vuelta al origen” se instala el planteo “moral” de Sanz. 
Esa corriente que cuestiona la vida, antinatalista, se apoya también en la eutanasia en pacientes terminales, para trasvasarse a otros territorios y así se está difundiendo cada vez más el suicidio asistido en personas que padecen patologías psiquiátricas. Países como Austria, Bélgica, Canadá, Alemania, Luxemburgo, Países Bajos, Nueva Zelandia, Portugal, España, Suiza, Australia y diversos estados en los Estados Unidos tienen programas al respecto, algunos con varios años de antigüedad. La característica es que estos programas han sido en principio muy restrictivos para estar en camino a ser algo parecido al planteo de Sanz, un derecho moral universal, donde los requerimientos en algunos casos son solo la voluntad expresa.
Un artículo reciente bajo el título “‘I’m 28. And I’m Scheduled to Die in May” (Tengo 28 y estoy programada para morir en mayo), plantea una interesante perspectiva en primera persona de una joven holandesa con algunos problemas psiquiátricos, pero que al relato no aparecen como de extrema gravedad, sin embargo, la existencia se le ha convertido en esa carga insoportable de la que hablan los que proponen esta línea de pensamiento. Zoraya ter Beek, la joven de la que se trata, dice haber tomado la decisión luego que su médico le dijera que no hay nada nuevo que pueda hacer por ella, y que no hay una mejoría esperable, “nunca va a mejorar”. En la nota, así como en diversos informes tanto académicos como periodísticos, se habla de un incremento en el número de demandantes, así como de suicidios asistidos consumados. Las razones alegadas son aquellas relativas a un mundo de incertidumbre y miedo, y así refieren angustias, miedos, agotamiento frente a cuestiones que los superan, como la posibilidad de encontrar un lugar en el mundo, en la sociedad o respecto al cambio climático, a nuevas pandemias etc. Todo esto inclusive sin cuadros clínicos manifiestos refractarios a la psico y/o farmacoterapia o a veces simplemente que cumplan los criterios diagnósticos clínicos. El planteo está más ligado de manera general, a la angustia existencial respecto a la imposibilidad de abordar la vida y sus circunstancias.
En la nota en el medio The Free Press (https://www.thefp.com/) especialistas en ética o psiquiatras plantean que se ve cada vez más esta respuesta, en los países en los que ha allanado las normativas legales y prácticas que facilitan el suicidio, y ha pasado de ser el último recurso y sujeto de largas evaluaciones, a ser una opción aceptable en instancias muy prematuras o desprovistas de la gravedad con que se aplicaban los protocolos en esos mismos países hace unos años. Un eticista de la Universidad de Kampen en Holanda comenta que el fenómeno se está observando cada vez más en gente joven y que parecen haberse resignado ante las adversidades de manera mucho más rápida que años anteriores.
Theo Boer, un profesor de ética de la Universidad de Groningen, que trabajó más de una década en el organismo de revisión de estas solicitudes en Holanda, dice que renunció cuando vio que el procedimiento pasó de ser el recurso extremo a ser la opción “por default”.
El planteo de todos es la inquietud por el número creciente de quienes ingresan en esa vía y en particular por que esto lleve a la imitación; algunos plantean incluso ya la idea de “contagio”.
El tema está abierto de una manera tan amplia como el sentido mismo de la existencia, pero evidentemente se nos está llevando a pasos acelerados a un cambio de paradigma respecto a la vida, a la existencia. La vida en caso de no ser goce inmediato pasa a ser, desde esta perspectiva, una carga. Incluso el rol del médico, de los cuidadores, de la medicina está siendo replanteado: en donde en principio primaba la defensa de la vida, ahora los roles parecen rápidamente redefinirse.
Sin embargo, no puede ignorarse en el telón de fondo de la escenografía de esta obra, el reseteo, la nueva narrativa propuesta en la que quizás ya no necesitemos una epidemia, o los efectos de fármacos, o drogas, para disminuir la población, sino que sea un convencimiento colectivo. En esa misma línea de pensamiento otros, como Yuval Harari que he mencionado en alguna otra nota, plantean que estamos en el final de la humanidad, de nuestra especie tal como la conocemos y es el momento del transhumanismo.
Las ideas parecen converger desde diversos lugares en la misma dirección.