TEATRO. Un universo de microrrelatos por J. Daulte

Sonidos y silencios que habitan historias

‘El sonido’. Dramaturgia y dirección: Javier Daulte. Iluminación: Sebastián Francia. Escenografía: José Escobar. Vestuario:Ana Markanian. Música: Fernando Albinarrate. Actores: Ramiro Delgado, Luciana Grasso, Silvina Katz, Paula Manzone, Agustín Meneses, Marcelo Pozzi, William Prociuk, María Villar. En Espacio Callejón, los martes a las 20.

Por supuesto, con ‘El sonido’ pasa que si el espectador compra, acepta el pacto, todo fluye. Si eso no ocurre, probablemente se quede muy afuera. Algunas obras resultan más amables, más sencillas. No es el caso de esta. Compleja, poderosa, inabarcable.

El material multiplica el desafío del teatro, ese que le gusta jugar a Javier Daulte y que maneja tanto, con enormes creaciones como ‘Nunca estuviste tan adorable’. Acá, el talentoso director fricciona al espectador, lo desafía, lo interpela.

Lo primero que llama la atención es la enormidad de temas que trata. En una reciente entrevista, el propio Daulte lo confesó: “Quise jugar con lo científico, lo sobrenatural, lo real, lo ficticio, etcétera y etcétera”.

Precisamente, trabajar con lo sobrenatural -tan necesario, tan daultiano- resulta complejo. Sin embargo, el director lo resuelve de una manera muy lúdica. Relajada. A la vez precisa y descuajeringada.

Sus actores, en tanto, son los mismos con los que había hecho ‘Luz testigo’. Los y las ocho -talentosos, muy distintos unos de otros- se suben sin dudar al coche Daulte.

Y ahí aparece Berta (encarnada con suma ternura por Luciana Grasso), una joven que oye la voz de su madre muerta en el sótano de su casa. Y también se lo ve a Olaf (brillante Ramiro Delgado), un sueco sin escrúpulos, quien llega a la Argentina con un curioso aparato con el que dice poder recuperar los sonidos producidos a lo largo de la historia de la humanidad.

MICRORRELATOS

‘El sonido’ despliega un universo de microrrelatos, diferentes situaciones con sobreabundancia de información. Habrá apuntes contra cierta forma de política e historias familiares no saldadas.

La obra investiga en torno al sonido tanto desde el contenido como desde la forma. Los propios actores replican ruidos a los costados, a la vista del público.

De paso, la obra también servirá para reflexionar sobre lo importante que resulta escuchar. Esos personajes no lo hacen tanto, claro. Antes prefieren apegarse a las voces del pasado.

En el proceso, el espectador asistirá a una saludable salida del closet y a un momento de ternura y emoción que no puede pasarse de largo.

Temas filosóficos como la posverdad, la negación y la manipulación están ahí en el Espacio Callejón. Conviene ir y sentarse a escuchar. No resultará sencillo, claro. Y el que se quede afuera, afuera se quedará.

Calificación: Muy buena