Donald Trump dijo que la Argentina se estaba muriendo, que luchaba por sobrevivir. La frase fue considerada como un exabrupto por algunos y, por otros, como una nueva interferencia del presidente norteamericano en la campaña electoral. Lo que no debe ser descartado, sin embargo, es que el resultado del domingo próximo determinará la continuidad o no de Javier Milei en el poder.
Desde la caída de Fernando de la Rúa hay experiencia de que una derrota de medio término puede disparar el derrocamiento de un gobierno no peronista y su sustitución por otro peronista. En teoría, todos los votos valen igual, pero hay unos más iguales que otros, como diría George Orwell.
Si a la dirigencia partidaria no le gusta el resultado de una elección presidencial siempre puede corregirla dos años más tarde. Los especialistas hasta le han puesto nombre al fenómeno: lo llaman “democracia de baja intensidad”. Macri, aunque ganó la elección de medio término, también estuvo a punto de probar esa medicina.
El gobierno libertario ha sufrido en los últimos meses ofensivas en tres frentes: los medios, el mercado cambiario y el Congreso. Se ha enfrentado cotidianamente con una legión de periodistas opositores lo que le ocasionó un fuerte desgaste.
En el Congreso, en cambio, salió empatado. Perdió varias votaciones, pero las mayorías opositoras no consiguieron quebrar el superávit fiscal. En la lucha por la caja, alfa y omega de todos los políticos, Milei consiguió preservar el orden fiscal, factor clave para contener la inflación. Cuando vetó leyes que aumentaban el gasto sin financiamiento y el Congreso rechazó el veto, simplemente postergó su cumplimiento para mejor oportunidad.
En el tercer frente, el cambiario, luchó contra el “establishment” financiero. A punto de ser desbordado por sus adversarios, apareció el Tesoro norteamericano y frenó la corrida. Ayer, la presión alcanzó otro pico, pero la cotización se mantuvo dentro de las bandas.
Esa presión delata la sospecha de que el domingo el Gobierno será derrotado y que las cosas volverán a la “normalidad” de la economía populista: devaluación, déficit fiscal, inflación, empobrecimiento masivo de los que viven de un ingreso.
La última ofensiva K fue por la difusión del resultado del domingo. El peronismo quería que la información oficial fuera solo sobre los resultados provinciales y no sobre el nacional. La Cámara Electoral falló a favor del kirchnerismo que cree que ese artificio lo beneficiará. Se maneja con conceptos de comunicación del siglo pasado.
En algunas ocasiones, Cristina Kirchner festejó sorprendentemente derrotas; en la presente se reserva la facultad de negar un eventual triunfo ajeno. Pero más allá de esas maniobras, lo que está en juego es quién manejará la caja del Estado que Milei le arrebató a los políticos dos años atrás para poder ordenar la macroeconomía. Hay riesgo por esta pelea de una crisis institucional y otra macroeconómica que llevaría otra vez los niveles de pobreza por encima del 50%, una realidad difícil bajo cuyas condiciones se volverá complicada la supervivencia.