CON PERDON DE LA PALABRA

Sobre el pucho

Sobre el Pucho es un tango de Piana y González Castillo, estrenado en 1923. También los argentinos utilizamos esta expresión para significar que algo se hizo inmediatamente, en el momento. Sin embargo, no voy a escribir sobre ninguno de estos significados sino, sencillamente, sobre los cigarrillos  y el placer de fumar.

Empecé yo a hacerlo cuando tenía 16 años, robándole puchos a mi padre, que fumaba Nobleza Liga 58. Fumaba a escondidas, hasta que cierto día, en el pueblo bonaerense de Pirovano, próximo al cual vivíamos, se anunció la exibición de una película llamada 'Bárbara Atómica', con Blanquita Amaro. El estreno de la misma en Buenos Aires había dado lugar a unos cuantos tumultos, pues se la consideraba escandalosa (hoy día figura como apta para todo público). De modo que fui hasta el pueblo a caballo, irrumpí en el Cine Teatro Español, que así se llamaba el cinematógrafo local, y arrojé contra la pantalla una botella con un fierro adentro y llena de aceite quemado. Mi fracaso fue total, pues la pantalla era una sábana y la botella no se rompió. Al día siguiente me fue a buscar a casa el cabo Arregui, de la comisaría local, y me metieron preso. Antes de llevarme, mi padre me preguntó si necesitaba algo y le dijé: Sí, cigarrillos. Papá tomó entonces nota de que yo fumaba.

Y lo seguí haciendo por muchos años. Hasta que me puse ronco, mi mujer me llevó al médico y éste observó que tenía una manchita en una cuerda vocal. El médico me indicó que, si seguía fumando, aquello se podía malignizar. Dejé de hacerlo por muchos años. La manchita desapareció.

DESPEJA LA MENTE

Conjurado el riesgo, ahora he vuelto a fumar. Muy poco, dos o tres cigarrillos al día. Y lo hago con gran gusto, me despeja la mente, me tranquiliza, me ayuda a pensar y a conversar.

Tengo para mí que se han exagerado los peligros de fumar. He conocido paisanos con los bigotes y los dedos amarillo de nicotina que llegaron a muy viejos.

Muchas cosas cambiaron desde el momento en que dejé de fumar y el presente. No existen las marcas que consumía entonces, Particulares, Parisiennes  y, cuando estaba en España, Ducados. También he fumado en pipa, como mi padre, que utilizaba tabaco  inglés, y cuando se dejó de importar, Pullman.

Si iba yo a almorzar a lo de mi inolvidable amigo y maestro Luis Morgan, me convidaba con cigarros cubanos Upmann o Partagás. También hubo puros, como les dicen en España a los cigarros, costeados por mi suegro Gildo, cuando, viudo, me volví a casar en Sevilla.

Como dije, creo que se han exagerado los peligros derivados del tabaco. Hoy me da mucho gusto fumar un pucho con una copa en la mano, después de cenar, a la luz de las estrellas.