Sin metas no hay paraiso

El problema es grave. No sólo porque hay que corregir y poner en marcha la economía, sino y sobre todo porque el gobierno intenta hacerlo plantando una lógica de mercado que choca de frente contra la idiosincrasia estatal, arraigada desde hace décadas en el acervo cultural de los argentinos. La mutación, tal vez, lleve demasiado tiempo.

Para los argentinos, o al menos para buena parte de ellos, el rol del Estado, tanto en lo económico como en lo social, es casi indiscutido. Se puede debatir su alcance pero jamás su esencia. Está allí, como siempre, para oficiar de árbitro o como tutor. Como todo en la vida, su operatividad ha sido más o menos saludable, depende la época y los ejecutores. Con esa lógica, con esa tradición quieren barrer los libertarios.

Para ellos no hay grises ni etapas de transición. Escaldados por la experiencia de Macri y su malogrado gradualismo, van por todo. Y lo quieren ya. Por eso no actúan ni proyectan en términos de procesos. Y de allí la desazón cuando la realidad les pone enfrente la lidia política, la rosca del Congreso, la lenta burocracia.

Desmontar el andamiaje estatal demandará más de cuatro años de gestión y, sobre todo, un fuerte respaldo popular. Tal vez el gobierno no cuente a futuro con ninguna de las dos cosas. En seis meses de administración han obtenido en los números logros impensados pero se teme que haya cierta fatiga entre los que deben tolerar el ajuste.

Por lo pronto, las encuestas marcan que la mayoría de la población aún confirma el rumbo. Un trabajo realizado por la consultora Analogías revela que el 40% de los consultados considera que no hay otro camino por recorrer más que el del ajuste fiscal y el apretón monetario. Claro que un 39% está en contra. Y ya sabemos lo volátil que es la opinión popular.

Décadas de vana ilusión los ha conducido hasta el desaliento. Javier Milei no es más que el emergente de una frustración social. Por eso ahora puede afirmar, sin que nadie le replique, que es un enviado de las fuerzas del cielo con la misión de destruir al Estado. Hay ciertos diques de contención que nos hacen más saludables desde lo psicológico. La represión, a veces, es sana. Flaco favor se hace el presidente Javier Milei cuando desfila ante los micrófonos de la prensa mundial considerándose un topo destructor del aparato estatal. 

"Amo, amo ser el topo dentro del Estado. Soy el que destruye el Estado desde dentro. Es como estar infiltrado en las filas enemigas", respondió el mandatario en una entrevista realizada por The Free Journal durante su gira por los Estados Unidos. Y por si la idea no había quedado clara, agregó: "La reforma del Estado la tiene que hacer alguien que odie el Estado y yo odio tanto al Estado que estoy dispuesto a soportar todo este tipo de mentiras, calumnias, injurias, tanto sobre mi persona como mis seres más queridos, que son mi hermana y mis perros y mis padres, con tal de destruir al Estado".

CAMBALACHE

La economía argentina, por no decir el país todo, es un mar de fondo, un cambalache donde, como dice el tango, “se ha mezclao la vida”. Es una pintura difícil de comprender, ridícula, dolorosa. Ahí están, a la vista, la pobreza y el campo que alimenta al mundo; la inflación alta y los dólares bajo cepo; la confianza y la duda; la esperanza y la desazón; los líderes de la tecnología a escala planetaria y el caricaturesco presidente de un país que no supo ser. 

Superado el efecto inmediato de la política de motosierra y licuadora, los especialistas se preguntan cómo y cuándo empezará a crecer la economía. Sería exagerado que esta fuese una exigencia inmediata para Milei, habida cuenta que otros presidentes antes tampoco pudieron hacer arrancar la máquina. Pero hoy le toca a él, y a él hay que exigírselo.

¿Cuál es el plan? ¿Cuál es la fase dos de esta estrategia? Esa es la pregunta que prevalece. Por lo pronto, el REM (Relevamiento de Expectativas de Mercado) del Banco Central, elaborado sobre los datos de las consultoras privadas, advierte que la inflación no podrá perforar el piso del 5%. Como bien dijo el economista Hernán Lacunza, sin quitarle mérito al ministro de Economía, “es más sencillo bajarla de 25% mensual a 5%, que de 5 a 2”.

El manual de la Escuela Austríaca tiene una marca especial en el capítulo monetario, pero hay otros factores que complotan contra la estabilidad de la inflación en un dígito. Uno de ellos pasa por los costos de la logística. El Índice de Costos de Transporte (ICT) que elabora la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (Fadeeac) y audita la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) exhibió que en el quinto mes de 2024 mover un camión en la Argentina fue 2,45 % más caro. La actividad acumula un aumento de costos de 51,64% y un incremento interanual de 264,4%. Todo eso, ya se sabe, va a parar a las góndolas.

Por otra parte, el celo libertario sobre el uso de los dineros públicos es insólito para nuestros usos y costumbres. La recaudación fiscal en mayo arrojó un crecimiento nominal de 320,9%, transformándose en el mejor de los últimos 27 años. Frente a estás cifras, el presidente exclamó: "Defenderé la caja a veto si es necesario".

Fue una advertencia de lo que diría poco después, cuando la Cámara de Diputados aprobó la nueva fórmula de movilidad jubilatoria: "Les voy a vetar todo, me importa tres carajos". El plan, si lo hay, tiene una incuestionable raíz fiscal y Milei es su principal guardián.

Si en el corto plazo prima resolver las urgencias, en el mediano y largo debe mandar la planificación. El Gobierno debería saber -tal vez ya lo sepa- cuáles serán los motores que harán levantar vuelo a la economía. Es ingenuo pretender que todos arranquen al mismo tiempo y con similar intensidad. Algunos sectores picarán en punta y otros despegarán poco a poco, supeditados a la demanda interna y las reformas que les permitan ganar en competitividad, y que tal vez nunca se concreten.

Hay tres segmentos clave por su capacidad de producción, exportación y generación de divisas: el agro, la energía y la minería. Con sus más y con sus menos, los tres esperan que se apruebe la Ley Bases y entre en vigencia el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI). Sólo entonces hundirán más capital en estas pampas. 

El campo promete buenas cosechas y altos rendimientos después de la tremenda sequía del 2023; en Vaca Muerta se estima que este año podrían concretarse inversiones por u$s 10.000 millones, y la minería tiene en las gateras seis proyectos para la explotación de cobre en la cordillera.

Por ahí se marcha hacia el futuro. El presente, en cambio, es bastante más desalentador. Por ejemplo, la Construcción -uno de los rubros que más empleo genera- sufrió un derrumbe de 37,2% interanual en abril y en lo que va del 2024 acumula una caída de 32% respecto a igual período de 2023, según datos del Indec.

La parálisis de la obra pública y la fuerte recesión que azota a la inversión privada fueron algo así como un misil que impactó por debajo de la línea de flotación del sector, tanto que en el primer cuatrimestre se perdieron 52.400 puestos de trabajo registrados. En noviembre la construcción ocupaba 444.000 puestos laborales formales, mientras que en abril se redujeron a 391.640. De esta forma, el empleo de ese estratégico sector cayó casi 12%.
Los empresarios pyme están lejos de ser optimistas. Casi el 70% de las Pymes industriales alertaron que están atravesando una crisis de la actividad, provocada por el derrumbe del consumo en el mercado interno, y que afectó con fuerza al empleo, asegura una encuesta realizada por Industriales Pymes Argentinos (IPA). El estudio indica que “casi el 80% de los industriales de todo el país se mostraron pesimistas sobre el futuro de sus negocios durante los próximos doce meses”.

POBREZA

Cada vez que salen a la luz los datos de pobreza e indigencia elaborados por la Universidad Católica Argentina (UCA), los gobiernos tiemblan. No es para menos. Las últimas cifras exhiben una fotografía social de espanto: 55,5% de pobres hay en el país, y 17,5% de indigentes.

Estos números son hijos de una economía que hace rato no crece y dejó de generar puestos de trabajo genuinos, y del ajuste feroz ensayado por el Gobierno libertario. Según el Monitor de empleo formal del Iaraf (Instituto de Análisis Fiscal), en febrero de 2024 el empleo asalariado privado cayó un 0,8% respecto a diciembre de 2023. La merma se registró en 22 de las 24 jurisdicciones.

El gran desafío que enfrenta el Gobierno es cómo continuar avanzando con el ajuste fiscal, que genera desempleo, pobreza y descontento –al menos para un sector social- y quedar bien parado de cara a las elecciones legislativas del año próximo. Se juega allí buena parte de la tan mentada gobernabilidad, habida cuenta de que en inferioridad de condiciones el Congreso no le aprobó aún ningún proyecto de ley, y ya van seis meses de gestión.

Por eso el oficialismo barre a la sociedad como un radar, la mide, la ausculta. No siempre los resultados son los esperados, pero tampoco son tan malos. La medición de mayo del ICG (Índice de Confianza en el Gobierno) que elabora la Universidad Torcuato Di Tella arrojó 2,51 puntos, con un crecimiento de 2,7% respecto del mes anterior.  “El actual nivel de confianza es 4,1% menor al de la medición de mayo 2016 al comienzo del gobierno de Mauricio Macri, y 16,2% menor al de la medición de mayo de 2020, al comienzo de la gestión de Alberto Fernández”, señala el documento.

El futuro es inescrutable para el argentino de a pie. No abundan las certezas. Sólo algunos pocos están convencidos de su misión en este mundo. Milei, tal vez, sea uno de ellos. "Vengo de un futuro apocalíptico como Terminator para evitar el socialismo", le dijo a The Free Press. No más palabras, señor juez.