SERGIO BIZZIO PASA REVISTA A SU PECULIAR UNIVERSO LITERARIO
“Siempre empiezo a escribir sin tema”
Hay autores que escriben como si contaran secretos y otros que lo hacen como si los crearan. Sergio Bizzio pertenece a esa rara estirpe que logra ambas percepciones al mismo tiempo. Nacido en Villa Ramallo en 1956 y con la curiosidad de un viajero sin mapa, convirtió la literatura, el cine, la poesía y la música en un mismo laboratorio de extrañeza y belleza. Fue él quien dijo que “escribe por acumulación y por derroche”, una definición plena, hija de su obra.
En 2001, su novela En esa época lo consagró como una voz irrepetible en la narrativa argentina. Después llegaron Rabia, Era el cielo, Borgestein y Mi vida en Huel, entre muchos otros éxitos. Cada texto respetando su pulso seco, casi musical, preguntando lo íntimo, lo absurdo, lo violento y lo amoroso. Pero no se detiene solo en la literatura, también escribe imágenes. En el cine dirigió películas que se desvían de toda comodidad como Animalada, No fumar es un vicio como cualquier otro y Bomba, todas ellas con su impronta salvaje y experimental, que lo diferenciaron de sus colegas escritores, con ese plus de séptimo arte de culto. De esta mixtura surgió su relación con Lucía Puenzo, con quien está en pareja hace más de quince años, y con quien trazó interesantes cruces, como cuando ella adaptó su cuento “Cinismo” en el recordado film XXY, protagonizado por Ricardo Darín e Inés Efron.
Ganador de los premios Emecé, Nacional de Literatura y Konex, Bizzio aún prefiere el silencio tras el teclado. Sin embargo se hizo un espacio para charlar con este diario. Y pese a que asegura no saber “cómo fue que terminó siendo escritor”, solo basta leerlo para descubrir que no podría haber sido otra cosa.
REEDICION
-La editorial Interzona acaba de reeditar su libro ‘En esa época’, lanzado originalmente en septiembre de 2001. A más de 24 años, pareciera estar más vivo que nunca.
-La idea central de la novela se me ocurrió unos años antes del 2001 y era bastante sencilla, unos hombres cavan una zanja y encuentran enterrado un plato volador. Si no recuerdo mal, la escribí muchos años antes. Pero no pretendo sugerir con esto que los efectos del desastre de 2001 la hicieron más compleja, aunque es cierto que entonces los hombres que cavaban se convirtieron en soldados, que el escenario resultó ser un desierto, y que había indios y un plan gubernamental de exterminio, y todo lo demás.
-El libro resalta un hecho no muy recordado de la historia argentina como la Zanja de Alsina.
-Fue motivado por la lectura de un artículo de Juan José Saer sobre la Zanja de Alsina. Ahí es donde terminé ubicando aquella idea sencilla, en la última década del siglo XIX y en el desierto de una nación recién constituida, si es que puedo decirlo así. Porque la zanja fue una ocurrencia defensiva de Adolfo Alsina, que era Ministro de Guerra, ante las ofensivas de los pueblos originarios del sur, por no hablar de la ofensiva del ejército argentino, que fue bestial. El proyecto de la zanja le fue encargado a un ingeniero francés de apellido Ebelot y pretendía extenderse mil kilómetros desde el sur de Córdoba hasta Bahía Blanca. Es por eso que el narrador de la novela define la zanja como “una muralla china invertida”. Los argentinos no inventamos solamente la birome y el colectivo, inventamos también el muro al revés. Me pareció interesantísimo todo eso. Y más todavía cuando se me ocurrió que los cavadores encontraran un plato volador enterrado y que adentro hubiera dos marcianitos recién nacidos, súper inteligentes y algo maliciosos. Hay que tener en cuenta que en esa época no existía la noción de vida extraterrestre.
-Otra de sus novelas, ‘Rabia’, parece atravesar un proceso similar, aunque fue publicada hace años, sigue reapareciendo como una novedad editorial. ¿Por qué cree que ocurre eso?
-No sé, es un misterio. Si fuera un poco menos humilde de lo que soy, diría que es una historia original y conmovedora, y que está muy bien escrita. Pero eso no quiere decir nada en realidad. Hay un montón de historias mediocres y mal escritas que consiguen lo mismo.
Bizzio se muestra aplacado. Cada una de sus respuestas las dice sin vanidad, con esa mezcla de agudeza y distancia que lo caracteriza. A lo largo de su carrera, alternó géneros y formatos sin perder nunca su estilo reconocible. En su universo literario conviven el absurdo, la ternura, lo oscuro y lo inesperado. También la música, el cine y el lenguaje poético, aunque él mismo se encarga de relativizar esos cruces.
-Se lo puede llamar escritor, guionista, cineasta, poeta, compositor. ¿En base a qué motivaciones fueron surgiendo sus obras?
-Dedicarme a la música es un proyecto de larga data y que tendría que poner en práctica lo antes posible. En parte porque no deja de entusiasmarme, y en parte porque me estoy quedando sin tiempo. En cuanto al cine, no me considero un cineasta. Soy apenas un escritor que alguna vez hizo películas. Y con los guiones pasa algo parecido, si voy a sentarme a escribir, prefiero que sea literatura. Ese látigo, como decía Truman Capote, con el que elegí vivir. Y en cuanto a lo que escribo, el tema en sí mismo no define ningún formato. De hecho, siempre empiezo a escribir sin tema. El tema aparece porque escribo, nunca antes. Lo mismo pasa con el formato, ya sea novela, ensayo, poesía o guion.
ADELANTOS
-Sus últimos dos libros fueron publicados casi en simultáneo a fines del año pasado. ¿Podría adelantarnos algo de su obra?
-Pasé unos meses muy entretenido escribiendo Sabemos lo que pasa por las noches, caracol, recortando palabras de la revista Elle y componiendo textos nuevos. Fue un experimento mágico con las palabras, no un mero jugueteo artístico. Un lugar precioso reúne dos novelas breves sin ningún punto de contacto entre una y otra. Y eso es lo que estoy haciendo ahora, textos totalmente diferentes entre sí que, tal vez, llegado el momento de entregarlos a una editorial, deberían publicarse por separado. Cada vez me gusta más la armonía musical de las cosas que no tienen nada que ver entre sí.