"Si te estás muriendo es que aún estás vivo"

Distintas maneras de enfrentarse a un final inexorable emergen de ‘Entre sombras’, una obra del estadounidense Michael Cristofer que Bruno Pedicone acaba de estrenar en calidad de adaptador, director y productor.

Tres historias con sus personajes centrales y familias que orbitan en torno a ellos. Sólidas, ensambladas, enclenques, familias al fin. Tres pacientes derivados a un hospicio porque su destino está sellado. Cabañas en medio de un bosque y la única compañía de los afectos más cercanos para que el tránsito hacia otro plano sea más amable y menos doloroso. Y por encima de todos ellos, un ojo que observa y analiza cada cambio de ánimo, cada muestra de deterioro, como si se tratara de cobayos de laboratorio.

‘Entre sombras’ (‘The Shadow Box’), del dramaturgo y actor estadounidense Michael Cristofer (Trenton, Nueva Jersey, 1945), fue reconocida con el Premio Pulitzer de Teatro y el Premio Tony a la Mejor Obra en 1977. “El autor la escribió a raíz de unos amigos suyos que enfrentaban una enfermedad terminal y hace un abordaje muy respetuoso de un asunto que es tabú: de la muerte uno prefiere no hablar”, admite el director Bruno Pedicone, quien acaba de estrenar su propia versión de este material, que se presenta los miércoles a las 20.30 en la sala El Galpón de Guevara (Guevara 326). “El tratamiento que Cristofer le da a este tema es muy preciso, fino, hasta elegante si se quiere. En alguna de las tres historias uno como espectador siempre se encuentra”.

Pedicone se confiesa “muy ilusionado con este proyecto y contento con la devolución que estoy recibiendo de gente que ya vio la obra. Todos quedan muy impactados con el material y eso es bueno, porque antes de estrenar tenía muchas dudas de cómo podían recibirla”.

-¿Cuál era su miedo?

-A mí me gusta mucho la historia pero entiendo que tiene una profundidad muy particular. Hablar de personajes que se van a morir no es sencillo, y yo sentía la necesidad de que la gente entienda por qué considero que es un tema a tratar. Soñaba con que el espectador salga modificado, con preguntas por responder, con alguna reflexión, que creo que es principalmente lo que el teatro debe hacer: que el espectador se vaya distinto de como llegó. Tengo la impresión de que eso está pasando, el público sale atravesado y reconociendo la potencia del material desde un lado muy positivo.

 

CONQUISTA

-Suele pensarse que en situaciones sociales complejas como la actual lo que funciona en teatro son las comedias, propuestas que alivianen el día a día.

-Es cierto. En el proceso hablé con varios programadores de sala y me preguntaban si estaba seguro de que este era el momento para una obra así. Pero yo creo que hay una enorme cantidad de público que consume teatro y que le hace honor a este tipo de materiales cuando están bien hechos. Reitero, la gente sale atravesada y valorizando mucho el tema que se trata, y para mí eso es una gran conquista. Claro que la comedia es necesaria, pero el drama, en este caso, revaloriza asuntos que también es bueno vivenciar y analizar.

-Por otro lado, es una obra que se aleja de lo coyuntural y es más bien trasversal a varias generaciones.

-Nuestra idea desde la adaptación, que hice junto a Mela Lenoir, fue que no haya referencias a ninguna coyuntura política ni ideológica, llevar el relato a un punto que pueda ser cualquier lugar y todos los lugares al mismo tiempo. La obra original tiene muchas alusiones a los Estados Unidos, pero nosotros le quitamos toda referencia geográfica para que tenga un alcance más universal.

“En algún punto -agrega el también actor y docente-, la edad del espectador es determinante en cómo recibe la obra. El viaje no es el mismo para una persona de cincuenta años que para un pibe de veinte o un adulto de setenta. Claramente, en cada etapa de la vida uno está parado de un modo diferente frente a la muerte; no porque esté o no enfermo sino porque según el tiempo que haya transitado por esta tierra asume de manera distinta ese instante final”.

“El tema de la muerte me modificó para bien y para mal”, sostiene Bruno Pedicone. (Foto: Nacho Lunadei)

LA POESIA

-El hecho de no mostrar a personas deterioradas por la enfermedad también resulta interesante en su visión como director.

-El texto mismo le escapa a lo explícito. La enfermedad está nombrada pero no es visible. Tal vez en el caso de Felicitas, uno de los personajes, se nota un poco más, pero su deterioro es más cognitivo que físico, se acerca más a una demencia senil o al Alzheimer. Este planteo me parece más interesante porque en términos expresivos mostrar a una persona con su físico deteriorado sería subrayar algo que está dicho y el relato perdería su poesía. En ese sentido, los actores hacen un trabajo maravilloso al mostrar en muy pocos momentos el dolor de una enfermedad que está latente pero que no se define en concreto: uno puede pensar que tienen cáncer o cualquier otra cosa, y proyectarse en eso.

Para hilvanar esos retazos de vida plenos de sentimientos cruzados (ilusión, miedo, resignación, expectativa de un futuro posible, negación, templanza), Pedicone cuenta con un muy sólido cuadro actoral que componen Mela Lenoir, José Manuel Espeche y Juan Manuel Barrera (en la historia del reencuentro postrero de una expareja y el nuevo novio de él); Pablo Mónaco, Eugenia Correa y Nicolás Sousa (como un matrimonio campechano que intenta asimilar la noticia y atenuar el impacto en su hijo adolescente); e Isabel Noya y Caro Babich (como una madre añosa y su hija, envueltas en una mentira que les impide saldar cuentas). Mariano Ulanovsky encarna al entrevistador en esta puesta con música original de Fran Canela, asistencia de dirección de Carolina Liask y Matías Bravo, y producción ejecutiva de Naty Martins.

-¿Cómo es su relación con la muerte, Bruno?

-Mi padre tiene hoy 95 años y el miedo a la muerte me acechó desde muy chico. Siempre tuve un padre grande y recuerdo que a los diez u once años rezaba para que mi papá no se muriera. Todos mis compañeritos del colegio tenían padres jóvenes y el mío, si bien estaba bien de salud, era mucho mayor. El tema de la muerte lo he transitado desde siempre, lo trabajé y me ha modificado para bien y para mal. Creo que la muerte marca mucho la vida de las personas, ya sea por negarla o por aceptarla. Uno, en base a eso, termina tomando decisiones más o menos conscientes. Siempre estamos pensando la vida en términos de lo finito que somos. En los casos que muestra la obra, como en muchos otros de la vida real, la cercanía con la muerte lleva a revalorizar los momentos, los afectos, el disfrute. Siento que eso me motiva mucho y que es, en definitiva, el mensaje final de 'Entre sombras'. "Si te estás muriendo es que aún estás vivo", dice uno de los personajes, y un poco todos estamos en esa. El material nos alerta: ¡no te duermas, valorá cada momento y a cada persona!

El elenco completo de ‘Entre sombras’, que sale a escena los miércoles a las 20.30 en El Galpón de Guevara. (Foto: Nacho Lunadei)

ANTECEDENTE

Pedicone leyó una treintena de obras en algo más de dos meses buscando un material que lo motivara a dirigir su segunda puesta, de la que además es productor. "Me apareció este texto en Año Nuevo y me impactó. Se lo acerqué a Mela y yo veía como de a ratos lloraba y después se reía a medida que lo leía. Me dije: ‘es este’. Enseguida me puse a tramitar los derechos".

Pocas semanas antes del estreno el director se enteró, a través del comunicador Alejandro Veroutis, que 'The Shadow Box' ya se había estrenado en Buenos Aires, en mayo de 1979, con el título 'Caja de sombras'. Fue en el desaparecido Teatro Olimpia de Sarmiento 777, con dirección de Emilio Alfaro y las actuaciones de Elsa Berenguer, Carlos Moreno, Marta Bianchi, Nora Cullen, Pepe Novoa, Adriana Aizemberg y Marcelo Alfaro en los roles principales. "Fue muy lindo enterarme de que ya otros colegas tan prestigiosos habían valorado este material. Me llena de orgullo estar reponiéndolo ahora", asegura.

-Sin duda, fue de avanzada estar hablando en aquellos años de una suerte de 'Gran Hermano' del dolor, donde los enfermos están recluidos, son filmados con una cámara y hablan con una persona a la que no pueden ver.

-Fue revolucionario el planteo, claro que sí. Yo respeté la idea porque creo que hace sentir al espectador como parte de ese mundo ya que los pacientes rompen la cuarta pared y se confiesan ante una cámara que es un poco el público. Creo que ese mecanismo integra al espectador y lo involucra en la situación.

D. S.