Claves de la seguridad

Show en Varela

Lo de Sergio Berni es cada día más ridículo. Su necesidad de mostrarse con mando militar es tan grotesca que espanta por lo bizarro. Cada gesto suyo es la elocuente manifestación de un milico frustrado. Tienen que haberlo despreciado mucho sus camaradas para que ahora dedique todo su tiempo a mostrar que él puede dar órdenes y hacer que otros claven los tacos parándose firmes...

Junto al gobernador Axel Kicillof, en medio de un conflicto abierto con los efectivos de la Policía de la Provincia de Buenos Aries que evidencia serios problemas de disciplina y conducción, el ministro de seguridad bonaerense hizo su propio show del mando durante un acto de entrega de patrulleros en Florencio Varela. Obviando el absurdo que representan los actos políticos que pretenden hacer pasar por excepcional a la simple renovación de materiales de trabajo, Berni se mostró como un jefe de tropa haciendo que la formación de infantería  policial alzara sus escudos.

Este show de escudos de nuestro Leónidas sin Termópilas. ya le parecía viejo a los generales que cansados de la permanente victoria le decían a Alejandro Magno que no quedaba más mundo por conquistar.

En una parada similar allá por el 53 antes de Cristo, Quinto Tulio Cicerón al ser salvado por la llegada de Julio César de ser exterminado por los galos, le dijo: "César, 15 cohortes han sido aniquiladas, estos escudos no sirven de mucho". Y podemos imaginar que Julio César respondió: "Lo sé, lo sé, pero ya vendrá Bob Fosse a enseñarnos que el show debe seguir".

Y en Argentina el show, como la idiotez, es interminable. Aquí se elude sistemáticamente, por predominio de la casta política, comprender que la Seguridad consiste, pura y exclusivamente, en garantizar el estilo de vida propiciado por la Constitución Nacional.

Entendiendo eso, una buena gestión política en materia de seguridad es claridad conceptual y la consecuente prolijidad metodológica para alcanzar el fin, sin show, sin sobreactuaciones de político en campaña, sin frases huecas, o sea: todo lo contrario del humo con el que nos venimos intoxicando hace años bajo gobiernos de la casta política. 

Sin claridad conceptual ni método y despreciando a los profesionales, Patricia Bullrich antepuso su voluntarismo personalista y se rodeó de obsecuentes vendiendo y acaso creyendo que estaba cambiando "para siempre" el paradigma de la seguridad; y todo lo que creyó haber logrado se esfumó tan rápido como dejó el ministerio.

El kirchnerismo, gobierno de la delincuencia, por la delincuencia y para la delincuencia, tiene un esquema de daño calculado en el que Berni cubre un rol fijo: es la distracción que confunde a la platea mientras desde el Ministerio de Seguridad de la Nación se consolida la indefensión ciudadana. Así era quien se supone no odiaba a los uniformados cuando Nilda Garré destilaba su veneno, como es ahora el que se supone hace algo mientras Sabina Frederic como Cecilia Rodríguez cuidan que la decadencia no se detenga.

Y en este juego perverso donde la distracción reduce toda discusión sobre la seguridad a estilos patológicos, contribuye cierta creencia popular muy extendida que se niega a entender que el escritorio es el centro de trabajo de los funcionarios de conducción política.

El difundido estereotipo del "general de escritorio" como sinónimo de inútil, es un componente de la ignorancia cívica sobre roles e instituciones que favorece la aparición de chimpancés de circo haciendo malabares para entretenimiento del público.

Cualquiera que se tome la molestia de conocer la historia del General Pablo Riccheri sabrá apreciar que un buen general puede hacer en el escritorio un trabajo tan formidable como para dotar al Ejército con tal poder de disuasión que permita a la Nación alcanzar la victoria sin necesidad de ir a la guerra.

La hiperactividad pavota en las monerías de turno es alentada por la satisfacción inmediata del espectáculo circense, la ilusión del que quiere creer que se está haciendo algo cuando en realidad no se está haciendo nada reclama baldazos de papel picado. Y es lo que reciben los que eligen dejar de ser ciudadanos para ser público.

Disfrute pues el papel picado, es lo único que la casta política ofrece a un país en el que a falta de ciudadanos abunda el público.