El análisis del día

¿Sería Posse el obstáculo a los acuerdos necesarios?

 Recién el miércoles 29 por la noche, el Gobierno consiguió que se aprobara el dictamen de mayoría sobre la Ley de Bases, que ahora deberá atravesar el examen del plenario de la Cámara de Senadores.

Javier Milei a esa altura se encontraba en Estados Unidos, donde viajó para participar como orador en un gran evento organizado por las mayores firmas de la actividad tecnológica. El Presidente no había podido coronar el 25 de mayo los prometidos pactos que iban a suscribirse solemnemente en Córdoba junto a todos los gobernadores (o la mayoría de ellos). La Cámara Alta tiene sus propios tiempos y se resiste a ser apurada.

El Presidente no quiso, sin embargo, levantar el acto de Córdoba. Ni quiere tampoco rebautizar el Pacto de Mayo, aunque finalmente se firme en junio (¿el 20, ante el monumento a la Bandera?) o en julio, en coincidencia con el Día de la Independencia.

EN CORDOBA Y EN SON DE PAZ

En cualquier caso, el acto de Córdoba, con Milei como único orador, resultó un éxito para el Presidente, que consumó lo que probablemente para él  implicaba su primer acto de masas: fue festejado y vivado por un ruidoso gentío que pobló la Plaza San Martín y que hasta ovacionó al ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo. “¿Ustedes se dan cuenta de que estamos ante un cambio de época? –preguntó sorprendido Milei al público- ¡Estamos haciendo el ajuste más grande de la historia humana y mi ministro de Economía es celebrado como un rockstar!”

Milei no economiza elogios ni autoelogios. Él mismo se definió como “máximo exponente de la libertad a nivel mundial”. Se atiene al epigrama de Calderón: “El que quisiese tener/nombre en el mundo famoso,/alábese, que es forzoso/para darse a conocer”.                      

Los gritos y coros que vivaban a Caputo provenían de una audiencia predispuesta al aplauso pero quizás fueron inducidos desde el eficaz dispositivo de comunicación del Gobierno. Parecía indispensable apuntalar al ministro después de que el propio Presidente adelantara que habría cambios en su gabinete una vez concluido el proceso de la Ley de Bases. Aunque Caputo ha tenido que asimilar algunos problemas en la economía (disparada del dólar financiero y trepada del riesgo país; morosa liquidación de las exportaciones del campo; necesidad de importar combustible para suplir la escasez de gas derivada de una planificación poco previsora, etc.), no estaba en los cálculos actuales del Presidente reemplazarlo; por el contrario, él lo proclama “el gigante que venció la inflación y el déficit fiscal”, los dos méritos principales que Milei enarbola.

La conversación sobre cambios en el Gabinete había sido, en verdad, un intento del Presidente de encubrir el cambio, sensible, importante e inminente que sobrevendría: el divorcio de Nicolás Posse, hasta ese momento jefe de gabinete, viejo amigo y compañero desde que ambos trabajaban en el grupo Eurnekián.

¿EL FINAL DE UNA GRAN AMISTAD?

El Presidente y su hermana Karina, la poderosa secretaria general de la Presidencia, habían discutido agriamente con Posse tanto su inclinación a monopolizar áreas potencialmente calculadas para promover inversión y negocios de capital privado como el hecho de que en ese campo no se vieran avances. También había disgusto por la cansina gestión administrativa (que un jefe de gabinete debe impulsar y coordinar) y a eso se agregaban quejas por manejos sesgados de la inteligencia oficial, que Posse controlaba.

La baja velocidad de Posse en materia de gestión agravó la situación de un Gobierno en el que al Presidente lo aburren tanto la discusión política como los procedimientos administrativo-burocráticos que supone el manejo del Estado y prefiere concentrarse en la economía y en la “batalla cultural”, tanto por la vía virtual como arengando en escenarios internacionales. El Estado, mientras el anarquismo no lo disuelva, reclama menos ausentismo.

Mucho más cuando, como lo formuló Guillermo Francos, hay una “necesidad de mayor apertura política”. El funcionario consideró que por este motivo había sido designado él en la jefatura de gabinete. "El Presidente me elige a mi porque se da cuenta que con la política argentina a él se le hace complicado, porque no la entiende, porque tiene diferencias, por equis motivos. Y yo tengo una posibilidad mayor de dialogar".

El hecho es que, si la intención de Milei era esperar hasta la resolución de la ley de Bases para producir un cambio, él mismo perjudicó ese objetivo al anunciarlo y destratar públicamente a Posse tanto en el Te Deum como en el acto de Córdoba, mientras desde cerca suyo se filtraba a los medios información que esmerilaba a Posse. Éste precipitó los acontecimientos presentando su renuncia y Milei debió consumar de urgencia el reemplazo, antes de viajar a Estados Unidos para participar como orador en una cumbre de la tecnología electrónica más avanzada.

STURZENEGGER, ¡A LAS COSAS!

La circunstancia de que, cuando anunció los futuros cambios en el Gobierno, el Presidente oficializara su intención de ofrecer un ministerio a Federico Sturzenegger, un desregulador de excelentes relaciones con empresas y grandes inversores, hizo sospechar a algunos que éste sería  el heredero de Posse, que éste era quien, hasta que renunció, era quien controlaba esas palancas.

Esa conjetura sólo se confirmaría parcialmente: Sturzenegger se quedaría con esas funciones, pero no como jefe de gabinete, sino como titular de una nueva cartera aún innominada.

El nuevo jefe de gabinete sería Guillermo Francos, que hereda una jefatura adelgazada (sin las funciones de  negocios, que se derivan a Sturzenegger), y sin el manejo de la Inteligencia, que pasaría a depender de Presidencia (es decir, del ·triángulo de hierro” de la Casa Rosada: Milei, Karina, la secretaria general, y Santiago Caputo, el superasesor). Francos se ocupará de las funciones de coordinación del Gobierno y retendrá las funciones de ministro político, con Interior, convertido en secretaría de Estado, bajo su mando.

No es improbable que, ya lanzada la idea de cambios (en plural) en el gabinete, Milei aproveche para algún otro retoque en unas semanas. Estamos en un punto de inflexión.

PUNTO DE INFLEXION

El acto de Córdoba marcó el cambio: Milei no habló allí con el tono desafiante que suele emplear para  satisfacer a su público más adicto, sino con un fraseo conciliador: evitó los ataques contra “la casta” y reiteró su invitación al acuerdo y la unión nacional, a firmar el Pacto de Mayo una vez votadas las leyes que está tratando el Congreso y agregó, además, el compromiso de constituir un Consejo de Mayo, con participación de un representante del Ejecutivo, uno de los gobernadores, uno por cada cámara del Poder Legislativo así como uno de los sindicatos y otro de las organizaciones empresariales, con el objetivo de desarrollar la letra chica de los diez (o doce) puntos que contemplaría el Pacto.

Esta oferta -siempre condicionada a la aprobación de las leyes- pareció una respuesta rápida a una exhortación que en la misma mañana del 25, en la Capital, Milei había escuchado de boca del Arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, durante el Te Deum, el llamado a construir “una alianza social para la esperanza, que sea inclusiva y no ideológica”.

La ponderada homilía del Arzobispo incluyó mensajes y censuras a actitudes atribuibles a distintos actores sociales y políticos, pero lógicamente los más sonoros estuvieron destinados a quienes ejercen la responsabilidad de gobernar: reclamó a todos “no hacerse los tontos” ante la pobreza y las crecvientes privaciones.

La moderación de Milei y su propuesta que incluye los pactos y la creación de un consejo plural que los traduzca en leyes es una señal de que el Poder Ejecutivo comprende ahora que el decisionismo hiperpresidencialista, el instrumento favorito de Milei para motorizar cambios, ha encontrado límites y necesita articularse con diálogo, participación de otros actores para consolidar gobernabilidad.

Aunque sus colaboradores, en primer lugar el nuevo Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, inviertieran horas negociando con los senadores para conseguir que la ley se tratase y se aprobase cuanto antes, el Presidente solía jactarse de estar esencialmente desinteresado de la suerte de ese proyecto de cuya aprobación, sin embargo, parecen depender tantas cosas buenas. El Presidente  aseguró que, aprobada la Ley de Bases, su gobierno iniciaría una “significativa” reducción de impuestos, empezando por el impuesto PAIS, que actualmente representa un rubro principalísimo de la recaudación de recursos del Estado. Se trata, claro, de promesas de un futuro más amable que este esforzado presente pero de fecha todavía imprecisa. Por ahora “no hay plata”.  Hoy no se fía, mañana sí.

En Córdoba, Milei aceptó el consejo de sus colaboradores más abiertos y omitió el vocabulario áspero con el que picanea a “la casta”. La Casa Rosada no ignora que el gobierno necesita ser apuntalado, no puede vivir prolongadamente de sus logros proclamados: más allá del mérito de conseguir un descenso relativo de la inflación, esta sigue siendo muy alta y, además, el precio que paga por mantener  la ilusión de una inflación sustancialmente domada se paga en buena medida con recesión, “hiperrecesión” o “depresión”, como empiezan a sugerir algunos.

EL SOPORTE FEDERAL

Los soportes que puede encontrar el Gobierno se encuentran principalmente entre los gobernadores. No se trata de desdeñar el aporte de las fuerzas políticas, los partidos, pero estos atraviesan su propio proceso de centrifugación y necesitan forjar sus propias anclas, consolidar liderazgos, espacios e identidades.

Los gobernadores se asientan sobre un rasgo histórico del país (su índole federal) y están empujados por su función ejecutiva a defender intereses amplios de las sociedades que tienen que administrar, impulsar la producción y la  contención social y a mantener una relación fuerte, así sea tensa, con el poder central.

Por el momento no hay una interlocución unificada entre el conjunto de los gobernadores y el gobierno central, pero empiezan a consolidarse bloques regionales y se observan tejidos incipientes en pos de una visión mancomunada.

El último lunes hubo en Córdoba una reunión de la región Centro (la más fuerte de las regiones del país, incluye a Córdoba, Santa Fé y Entre Ríos), a la que no asistió el entrerriano Rogelio Frigerio sólo porque se encontraba fuera del país, pero estuvieron presentes sus alfiles. Políticamente, los gobernadores componen un arco de representatividad plural: Frigerio es del PRO, Llaryora es peronista cordobesista y el santafesino Maximiliano Pullaro es radical. Llaryora señaló en la reunión la necesidad imperiosa de “impulsar una nueva agenda política. No vamos a salir adelante con ajustes ni mirando solamente la macroeconomía". Pullaro agregó que "Necesitamos construir poder desde las provincias para desarrollar nuestras regiones".

Las provincias patagónicas tienen su propio bloque regional, también plural (con gobernadores peronistas. Localistas y del PRO) y actuaron de conjunto para introducir cambios en el dictamen de la Ley de Bases, como la fijación de un piso más alto para la aplicación del impuesto a las ganancias de la cuarta categoría en su región.

El Norte Grande también actúa con plataformas de acuerdos (la región se interesó particularmente en el punto refereido al incentivo de grandes inversiones, pensando preferente, pero no exclusivamente, en la perspectiva de la explotación minera). La región menos activa, hasta el momento, parece ser la cuyana. Pero es probable que el ritmo al que se mueven los acontecimientos en el país termine empujando a sus gobernadores a una dinámica conectiva más intensa que la mera participación en el whatsapp donde los mandatarios provinciales intercambian puntos de vista.

De hecho, en las condiciones que impone la presencia de Milei en el poder central, la fuerza gravitatoria federalista influye inclusive en la provincia de Buenos Aires, donde Axel Kicillof empieza a desplegar un relacionamiento con colegas (como el santafesino y radical Pullar o el chubutense y macrista Ignacio Torres. El signo federal opera como denominador común y le ofrece al bonaerense una ventana para airear la atmósfera K que lo ha rodeado. Del mismo modo puede airearse el paisaje nacional a partir del punto de inflexión.