¿Será Milei el Menem del siglo XXI?

La incertidumbre que rodea a la futura gestión Milei permite lanzar decenas de elucubraciones. Lo único que no podrá afirmarse del próximo presidente de la Nación es que se trata de una caja de sorpresas. Llegó al poder diciendo exactamente lo que iba a hacer, se vendió con el prospecto. Y lo compraron.

Quien aún tenga alguna duda del camino que la Argentina comenzará a recorrer a partir del 10 de diciembre no tiene más que buscar en internet la plataforma electoral de La Libertad Avanza. Allí están detallados con pelos y señales todos y cada uno de los pasos que dará la flamante administración.

Al momento de trazar paralelismos históricos, hay quienes gustan afirmar que Milei será el Menem del siglo XXI, aunque sin el peronismo detrás. Menudo soporte le faltará para encarar un sendero adonde la muñeca política, las negociaciones en el Congreso y las pulseadas con los gobernadores estarán a la orden del día.

La otra diferencia es que Menem llegó enfundado en sus ropas de caudillo, poncho y patillas, y poco después de asumir se cambió por el traje de corte italiano y puso sobre la mesa el manual de las privatizaciones. Milei, en cambio, es esto que vemos ahora mismo: un anarco capitalista que desdeña la existencia del Estado.

MOTOSIERRA

En sus primeras apariciones tras la victoria electoral, el nuevo presidente de la Nación fue contundente: “No hay plata”. Fue explícito también en que desde el primer día dará la orden al Banco Central para frenar la emisión monetaria. Tal el dogma liberal, el Estado no gastará una moneda más de la que ingresa. En su brújula, el norte es el superávit fiscal.

Pero para alcanzar ese objetivo supremo no bastan sólo las señales de austeridad. Deberá utilizar la motosierra en serio y cortar en partes adonde brotará el dolor. Las agrupaciones sociales de izquierda ya lo saben. De hecho, el jueves marcharon a Plaza de Mayo a repudiar las políticas de un gobierno que aún ni siquiera asumió.

Algunos medios de comunicación también ejercen sus malas artes y le echan nafta a la campaña del miedo. Bastó que Milei dijera de forma tajante que el Estado no gastará más de lo que ingresa para que los titulares de los diarios y los sitios webs azuzaran la posibilidad de que no se paguen los aguinaldos a fin de año. La maniobra fue una trastada mediática, pero caló hondo en las redes sociales.

Cada aparición pública, cada frase del nuevo presidente, impactan de manera directa en la economía como un misil Exocet. La afirmación de que la obra pública quedará en manos del sector privado, y que si no hay compañías interesadas en las licitaciones “eso significa que esa obra no tenía sentido desde el punto de vista económico", encendió las alarmas. De hecho, el presidente de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss, confirmó que ya circulan telegramas de despido.

En la noche de aquel domingo triunfal para el ideal libertario el economista Ramiro Castiñeira advirtió que “el 2024 ya está jugado” debido a las políticas ensayadas por Sergio Massa.

Las medidas monetarias suelen tener efecto recién en un plazo de seis meses, con lo cual será el equipo económico de Milei quien tenga que hacerse cargo de las esquirlas del Plan Platita.

Se presume que el año próximo será un avispero. El Gobierno deberá desarmar la bomba de las Leliqs cuidando de no cortar el cable rojo para no desatar una hiperinflación, el gran temor que acecha a Javier Milei.

Los resultados de las maniobras financieras y de política monetaria que implemente el gobierno durante el año próximo recién tomarán forma en 2025. Habrá que tener paciencia.

El gran problema político y económico que enfrenta la nueva administración es que entre el pico de medidas de shock que se lanzarán en diciembre y el punto de estabilización de la economía, que le permitirá al sector privado crecer y generar empleo genuino, se extiende un valle de una extensión indefinida. Habrá que recorrerlo. Habrá, también, caídos.

DOLARIZACION

Estos primeros días han dejado también la certeza de que el plano de la retórica y el de la práctica no siempre coinciden. Javier Milei hizo campaña electoral anunciando la dolarización de la economía y el cierre del Banco Central. No ocurrirá ni lo uno ni lo otro.

Muchos de sus votantes imaginaron que gozarían de un día para el otro del sueño de ver sofocada la inflación y cobrar en billetes verdes. El anhelo quedará por el momento en el plano de lo onírico.

Aunque el próximo jefe de Estado tenía decidido guardarse las designaciones más relevantes para las horas previas a la asunción, finalmente y ante la emergencia tuvo que hacer público el nombramiento de Luis Toto Caputo al frente del Ministerio de Economía, y de Demian Reidel en el Banco Central. Bajar a Emilio Ocampo del sillón del BCRA es sinónimo de haber sepultado la dolarización.

El camino elegido es el de la ortodoxia fiscal. Milei, al menos por ahora, no pateará el tablero. Los expertos aseguran que necesariamente hay que estabilizar la economía, sanearla, sincerar los precios -entre ellos el tipo de cambio, las tarifas y los alimentos- para alcanzar el superávit fiscal. Recién entonces podría avanzarse hacia la dolarización como una reforma de segunda o tercera generación.

El cuestionamiento que ronda esta idea es si, una vez saneada la economía, resulta necesario despojarse del peso y ceder soberanía monetaria adoptando el dólar. La respuesta de los dolarizadores es que la principal virtud del esquema es su irreversibilidad. Es decir, sería una salvaguarda para futuras gestiones populistas.

LO QUE VIENE

Hoy la mirada de corto plazo apunta a analizar qué ocurrirá en los próximos días, hasta la asunción, y en sopesar el impacto de las primeras medidas. La de largo alcance, en cambio, contempla lo que será el 2024, un camino repleto de piedras.

“En este marco transitar los próximos días hábiles no será sencillo. La presión sobre la caja en dólares se incrementará -afirma el último informe de la Fundación Capital-. Las autoridades llegarán al 10 de diciembre logrando evitar el salto discreto del tipo de cambio oficial, aunque con un crawling peg que podría acelerarse. En cuanto a las cotizaciones financieras, sin intervención oficial para cuidar los pocos dólares restantes y sin la oferta de los exportadores, la presión sería ascendente”.

En cuanto al año próximo, un documento del Ieral de la Fundación Mediterránea proyecta que “el presidente electo, Javier Milei, enfrentará muchos e importantes desafíos económicos desde el inicio de su mandato pero, sin dudas, uno de los más relevantes será el problema fiscal, eliminando el déficit el primer año vía reducción en el gasto.

Para evaluar la posibilidad de logro de este propósito, es importante cómo habrá de cerrar fiscalmente el año 2023. Dentro de las erogaciones, pesa mucho el gasto previsional”.

Trascendió en los últimos días de la semana que el designado ministro del Interior, Guillermo Francos, ya negocia con los gobernadores para llevar adelante una reforma histórica basada en tres puntos: imponer una nueva ley de coparticipación federal, avanzar hacia una profunda reforma tributaria y reelaborar el actual esquema de recaudación de impuestos.

La Argentina terminará este año y comenzará el próximo en modo refundación. Necesita un cambio que la haga despegar luego de una década sin crecimiento económico ni creación de empleo privado. Milei tocará nervios sensibles y es de esperarse una dura resistencia. Sergio Massa, de haber sido electo, también hubiera hundido el bisturí para detener la gangrena, aunque las privatizaciones no estaban dentro de su proyecto.

Argentina necesita reaccionar porque, como alguna vez escribió Norman Mailer en su novela El parque de los ciervos, siempre se puede estar peor: “Imaginaba que lo sabía todo en cuanto a llegar a lo peor, a tocar fondo, pero aprendí, como uno siempre aprende en la vida, una y otra vez, que el último fondo no existe, y que por mal que se esté siempre cabe la posibilidad de estar peor”.