Señor juez confieso que soy un odiador serial


Disculpe usted su señoría mi atrevimiento, pero es que después de escuchar el mensaje del señor presidente, no pude menos que hacer un riguroso examen de conciencia tras el reconocimiento de mí mismo como un auténtico 'odiador serial'. Parto de la base, señor juez, que usted y yo coincidimos en el odio no es otra cosa que la `antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea '.

Restando mi desabrida juventud y los años en el exterior, llevo padeciendo esta nación desde algo más de cinco décadas, tiempo suficiente que la vida me ha dado para poder discernir con bastante lógica, cosas que por haberme hecho mal, han conseguido convertirme en un odiador consuetudinario.

Mucho se ha escrito sobre que los argentinos somos devotos de la antinomia y es verdad, Rosas-Sarmiento, River-Boca, Borges-Sábato, Beatles-Rollings, peronistas-radicales son, podría decirse, los ejemplos más notorios. Estas son veredas dispares donde uno puede ubicarse en la mejor consideración de acuerdo a sus propios gustos en cada cosa, pero de ahí a practicar la tolerancia con el que está en la otra vereda está todo por inventar. Sin embargo, desde 1983, año en que volvimos al modelo democrático al que todavía no nos hemos acostumbrado demasiado, los argentinos se han visto obligados a participar de contiendas provocadas desde el propio poder y estimuladas desde los medios no oficialistas y los otros, los voceros de los gobiernos.

Dicho esto su señoría, paso a explicarle las cosas que odio profundamente. Odio las promesas de campaña que los políticos hacen sabiendo que no van a cumplirlas; los discursos donde se habla de `pueblo 'solo para conseguir votos; la corrupción del Estado que es puesta a los ojos de todos y no hay reacción; la Justicia fallida, comprada, sucia, denigrante que no hace otra cosa que fallar en contra de la dignidad, la verdad y la honestidad. Odio, señor juez, las mentiras de los políticos; el engaño sistemático; la impunidad buscada, conseguida y negociada a cualquier precio; las tramas oscuras del Poder; los empresarios especuladores que siempre se han salvado a sí mismos negociando aún con los gobiernos que los matan a impuestos; que hablen de pobreza sin saber lo que es; El semianalfabetismo de la gran mayoría de nuestros legisladores. Odio a los que solo ven el odio de un lado y alzan sus voces indignadas si el agredido es de su bando pero callan miserablemente cuando las agresiones las reciben otros; a los que desde el poder quieren darnos lecciones de moral (y aquí hago un paréntesis porque no hay en este país hoy por hoy un solo hombre público que pueda hablar de moral a los argentinos).

Odio los escraches; los insultos y los 'carpetaszos' sacando la basura de los otros a relucir y cuando alguien saca la de ellos se indignan; que los corruptos no hayan tenido ni un solo acto de arrepentimiento y se rían de nosotros mientras contábamos nuestra plata; que los que han hecho gobiernos desastrosos no se hagan cargo y se retiren de la escena pública para siempre; que no podemos confiar en las fuerzas de seguridad; que tengamos miedo de salir a la calle; que el ladrón sea la víctima y el robado el victimario.

Odio, su señoría, la grieta ya los que agrietan, los profetas de las libertades equivocadas; los voceros alcahuetes; los insultos y los gritos desde las tribunas; los personalismos; los políticos nuestras convicciones valen menos que un puñado de arena y están n asignados a negociarlas a cualquier precio; los que temen los plebiscitos; los que violan la Constitución y se hacen los distraídos; los ñoquis en la administración pública; las dádivas indiscriminadas del Estado que se reparten al voleo con tal de no perder votos.

Odio el desplazamiento de la educación pública y privada ; que los docentes no pasen filtros de calificación; que los adolescentes no comprendan lo que leen; que se adoctrine en las aulas sin el menor empacho; que los maestros sean voceros ideológicos y enseñen antes de la lealtad a líderes políticos que a sumar y restar.

Odio señor juez, la falta de transparencia en las acciones del Estado que es ser público como lo dice la Constitución; los convenios o tratados internacionales de los que podemos saber qué se negocia en la letra chica; que los modelos a elegir sean gobiernos de ceos o de corruptos y nunca de bienintencionados.

Odio, con respeto a su investidura lo digo, que el Poder Judicial está destruido, el Legislativo comprado y el Ejecutivo sospechado; que el sistema democrático se haya perdido entre negociados, caudillos provinciales, mafias partidarias, aprietes y amenazas; que los sindicalistas sean millonarios y nadie pueda hacer que digan por qué; que los dirigentes ricos digan que odian la riqueza pensando tal vez en lo que les dijo su líder espiritual, el Papa: `la riqueza es el estiércol de diablo 'y no piensan que un ciudadano que afecta toda su vida, que hizo negocios honestos y amasar una pequeña fortuna no es estiércol de nada, sino un ejemplo.

Me debo detener señor juez porque la lista sería mucho más larga, estoy seguro que usted tendrá éxito en dos o tres cosas que también odia, y para terminar quisiera dejarle una última reflexión, suponiendo que ya tiene usted elementos de prueba específicos como juzgarme: lo que más odio su señoría, es a los que censuran el odio desde su propio odio.