El rincón del historiador

San Martín, lector

Ha sido uno de los mejores títulos de nuestros grandes hombres la constante preocupación y el ardoroso empeño que pusieron en pro de la educación. Belgrano y San Martín son un claro ejemplo. El primero desde el Consulado y luego donando el premio que le otorgara el gobierno por las victorias de Tucumán y Salta para fundar cuatro escuelas de primeras letras. El general San Martín comprendió además que para fomentar la educación se requiere de un pueblo con buena salud, pensando en especialmente en las madres base fundamental del hogar, donó una tercera parte de lo producido por la finca que le donara el Cabildo de Mendoza para el fomento del Hospital de Mujeres y para que un vacunador recorriera la provincia liberándola de los estragos de la viruela.

El equipaje que traía en la George Canning cuando desembarcó en Buenos Aires el 9 de marzo de 1812, además de algún baúl con sus objetos de uso personal, pero como lo señaló Josefa Emilia Sabor: “No se sabe a ciencia cierta si todos los libros que él mismo registró posteriormente venían en sus maletas, pero el estado del mercado librero de Buenos Aires era tan pobre, que todo hace pensar que muy poco fue lo que consiguió agregar en esta ciudad. De tal manera que su biblioteca procedía, sin duda alguna, de Europa. El catálogo que se conserva de esa biblioteca, de puño y letra del propio San Martín y que se halla en el Museo Mitre, nos revela que trajo del viejo mundo unos 800 a 1.000 libros, suma no despreciable para un militar pobre, que abandonaba Europa con un equipaje indispensable”.

Hombre de profundas lecturas, demostraba una cultura general ya que en su librería

como la llamaba no faltaban los más diversos temas: comenzando por los clásicos, literatura, estrategia militar, mapas y cartas náuticas y temas varios como agricultura, minería, tornería, relojería, y especialmente muchos viajeros.

Entre las curiosidades, un tratado del arte de leer las líneas de la mano. Esa cultura general la pudo apreciar Mrs. Graham una amiga de Lord Cochrane que no le tenía por obvias razones mucha simpatía como dejó escrito en el Diario de residencia en Chile en 1822, pero si resaltó ese aspecto que se notaba en su variada y amena conversación.

UNA IMPRENTA

Su preocupación por la letra impresa la tuvo antes de partir el Ejército rumbo a Chile, cuando solicitó una imprenta. El director Pueyrredon le contestó el 18 de noviembre de1816 que “con la pólvora que saldrá dentro de ocho días irá también la imprenta que me indica le será necesaria, limitándola solo al servicio del ejército para sus proclamas, partes, boletines, etc., y no para uso de los doctores”.

Una semana después le comunicaba que marchaba “para uso del ejército una prensa chica de imprimir con todos sus útiles; 800 libras de tipo, 50 resmas de papel, 2 cajas de composición y un barrilito de tinta” que el 14 de diciembre ya estaba en Mendoza. Fue ella la que estampó el primer impreso con la noticia del triunfo de Chacabuco. Después de servir en su misión, la imprenta regresó de Chile en 1820 y de ella salió el primer periódico de esa ciudad.

A Mendoza había llevado sus libros, y después de consolidada la campaña libertadora los llevó a Santiago, inventariándolos y anotando en el cuaderno: “Estos cajones de libros se hallan en Santiago en poder de don Paulino Cambell, los que en caso de mi fallecimiento “se entregarán a mi esposa doña Remedios de Escalada”.

Cuando el Cabildo de Santiago después del triunfo de Chacabuco le obsequió diez mil pesos oro para los gastos del viaje a Buenos Aires, que agradeció pero no acetó y dispuso se destinaran a la creación de la Biblioteca Nacional de esa capital, convencido que “la ilustración y el fomento de las letras, es la llave maestra de la abundancia y hace felices a los pueblos”. Y cuando se resolvió la campaña del Perú -como lo consignara el fundador del Instituto Nacional Sanmartiniano José Pacífico Otero- llevó a la ciudad de los Reyes en once cajones su biblioteca. Allí quedaron con base de la Biblioteca Pública de Lima fundada por el Protector por decreto del 28 de agosto de 1821 e inaugurada con toda solemnidad el 17 de setiembre.

San Martín vivió rodeado de libros, durante su retiro en Europa apenas llegado a compró una buena cantidad, que después envió a su apoderado en Buenos Aires según carta del 18 de junio de 1825 que hemos comentado sobre consideramos inédita: “va la nota de los libros que contiene el cajón en que fueron y que no había remitido por olvido. Yo había hecho esta compra en El Havre pensando que mi regreso fuese más pronto, de consiguiente, prevengo a Ud. que si encuentra comprador (no para los libros viejos y estampas que conservará hasta mi regreso) para todos ellos con sólo el aumento de los costos, incluso la pérdida del dinero de Europa a ésa, puede deshacerse de ellos y avisarme sin pérdida para comprar otros, pues en ésta hay proporción de hacerlo con ventajas”. Por lo tanto cabe preguntarnos si esos libros se vendieron, habrá libros del Libertador sin saberlo circulando por algunas bibliotecas?

Don Mariano Balcarce en marzo de 1856 le escribió a Félix Frías estas líneas: “Por un buque que debe salir en estos días del Havre con destino a ese Puerto, dirijo al Señor Director de nuestra Biblioteca un baúl de libros que pertenecieron al General San Martín, cuyo nombre llevan de su puño y letra. Mendoza, Santiago de Chile y Lima, recibieron en otra época donativos generosos de esta especie, y he creído llenar los deseos de mi finado Señor Padre, haciendo igual obsequio a Buenos Aires”. Y a Carlos Tejedor que estaba al frente de la misma le decía: “quiera Ud. aceptarlos para la Biblioteca de Buenos Ayres por haber pertenecido a mi finado Sor. Padre Político, el Gral. San Martín, cuyos nombres llevan los más de ellos escritos de su puño y letra”.

Los volúmenes llegaron y tienen una larga historia, lo cierto es que en 1944 el doctor Gustavo Martínez Zuviría director de la Biblioteca Nacional decidió exhibirlos por primera vez, en el aniversario de su muerte, se realizó una exhibición en las vitrinas del vestíbulo con libros y mapas que pertenecieron al Libertador, muchos de los cuales tienen su firma autógrafa, y habían sido donados a la institución por sus herederos”. Dos veces más fueron exhibidos a lo largo de estos años esos ejemplares, y la amable disposición de la Directora de la Biblioteca, Lic. Susana Soto Pérez y del Director de Cultura, Lic. Guillermo David después de una amable conversación que mantuvimos con el Dr. Jorge G. Olarte, que se vuelvan a exponer en el 175º aniversario de la muerte del Libertador desde el 25 de agosto al 30 de setiembre de lunes a viernes de 10 a 18 y los sábados y domingos de 12 a 19 en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional.

Mañana a las 19 el ingeniero Carlos Vertanessian, disertará sobre: “El general San Martín, rostros y libros” en la Sala Cortázar de la Biblioteca, iniciando una serie de conferencias sobre el tema. San Martín y los libros. Una muestra imperdible que demuestra la pasión que puso por Pedro L. Barcía sostiene que “Frente al facilismo que nos ha ido ganando con la imposición de una cultura del menor esfuerzo y la pérdida de la cultura del trabajo, la empresa de este prócer es la contraposición… es la derrota de la improvisación y la entronización del trabajo ordenado y la disciplina sostenida. La lección de que la organización vence, no solo al tiempo, sino a todo límite humano”. La cultura proyecto vence a la improvisación… frase tantas veces repetida es lo que practicó San Martín y se debe imitar en todo tiempo.