EL RINCON DEL HISTORIADOR

San Martin en Buenos Aires (1823)

En octubre de 1823 Manuel de Olazábal fue a visitar al general San Martín que desde febrero se encontraba en Mendoza. Apenas llegó le mostró un papel enviado por el general Estanislao López, quien además de expresarle sus respetos le informaba al Libertador:

“Sé de una manera positiva por mis agentes en Buenos Aires, que la llegada de V.E. a aquella capital, será mandado juzgar por el gobierno en un consejo de guerra de oficiales generales, por haber desobedecido sus órdenes en 1819, haciendo la gloriosa campaña a Chile, no invadir a Santa Fe, la expedición libertadora del Perú. Para evitar este escándalo inaudito, y en manifestación de mi gratitud y del pueblo que presido… siento el honor de asegurar a V.E. que a su solo aviso estaré con la provincia en masa a esperar a V.E. en el Desmochado, para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la Victoria”.

Por si esto no le agradaba al Libertador, agregaba López “fácil me será hacerlo conducir con toda seguridad por Entre Ríos hasta Montevideo”.

Al devolverle el papel Olazábal, vio el rostro del general completamente demudado y con su voz desfallecida le dijo:

“No puedo creer tal proceder en el gran pueblo de Buenos Aires. Iré, pero iré solo, como he cruzado el Pacífico, y estoy entre mis mendocinos. Pero, si la fatalidad asó lo quiere, yo daré por respuesta mi sable, la libertad de un mundo, el estandarte de Pizarro, y las banderas que flotan en la Catedral, conquistadas con aquellas armas que no quise teñir con sangre argentina. ¡No! ¡Buenos Aires es la cuna de la libertad!”.

A pesar de los llamados desde Lima para ponerse al frente de los grandes intereses del país, después de una estadía de casi diez meses en Mendoza, el 20 de noviembre de 1823 el general San Martín emprendió su viaje a Buenos Aires.

Juan Manuel Beruti un cronista de aquellos días apuntó en sus Memorias Curiosas: “estos días llegó… se presentó al público como un mero ciudadano”. Agregó lo que se comentaba:

“Dicen vino con el fin de llevar a su hija única que tiene doña Mercedes San Martín de Escalada, como de seis años, para que exista con él en su compañía en el lugar de su residencia, pues su madre y esposa de dicho señor murió ahora pocos meses en esta ciudad de la que era natural doña Remedios Escalada de la Quintana…”.

El diario oficialista El Argos en su edición del 11 de diciembre anunció:

“Tenemos la satisfacción de anunciar al público el arribo a esta capital del general D. José de San Martín el día 4 de este mes. Sin traicionar los deberes patriotas, no hay quien pueda mostrarse indiferente a la presencia de un héroe que ha coronado a la nación de tantos triunfos y laureles. Su alma más grande que su fortuna echó en olvido su persona por acordarse de la nuestra, y por un camino erizado de peligros, elevó nuestra reputación y gloria nacional a un grado fuera de los cálculos de la esperanza. No es dudable que nuestros nobles ciudadanos le tributen las señales de gratitud que corresponden al beneficio. El Argos por su parte, después de celebrar como debe su feliz arribo, nada tiene que ofrecerle de los bienes de la fortuna, pero le ofrece los suyos, quiere decir, su reconocimiento y voluntad”.

Términos sorprendentes sin duda que al decir de Carlos Ibarguren produjeron en “nuestro Libertador una viva satisfacción al enterarse que un periódico que lo había atacado en otras ocasiones le hiciera justicia y le demostrara tan calurosos sentimientos”.

En la Fonda de los Tres Reyes

A su llegada se alojó en la Fonda de los Tres Reyes, frente a la plaza de Mayo de reconocido prestigio, y de ahí pasó a la casa de su suegra doña Tomasa de la Quintana de Escalada, que quedaba en diagonal, apenas cruzando ese paseo y la Recova que lo dividía. No la encontró ni tampoco a la niña, que estaban por el verano en la quinta familiar en lo que hoy es el barrio de Parque de los Patricios cuya casa estaba en las cercanías de las actuales avenida Caseros y Monasterio. El parque Ameghino es el predio que corresponde a esa propiedad, cuyo titular era don Bernabé de Escalada, medio hermano de Remedios. Allí marchó el Libertador.

Nos queda la duda si esta era la quinta que en sus Memorias menciona el general Tomás de Iriarte:

“El general San Martín llegó de Mendoza, donde había fijado su residencia desde que se separó del Perú: venía a embarcarse para Europa, Acompañando al señor Rivadavia, fuimos a visitarlo a una quinta distante, donde se había alojado: no lo encontramos”.

El agente norteamericano John Murray Forbes afirma que algunas personas creían que San Martín era hostil a la administración y los “opositores insinuaban que su visita a la ciudad iniciaría un cambio radical de hombres y de política”. Al día siguiente de su arribo hizo una visita de cortesía a las autoridades, las que lo retribuyeron, de ese modo prontamente se hizo “voz corriente que entre él y el gobierno había la mejor amistad y que lejos de complicarse con los descontentos él habría repudiado sus planes”.

Las próximas elecciones a gobernador hacían pensar su nombre a un grupo, pero él estaba decidido a alejarse de la vida pública y como informaba el diplomático estadounidense: “la ley reglamenta la elección de nuevo gobernador, elimina su posible competencia, si es que él la hubiera tenido en mente, ya que sólo son elegibles los nativos en esta provincia, y San Martín, como Alvear, otra figura dirigente del partido proceden del territorio de Misiones” para agregar “se sabe bien ahora que se embarcará pronto para Inglaterra llevando consigo a su hijita”.

“Un inglés”, seudónimo que oculta a que vivió en Buenos Aires entre 1820 y 1925, lo describe así a San Martín en esos meses:

“Es un hombre alto y fornido, de unos cuarenta y cinco años de edad, decían que estaba rico. Tiene sus detractores, pero ninguno le niega una gran cualidad militar. El carácter decidido”.

Situación íntima

Una situación íntima además lo urgía, no había podido acompañar a Remedios en sus últimos momentos; estaba deseoso de dejar su postrer testimonio en el cementerio del Norte como se llamaba el de la Recoleta, donde estaba sepultada. Gastón Federico Tobal por recuerdos de familia apuntó que acompañado por el negro Congo, uno de los viejos esclavos de la familia Escalada fue guiado al camposanto recién inaugurado. A la tumba en feliz frase de Florencio Grosso de Andersen “la encontró desvalida y solitario en el descampado de la Recoleta”. El ingeniero francés Felipe Bertrés de reconocida fama en ese momento en la ciudad, fue el encargado de diseñar la lápida que el artesano Julio Estenard llevó al mármol, en el que se lee “Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín”.

Aclaremos que Julio Estenard, el apellido correcto es Esnard, que anunciaba sí su negocio en los diarios porteños: “grabador y escultor en toda clase de metales y piedras, tiene el honor de avisar a este respetable público, que recibe toda clase de trabajo perteneciente a estas dos artes, como sellos, planchas para tarjetas, letras de cambio, etc. Y en escultura piedras sepulcrales, en letras salientes y huecas de todos caracteres, relieves, figuras, trofeos, etc. Se encarga de los gastos materiales. Las personas que quieran ocuparle, se servirán concurrir a su taller calle de La Paz No 26 (Reconquista), del café del Coliseo media cuadra para el Retiro”. Figura en el almanaque Blondel de 1826 y debió ser muy afamado, pero en los años siguientes se pierde su rastro en Buenos Aires.

En ocasión del homenaje por el bicentenario de la muerte de Remedios de Escalada, dije hace pocos meses que ese mármol sin duda recibió el beso postrero del Libertador y su hija. Las lluvias y el paso del tiempo preocupan sobremanera su preservación, sabemos que la Asociación Damas Patricias Remedios de Escalada que preside la señora Florencia Grosso, está preocupada por el tema. Bueno sería que lo tomaran en cuenta las autoridades de la ciudad y de la Comisión de Monumentos Históricos de la Nación y del mismo cementerio, dado el significado histórico y emocional que representa ese mármol.

Seguiremos en una nota más adelante recordando el bicentenario de la presencia del Libertador en esta ciudad a la que dejó su corazón como supremo legado.