“¡Salí de ahí, Maravilla!”, ¿no ves que ya sos campeón?

El baúl de los recuerdos. Sergio Martínez se quedó con el título de los medianos del Consejo Mundial de Boxeo en un combate inolvidable. Le ganó a Julio César Chávez Jr. Fue histórico el relato de Walter Nelson.

“Lo va a buscar Chávez. Final tremendo… Era todo de Maravilla, que se va a prender. ¡No se tiene que prender! ¡Salí de ahí, Maravilla!”. El relato de Walter Nelson exponía los dramáticos minutos finales del combate. Sergio Maravilla Martínez tenía el título al alcance de la mano. Le había dado una memorable lección de boxeo a Julio César Chávez Jr. Pero se arriesgó más de la cuenta y fue derribado por el mexicano. Logró ponerse de pie y se quedó con el cetro mundial de los medianos en su noche más memorable sobre un ring.

El “¡salí de ahí, Maravilla!” quedó instalado como una súplica popular para evitar un final indeseado. Y fue la expresión perfecta que encontró Walter Nelson -un gran relator- para contar lo que pasó en los instantes previos al desenlace de una pelea inolvidable celebrada el 5 de septiembre de 2012 en el Thomas & Mac Center, de Las Vegas. Ese día, el púgil argentino le puso la firma a una presentación fantástica que le permitió ganarse un merecido lugar en la historia del boxeo.

La verdad es que el quilmeño ya era un gran púgil, pero había tenido que reconstruir su carrera luego de un conflicto con el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y la cadena televisiva HBO. Lo habían despojado del título mediano de esa entidad y solo le quedó el de la Organización Mundial de Boxeo (OMB). Era dueño de los dos cetros desde 2010, pero, primero por el veto de HBO a los retadores del argentino y luego por diferencias con el CMB se quedó con las manos vacías unos meses después.

Sergio Martínez castigó sin piedad durante once rounds a Julio César Chávez Jr.

Martínez pretendía medirse con los mejores de ese momento, Floyd Mayweather Jr. y Manny Pacquiao. Su imagen no resultaba atractiva para las cadenas televisivas, que esperaban que el estadounidense y el filipino tuvieran contendientes que en términos de mercado les aseguraran un negocio más redituable. No importaba que los tres fueran en esos días los boxeadores más destacados libra por libra.

Maravilla tuvo paciencia y esperó su oportunidad contra el joven mexicano. Hijo de una leyenda como Julio César Chávez, el norteamericano había conseguido el título del CMB el 4 de junio de 2011 al vencer al alemán Sebastian Zbik. Después de muchas idas y vueltas, se pactó el enfrentamiento entre el flamante poseedor del cinturón de los medianos y el argentino para el 15 de septiembre de 2012.

El argentino hacía tiempo que desafiaba públicamente a Chávez Jr. cada vez que se le presentaba la ocasión. Se burlaba de él, lo ridiculizaba… Martínez veía en el mexicano al adversario que podía servirle de trampolín para el nuevo despegue de su carrera.

MUCHO MÁS QUE UNA PELEA

Los meses previos a la cita en Las Vegas fueron de una tensión inmensa. Maravilla se entreveró en descarnados duelos dialécticos tanto con Chávez hijo como con el padre. Campeón mundial superpluma, liviano y superliviano, el exboxeador mexicano parecía el tercer protagonista del combate. Atacaba verbalmente Martínez y le respondían a coro los mexicanos. Solo restaba comprobar si tanta virulencia de los labios hacia afuera se iba a ver reflejada en el ring.

El mexicano y el argentino se desafieron verbalmente durante meses. 

Martínez – Chávez Jr. fue una pelea espectacular. Y ello dependió fundamentalmente de la fabulosa actuación del argentino. Durante los primeros once rounds, Maravilla se lució con una labor que merecía ser aplaudida de pie durante un largo rato. Dominó el centro del ring, se llevó por delante a su rival, brindó un espectáculo que combinaba un castigo implacable con dotes histriónicas que no hacían más que poner en ridículo al norteamericano.

El argentino salió desde el campanazo inicial a derrumbar a Chávez Jr. como si se tratara de un castillo de naipes. No, no lo sopló. Solo le faltó eso. Pareció imitar la fabulosa exhibición de Sugar Ray Leonard contra Roberto Mano de Piedra Durán en el segundo capítulo de la saga de tres combates que protagonizaron en la década del ´80. Maravilla bailó, amagó pegar para exponer al mexicano y le pegó. Le pegó mucho.

La sonrisa amplia y confiada de Martínez asomaba en un rostro iluminado por la superioridad que estaba ejerciendo sobre un Chávez que parecía lento y fuera de forma. El argentino pegaba y salía dando pasos casi artísticos. Su oponente parecía tosco y con poca estatura de campeón. En realidad, se lo notaba empequeñecido. Sus pómulos comenzaban a adquirir un tono rojizo y una rápida inflamación que denotaban el infierno al que estaba siendo enviado.

A Maravilla no le costó demasiado encontrar los planos altos del mexicano cada vez que se lo propuso.

Más allá de su indisimulable supremacía en las acciones, el argentino nunca acertó con un golpe que propiciara una victoria por nocaut. El castigo era firme y progresivo, pero no tan intenso como para imponerse antes del límite. Quizás aspiraba a socavar round a round la resistencia de Chávez Jr. hasta dejarlo reducido a la nada. Tal vez a los 37 años no podía con los 26 del norteamericano, que hasta ese momento estaba invicto en 46 presentaciones.

La demoledora producción del argentino le aseguraba una cómoda ventaja en las tarjetas. A Chávez Jr. no le quedaba otra alternativa que apostar todo a una mano salvadora que venciera a un destino que lo conducía inexorablemente a su primer traspié como profesional. Se estaba quedando sin tiempo, sin aire, sin piernas y, lo que era peor para él, sin el título y con una herida muy profunda en su orgullo.

EL FINAL MÁS INESPERADO

Le costó al mexicano ponerse de pie para salir al último asalto. Había sido claramente superado en los once anteriores. Estaba contra la espada y la pared. No había besado la lona, pero lo estaba abrazando la derrota. A esa altura de la velada, el cansancio ya se había apoderado de los: del argentino porque había hecho el gasto al haber aplicado durante más de media hora un ataque constante y del mexicano por la paliza que había recibido.

La imagen más inesperada: Martínez besa la lona en el último round.

A Maravilla le habría alcanzado con bailotear por el ring escondiéndose de Chávez Jr. Podría haberse conformado con dejar pasar los últimos tres minutos para hacer realidad su consagración. Pero no. Optó por cruzarse en el cuerpo a cuerpo con un adversario jugado a todo o nada. Estaba demasiado cerca del mexicano. Se exponía a que, incluso al borde de la derrota, el hijo de una de las máximas leyendas del boxeo encontrara ese golpe que lo rescatara de la oscuridad.

Y pasó justamente eso. Chávez Jr. tuvo a Martínez contra las cuerdas y lo derribó. El cuerpo del argentino tocó la lona y recibió la cuenta de protección del árbitro estadounidense Tony Weeks. Había sentido el impacto. Sus piernas tambaleantes no presagiaban un buen final. Y Walter Nelson gritaba “¡salí de ahí, Maravilla!”. Tenía razón. El quilmeño podía arruinar todo por ese arresto de inoportuna bravura. Faltaba apenas un minuto y medio. Una eternidad.

La victoria ya quedó en la historia. Maravilla es campeón mundial mediano del CMB. 

No logró reponerse con rapidez y unos segundos después volvió a caer, pero en esa ocasión por un resbalón. Se abrazó al cuerpo de Chávez Jr. como un náufrago que se aferra a una tabla en medio del océano. El reloj, de pronto, se convirtió en aliado y la gloria fue para el argentino. Consiguió un holgado éxito en las tarjetas. Adalaide Byrd lo vio ganar por 118-109, Stanley Christodoulou (el árbitro de la mítica pelea entre Víctor Galíndez y Richie Gates en 1976) por 117-110 y Dave Moretti por 118-109.

La súplica de Walter Nelson quedó en el recuerdo como una anécdota de uno de los triunfos más importantes del boxeo nacional. ¡Salí de ahí, Maravilla! ¡Ya sos campeón del mundo!