Actualidad religiosa

Sacerdotes denigrados, sacerdotes cancelados

Varios sacerdotes que siguen con atención las enseñanzas del Papa Francisco me han manifestado su desazón y su pena porque han registrado la frecuencia con que Su Santidad denigra a los presbíteros. Los ha llamado “amargados (cara de bacalao), solterones, oficinistas de los sacramentos, ambiciosos, chismosos, trepadores…”, y otros calificativos denigrantes. Una falta de justicia y de caridad.
Hay miles de sacerdotes en el mundo; entre ellos no pueden faltar algunos a quienes les cabe algún epíteto de los que acumulan las acusaciones de Francisco. Pero las generalizaciones de éste en sermones, catequesis, y mensajes contradice la verdad, y lo que resulta escandaloso es que se apartan radicalmente de las afirmaciones del Concilio Vaticano II, que ha dedicado el Decreto Presbyterorum Ordinis a hablar del ministerio y la vida de los sacerdotes. Cito algunos pasajes de ese texto: “Configurados a Cristo Sacerdote por el sacramento del Orden, recibieron ciertamente la señal y el don de tan grande vocación y gracia para sentirse capaces y obligados, en la misma debilidad humana, a seguir la perfección según la Palabra del Señor: ‘Sean perfectos como es Perfecto el Padre que está en el Cielo’ (Mt 5, 48). Los sacerdotes están especialmente obligados a adquirir aquella perfección… porque son elementos vivos del Sacerdote Eterno para conseguir más aptamente la perfección de Aquel cuya función representan… Se ordenan a la perfección de la vida por las mismas acciones sagradas que realizan cada día, así como por todo su ministerio” (P.O 12). En el número siguiente el Concilio “exhorta vehementemente a todos los sacerdotes a que se esfuercen siempre hacia una mayor santidad; eso los hará más aptos para el servicio del Pueblo de Dios” (P.O 13).
El ideal que recuerda el Concilio es la unidad y armonía de la vida, que procede de la imitación de Cristo en el ejercicio del ministerio; es la caridad pastoral, rasgo que distingue al sacerdote diocesano de los religiosos, a los que el Concilio les dedica el Decreto Perfectae caritatis. En Presbyterorum Ordinis se afirma, también, que de la unidad de vida proceden “el consuelo y una inmensa alegría” (P.O 14). Llama la atención la diferencia de esa perspectiva teológica y espiritual respecto de la mezquina perspectiva sociológica de Francisco en su denigración de los presbíteros. No se percibe esto en las enseñanzas de Juan Pablo II, y Benedicto XVI, que han honrado a los sacerdotes.