LA MIRADA GLOBAL

Rusia, la potencia irresponsable

El 26 de junio de 1945, en la ciudad de San Francisco, California, se firmaba la Carta de las Naciones Unidas, que -por el empeño de todos- entró rápidamente en vigor el 24 de octubre del mismo año. Se trata, obviamente, de un documento vinculante para todos los Estados Miembros de la organización multinacional. 

  La Federación Rusa, que entonces era la Unión Soviética, fue -recordemos- uno de los firmantes originales de la mencionada Carta. En rigor, fue uno de los firmantes privilegiados, puesto que desde el vamos contó con un derecho de veto a su favor en el Consejo de Seguridad. 

  En diciembre de 1991 Boris Yelsin notificó a las Naciones Unidas que la Federación Rusa reemplazaba en la membresía a la Unión Soviética. Por ello, la Federación Rusa está hoy obligada a ``preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra''. También a prevenir y eliminar las amenazas a la paz, lo que supone que ella misma no puede, de la noche a la mañana invadir a otro país y transformarse en una nación agresora que ignora olímpicamente los postulados de la Carta de las Naciones Unidas. Está, en cambio, obligada a resolver sus controversias internacionales por medios pacíficos. Todo lo contrario de lo que supone invadir, sin razones valederas, a Ucrania, otro Estado Miembro de las Naciones Unidas, independiente por cierto.

  La circunstancia de que la Federación Rusa haya decidido ignorar completamente sus compromisos derivados de la Carta de las Naciones Unidas la transforma en una potencia irresponsable, conducida por un Vladimir Putin autoritario, que trata de imponer su voluntad a la comunidad internacional toda. 

  La Federación Rusa tardará años en recuperar la confianza que algunos, en el exterior, habían equivocadamente depositado en ella. Entre ellos, el Estado argentino donde la actual vicepresidente no ocultó el deslumbre que sentía, equivocadamente, por el audaz líder ruso Vladimir Putin, que hoy debe ser considerado, quiera o no, como criminal de guerra, que ha cometido y sigue cometiendo aberrantes delitos de lesa humanidad, por los que en algún momento deberá ser juzgado por un tribunal judicial independiente. 

  Por la vinculación originaria de la Federación Rusa con las Naciones Unidas y los compromisos que ello supone, la invasión a Ucrania resulta absolutamente imperdonable y afecta directamente la confiabilidad rusa, que hoy es prácticamente inexistente.

  No es fácil imaginar el camino a recorrer por la Federación Rusa para tratar de recuperar la confianza extraviada. Puede, sin embargo, concluirse que no será tarea fácil, ni mucho menos rápida. La tropelía rusa es demasiado grande como para ser ignorada y lo ya sucedido respecto de Crimea y Sebastopol, tratado con alguna ligereza por la comunidad internacional no puede volver a repetirse. Sencillamente, porque parece evidente que la Federación Rusa malinterpretó las consecuencias de su conducta con relación a Crimea y Sebastopol, que no recibió una repulsa con la intensidad que evidentemente correspondía. Creyó entonces que tenía una "patente" que la preservaría del rechazo generalizado. Se equivocó y cayó en el error grosero de invadir agresivamente a Ucrania, empeorando aún más las cosas en materia de credibilidad. 

 Que una potencia titular del derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, nada menos, haya invadido Ucrania habla mal de su criterio y de su peligrosamente equivocada actuación en el mundo. Muy mal. Rusia deberá, en más, abrazar la legalidad y no cometer nuevos errores graves que han terminado resintiendo su imagen exterior y evidenciando la que ha sido una alarmante falta de prudencia y un claro exceso de torpe arrogancia.

RELACIONES ANORMALES
 

La pacificación de Ucrania no será fácil. La acción militar rusa ha afectado profundamente los principios que, en su momento, hicieron nacer a las Naciones Unidas. Fundamentalmente, el objetivo común de ``desterrar la guerra''.  

Mientras Putin sobreviva políticamente Europa permanecerá intranquila y las relaciones entre las potencias del mundo serán anormales.

  Violar la soberanía, la independencia y la integridad territorial de un Estado socaba inevitablemente los cimientos mismos de los esfuerzos por mantener la paz y seguridad en el mundo y obliga a toda Europa a mirar con mucha desconfianza hacia el Este. Por razones que hoy son evidentes. Rusia no es confiable. Por esto, la presencia de Vladimir Putin en el gobierno ruso es, en sí misma, un manantial cada vez más grande de preocupación y desconfianza. 

  Los crímenes de guerra cometidos por las autoridades nacionales rusas no pueden, por lo demás, quedar impunes. Han sido demasiado evidentes y el resultado de una actitud desafiante que ha desequilibrado las relaciones rusas con Occidente.

  El mundo de los próximos meses al menos, estará caracterizado por la fragilidad, la desconfianza y la inseguridad. Nada que celebrar.