En la calle y el palacio la oposición apura el paso. Hoy se espera una nutrida marcha de protesta por los salarios universitarios, mientras en el Congreso se vienen reuniendo legisladores peronistas y radicales con sus gobernadores para aumentar el gasto público, esto es, para dinamitar la estabilidad lograda por el dúo Milei-Caputo. La pelea con el gobierno por plata en el Congreso es el primer round; el último, las elecciones del año viene.
Los medios toman parte en la batalla difundiendo encuestas que arrojan una incipiente baja en la popularidad del presidente, como consecuencia del ajuste fiscal. No hay completa certeza de que esto sea así, pero de lo que sí la hay es que el dólar está al mismo precio de hace ocho meses y hay calma en los mercados, que habían estallado en 2023 tras el plan “platita” de Sergio Massa que llevó al peronismo a la más calamitosa derrota de su historia.
Milei no cambió la receta que lo llevó al poder; el peronismo, tampoco la que lo expulsó del poder. ¿Qué cambió, entonces? ¿Por qué el desgaste? ¿Por qué el supuesto giro del electorado?
Juzgar al gobierno libertario con los mismos parámetros con que se ha analizado la política en los últimos 40 años, puede derivar en otro fracaso de los pronósticos. Nadie vio venir a Milei, nadie vio hundirse al peronismo, nadie imaginó que el macrismo marcharía tan rápido al desguace.
Además, la actual situación difiere sustancialmente de las de 2023. Hay estabilidad macro y quedó demostrado que la restricción monetaria hace bajar perpendicularmente la inflación. También que la inflación crea más pobreza que el ajuste, más allá de lo que digan quienes ocuparon la Casa Rosada en cuatro de los cinco turnos presidenciales de los últimos 20 años hundiendo a la mitad de la población en la pobreza.
En materia electoral, el Congreso aprobó ayer el proyecto de boleta única de papel. Ese cambio de las reglas de juego puede ser tan deletéreo para la “casta” como el de la baja de la inflación. El robo de boletas, el voto en cadena y otras formas de falseamiento de la voluntad popular pueden convertirse en historia. El peso de las maquinarias electorales se reduciría en beneficio de la transparencia.
Otro factor que debe definirse antes de medir la intención de voto para el año próximo es el de las internas. En el peronismo la oposición está en manos de Cristina Kirchner que no tiene sucesor, ni propuesta competitiva. Insiste con el despilfarro y el emisionismo que la llevaron al fracaso. ¿Resultará atractivo para los votantes en 2025, lo que rechazaron en 2023?
Los radicales, en tanto, oscilan como el PRO entre la alianza y la ruptura con un gobierno que ha comenzado a organizar su propia “casta”. El sábado dio el primer paso en esa dirección en Parque Lezama con un carnaval escatológico que no le suma nada a su líder, porque ahora no es candidato, sino presidente. Lo que le permitiría repetir el triunfo de 2023 es presentarse como el garante de la estabilidad y no seguir maltratando a una dirigencia tan desprestigiada como ineficaz, por más ruido que trate de hacer en el palacio y en la calle.