UNA MIRADA DIFERENTE

Réquiem número…

Dos dramas que deberían servir para reflexionar, si alguien quisiera reflexionar.

Doloroso momento para quienes aún quieren creer que ésta es su patria. La muerte absurda y cruel de dos compatriotas enluta y entristece a las personas de bien, y hace preguntarse si éste es el hogar común en que se quiere transcurrir la vida.  

Un poco peor es la sensación que en pocos días, más allá de operaciones políticas e hipocresías vergonzosas, se olvidarán estas tragedias sin que se haya sacado ninguna conclusión, sin que nadie conecte lo que hace o no hace con este resultado dramático, como si la culpa fuera exógena, de los otros, de alienígenas crueles y despiadados, pretendiendo creer que la pugna por mantener las seudo conquistas de seudo derechos no afectan el derecho de los demás, que se puede estirar la cuerda indefinidamente sin que se corte… y que siempre se corte por los que nada tiene que ver, por los decentes, por los sanos, por la gente. 

Las dos muertes, o crímenes, son mucho más que un resumen de la trama policial-judicial-mafiosa, son un espejo donde se puede ver una sociedad horrorosa, disuelta, corrupta, vendida, sin principios, sin responsabilidades, sin compromiso ni rumbo. El reinado de la instantaneidad, del oportunismo, del cinismo, del odio, de la envidia, del privilegio y del acomodo. 

Es posible preguntarse si se llega a este estado de cosas por causa de la política y los políticos, o si, viceversa, la política llega a lo que ha llegado a ser para captar a quienes han llegado a este nivel de deterioro social. La vieja disyuntiva de Tocqueville cuando planteaba que el peligro que más afectaría a la democracia era que los políticos para conseguir el voto de los ciudadanos cayeran en la demagogia, o que los ciudadanos terminaran demandando esa demagogia de los candidatos para votarlos.

Una cómoda ignorancia de la población le hace creer que no tiene participación alguna en dramas como los del jueves pasado. No les interesa comprender que con los piquetes, el acomodo, el nepotismo, el prebendarismo, la trampa, los juicios laborales inventados, el sindicalismo rico, el desorden sistemático y rentado en todos los sistemas, la coima, el apriete a los planeros, las jubilaciones sin aporte, el trabajo en negro, la compra de fallos, la asociación ilícita de los licitadores y tercerizadores con el estado, la reivindicación de causas absurdas, los subsidios, los controles de precio, los corralitos y cepos, el invento de juicios contra el estado en complicidad con los funcionarios, los tipos de cambio múltiples y arbitrarios, los dólares a futuro vendidos a los ladrones con disfraz de empresarios, la destrucción sistemática de la educación en nombre de un nacionalismo de ignorantes, el proteccionismo y el estatismo que hace billonarios a los amigos que contratan con el gobierno de turno, se desemboca siempre en tragedias humanas. 

Ese gran vendedor de humo que es Jaime Durán Barba sostiene que lo que la sociedad está cansada y no quiere que se le haga hacer más sacrificios. Y entonces prefiere votar personajes pintorescos, divertidos, que no le propongan más sacrificios ni le prometan más etapas difíciles. Una parte de esa sociedad disfrutó alegremente de los beneficios del populismo y la demagogia que ha traído al país hasta esta situación de virtual disolución. De modo que la reflexión no tiene valor universal. De todos modos, eso es lo mismo que decir que la sociedad está en busca de un pase de magia, o de un milagro. 

UN CAMBIO, SIN CAMBIAR

Sí, parece cierto que la sociedad quiere un cambio. Sea lo que fuere que ello signifique. Quiere un cambio, pero no quiere cambiar. Quiere que alguien se ocupe de su seguridad, pero si eso lo afecta en cualquier aspecto no lo quiere. Quiere a alguien que baje la inflación. Pero no que baje el gasto que le conviene o lo favorece. Que controle los precios, pero no los precios propios, que libere el mercado cambiario cuando quiere vender, pero que lo controle cuando quiere comprar, quiere que los sueldos sean altos por decreto, pero que no haya desempleo, quiere que se detenga el delito, salvo cuando usa el desorden en su beneficio. Quiere competencia, pero no en los productos que cada uno vende. Quiere que se pueda exportar más, sin importar más. Quiere un mundo feliz. E inexistente. 

Por eso los planes de los candidatos son necesariamente difusos, poco precisos, vagos, oportunistas y cambiantes, para no correr el riesgo de decir lo que los votantes no quieren escuchar. Como ya se ha dicho en este espacio, ese es un buen camino para encontrarse de frente con la realidad, o mejor dicho, para chocar de frente con la realidad. 

La grave situación del país, en el aspecto que se quiera analizar, no aconseja fomentar esperanzas que no tienen sustento. Aún la mejor de las propuestas requerirá tiempo, sacrificios y esfuerzos. Afirmación que se enfrenta con las exigencias de conseguir votos. 

Porque el riesgo mayor no es simplemente el fracaso de un partido o una propuesta. El riesgo mayor es que como resultado de una gran desilusión se termine consolidando la perpetuidad del populismo.