CLASICA Primer concierto de abono de la Orquesta Estable del Colón

Repertorio ruso para el regreso

Orquesta Estable del Teatro Colón. Programa con obras de Aram Kachaturian y Dmitri Shostakovich. Dirección: Julian Kuerti. Solista: Freddy Varela Montero (violín). El viernes 15 en el Teatro Colón.

Un programa dedicado al repertorio ruso abrió con mucho entusiasmo y concurrencia la intervención de la Orquesta Estable dentro de su ciclo anual, fuera del repertorio natural de sus intervenciones operísticas. Y para ello acometió un programa de dos obras de compositores rusos de diferentes características y regiones.

En esta ocasión se trajo como invitado al destacado director de origen canadiense, nacido en Toronto hace 47 años, Julian Kuerti, de una sólida carrera internacional y que tuvo intervención en nuestro teatro en ‘Rusalka’, de Dvorak, siete años atrás.

Pasando entonces al programa establecido, la primera parte se refirió al compositor de origen armenio nacido en Tiflis, la capital de Georgia, Aram Kachaturian (1903-1978), merced a su conocido Concierto para violín y orquesta en Re menor, que data de 1940 y que fuera dedicado al virtuoso del instrumento David Oistrakh.

En esta interpretación tuvo lucida intervención el actual concertino de la Orquesta Estable, Freddy Varela Montero, de origen chileno, donde inició estudios en su ciudad de origen, Concepción, a los siete años, completando sus estudios superiores en los Estados Unidos.

En este retorno a la condición de solista del concierto volvió a demostrar su natural empatía con la orquesta y entregó una versión atractiva a partir del primer movimiento. Y sobre todo, cerrando en el Allegro vivace con su arco preciso y vibrante junto a la conducción solvente del director y sus compañeros. Una versión que en poco más de media hora resultó un atractivo previo al cierre de la función. que constituyó realmente un lucimiento aún mayor del organismo.

UN HEROE

Y decimos esto porque la propuesta de la Sinfonía Nº 5 en Re menor op 47 de Dmitri Shostakovich es un verdadero referente histórico para el género por sus peculiaridades, por su rehabilitación personal en 1937 en plena era stalinista que le produjera críticas mordaces, y luego su continuidad compositiva e influencias malherianas reconocidas en su métier, lo rehabilitaron como sinfonista hasta alcanzar, como es sabido, quince producciones en este género.

Escrita en cuatro movimientos (Moderato. Allegreto, Largo y Allegro non troppo), requiere un orgánico numeroso y allí se advirtió como adalid del concierto, en un trabajo enjundioso y preciso, al canadiense Kuerti, que memorísticamente demostró su conocimiento absoluto de la partitura con una gestualidad precisa de entradas. Sus indicaciones e inclusive su garra, si cabe, fueron notorias, cerrando con los enfáticos compases finales como un verdadero héroe del concierto, en una obra sinfónica con una larga extensión, de cerca de cincuenta minutos. Fue un cierre de pleno impacto que se prolongó en aplausos para el director y los músicos.

Calificación: Muy bueno