Por Danilo Albero
Cuanto tenía 6 o 7 años -plena Guerra Fría- era fanático lector de Selecciones del Reader’s Digest, de ella recuerdo la página Citas citables. Desde entonces, me aficioné a citas y proverbios y, entre las joyas de mi biblioteca, están el inhallable Dictionary of Military Quotations de Trevor Royle y varios refraneros españoles.
Citar deriva del latín cito, verbo polisémico y polimorfo, de sentido más ambiguo que en español (poner en movimiento; convocar; cantar; proclamar; provocar una pasión).
Pienso si no sería bueno agregar otra definición de Homo sapiens a las existentes -Homo legens, Homo faber, Homo ludens, Homo pugnans-; Homo citans, hombre que cita, lo que a muchos lleva a ser un Homo citandus (acreedor de ser citado).
El Homo legens puede sintetizar lecturas en una cita y devenir Homo citans. Porque, en el paso por este valle de lágrimas, queremos resumir nuestra vida y obra en alguna cita; personalidades conscientes de que son protagonistas de un suceso digno de aclamación tienen lista la suya y “espontánea”; Julio César con sus Alea jacta est y Veni vidi vici. O “Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”, de Neil Armstrong.
A su vez, las citas se emparientan con proverbios y adagios, y pueden tener una que la retruque o contradiga -por lo general con mala leche-. Algunos oficiales de Patton y su edecán, en la campaña del norte de África, le acuñaron el mote con el cual fue conocido: “sangre y cojones” (blood and guts); que muchos de sus soldados retrucaban, en voz baja, una versión cuartelera: “los cojones son los de él, pero la sangre es nuestra”.
En Adagios del poder y de la guerra y teoría del adagio, Erasmo de Rotterdam reseña orígenes de aforismos, proverbios, sentencias, leyendas y moralejas, y observa que una de las características de adagios, dichos y proverbios es que pueden utilizarse con diferentes sentidos, así “tonel agujereado”, puede aplicarse a olvidadizos, inútiles o desagradecidos. También reflexiona sobre cómo el cambio de una palabra, se adecua para adaptar el adagio: “regalos de enemigos no son regalos” -basado en la sentencia Hostium munera non munera- puede mudar a: “regalos de pobres, aduladores, o poetas no son regalos”.
EL OSO Y EL JARDINERO
Las moralejas, suelen sintetizar cuentos o fábulas, tal el caso con que culmina la fábula de La Fontaine L’ours et l’amateur de jardins (El oso y el jardinero): Rien n’est si dangereux qu’un ignorant ami; / Mieux vaudrait un sage ennemi (Nada más peligroso que un amigo ignorante / mejor valdría un enemigo sabio).
Vale la pena resumir la fábula: un jardinero solitario se hace amigo de un oso, también solitario, pero lelo. El plantígrado lo sigue a todas partes espantándole mosquitos y moscas, una tarde cuando el jardinero duerme la siesta a la sombra de un árbol, un mosquito se posa en su nariz, ante sus intentos fallidos de ahuyentarlo, el oso toma un adoquín y lo estrella contra el mosquito, la nariz y el cráneo. De allí deriva la expresión le pavé de l’ours (el adoquín del oso), alude a quien, intentando ayudarnos, nos provoca un daño. Los brasileños tienen un equivalente chusco: fazer um favorzinho de merda.
Tres siglos después de Erasmo, en el prólogo de Gombo Zhébes (1895), antología de proverbios en dialecto Creole –de Haití, New Orleans, Martinica, Islas Mauricio y Trinidad–, Lafcadio Hearn observa: “Algunos de estos proverbios son ingeniosos y convocan sonrisas, otros parecen insípidos, enigmáticos o sin sentido. Pero la mayoría de los dichos utilizados por los negros demandan, por su colorido o eficacia, de una explicación; tienen el poder camaleónico de cambiar de matiz y sentido de acuerdo a la suerte donde están ubicados. Los dichos de esta categoría son susceptibles, según las circunstancias, de numerosos empleos; el arte de acudir a un mismo proverbio para diferentes situaciones es uno en el cual el negro no tiene rivales”.
Luego de transitar las reflexiones de Erasmo de Rotterdam, interesante releer, en Gombo Zhébes la evolución que hicieron los negros esclavos en dialecto dreole de un proverbio francés, adaptado a su realidad. En uno de ellos, la versión original es: Il va chercher le baton pour se faire battre (Él va a buscar el bastón para que lo golpeen), utilizado cuando, en una discusión, uno de los polemistas ofrece elementos para que su rival argumente en su contra ─“los cojones son los de él, pero la sangre es nuestra”─. En el caso de los esclavos de Lousiana lo volcaron al dialecto creole dentro de su cosmovisión: Mo va pas preté vous baton pu cassé mo latete (no te voy a prestar un garrote para que me rompas la cabeza), advertencia que cualquier discusión con el amo o capataz ofrece motivos para ser castigado.
A veces, las citas pueden ser boomerangs, retornan a quien las arrojó. Y Homo citans, deviene Homo citandus.