Reforma laboral

Señor Director:

Uno de los puntos principales para que nuestro país comience a superar la gravísima situación social que atraviesa (sin perjuicio de mantener la lucha contra la inflación como primera urgencia) es el favorecimiento de la creación de empleo genuino.  Fruto de la iniciativa y actividad privada, desde ya. Para ello resulta fundamental modificar la normativa laboral para adecuarla a los tiempos de crisis, dado que en general se ha dictado (y por lo tanto fue pensada) para tiempos donde la falta de trabajo no era un problema de peso. Hoy y desde hace un tiempo la realidad no es la misma. La regulación vigente otorga nutridas protecciones y garantías a quienes tienen la

suerte de estar empleados -quienes no serían alcanzados si se sancionan los cambios necesarios-, pero opera como una barrera para quienes buscan colocarse.

Es muy ilustrativo lo que se está viendo en los edificios de propiedad horizontal. Los consorcios que ven extinguido el vínculo con su encargado permanente -por

jubilación del trabajador, por ejemplo- en muchos casos no contratan ya uno nuevo. Se limitan a buscar una empresa de limpieza para mantener los sectores en común aseados y nada más, dados los costos que implica la modalidad tradicional. Para una empresa como las que normalmente demandan mano de obra (PYME) hoy no resulta atractivo tomar personal en razón del costo que normativa vigente implica. Incluso dos o tres pleitos laborales más o menos importantes implican eventualmente hasta el riesgo de ir a la quiebra. Debiesen contemplarse algunas alternativas que serían provechosas. Por ejemplo, salir del principio de presunción de indeterminación del plazo en el contrato de trabajo, fortaleciendo la modalidad a plazo fijo; terminar con el sistema de presonería gremial otorgando a los trabajadores total libertad para agremiarse, negociar sus propios Convenios Colectivos y ejercer la totalidad de los derechos colectivos que las leyes (evidentemente violatorias del clarísimo segundo párrafo del artículo 14 bis de la Constitución) ponen en cabeza de una única organización; etc.

El actual statu quo no alienta la contratación para quienes quisieran incorporar empleados ni favorece a quienes buscan trabajo. En definitiva, parecería que los únicos interesados en mantener el estado de cosas tal como está son los eternos (y hereditarios) dirigentes sindicales. Esperemos que esta tan desprestigiada versión de “la casta” no termine por frenar los cambios imprescindibles, saliéndose con la suya.

 

ALEJO ANDRES LIENDO

DNI 20536730

wallech@hotmail.com