Desde 1989 la cooperativa El Ceibo fomenta la economía circular como uno de sus pilares fundacionales y de inclusión
Reciclar basura para mejorar la calidad de vida
El trabajo de 300 socios permite separar el material reciclable y venderlo a empresas que lo necesitan y lo reutilizan. El proyecto tiene un impacto social positivo, ya que algunos de los participantes forman parte de programas de rehabilitación.
En el corazón de Buenos Aires, junto a la bulliciosa autopista Arturo Illia y la calle Salguero, se encuentra un inmenso galpón que alberga mucho más que materiales reciclables. Es el hogar de El Ceibo, una cooperativa de recuperadores urbanos que ha transformado la vida de cientos de personas, brindándoles dignidad, oportunidades y un futuro más prometedor.
En el ingreso al predio de reciclaje unos neumáticos pintados de rosa, naranja y celeste decoran los rincones transformándolos en improvisadas macetas de unas plantas llenas de flores. Es la primera imagen que recibe el recién llegado dando pie a un mensaje de reutilización sustentable.
La cooperativa cuenta con alrededor de 300 trabajadores, casi la mitad son mujeres, distribuidos en sus tres sectores: la planta de reciclaje, la logística (con sus camiones) y la recolección puerta a puerta. En esta última área, se han establecido vínculos con muchos vecinos, quienes ya conocen los horarios y días de recolección. Además, los acuerdos con empresas, universidades, colegios públicos y privados, entre otros, garantizan una fuente constante de residuos para reciclar. En total la cooperativa llega a manejar 20 toneladas de residuos por día.
El esfuerzo colectivo de estos trabajadores, sumado al apoyo económico del Gobierno de la Ciudad, les ha permitido no solo formalizar su labor, sino también mejorar significativamente su calidad de vida y la de sus seres queridos.
IMPACTO SOCIAL
En el predio junto a la autopista, una flota de camiones descarga constantemente decenas de bolsas llenas de basura en un rincón de la planta de reciclado donde se encuentra el primer eslabón del proceso de la economía circular que allí se desarrolla.
Cuatro mujeres van volcando las bolsas en la cinta transportadora que sube los residuos hacia el espacio de separación. Allí otras 12 personas trabajan separando materiales reciclables como nylon, botellas PET, tetra pack y vidrio que luego, junto a los cartones acopiados en otro rincón, serán empaquetados para su venta a empresas que los reutilizaban en la fabricación de nuevos productos. Este proceso transforma materiales desechados en recursos valiosos para la industria.
“Todo esto surgió de un grupo de mujeres, liderado por Cristina Lescano en 1989”, señaló a La Prensa Matías Ojeda Lescano durante un recorrido por las instalaciones del galpón que en 2003 el Estado les proporcionó para clasificar los residuos.
Así, en medio de la hiperinflación que asolaba a Argentina, Cristina, una madre soltera que había perdido su trabajo y su hogar, se encontró rebuscando en la basura para alimentar a su hijo. Junto a otros en situaciones similares, decidió organizarse y formar una cooperativa que les permitiera trabajar juntos y obtener mejores precios por los materiales que recolectaban.
"Transformó no solo mi vida. Yo creo que, si no hubiera seguido en una casa tomada o en otro lugar así, mucho peor de que estamos hoy. Ella nos cambió la vida a la mayoría de los que tuvimos contacto con ella", recuerda Matías, hijo de Cristina y actual presidente de la cooperativa, sobre los inicios de El Ceibo y el impacto que tuvo su madre en la vida de tantas personas.
El Ceibo creció rápidamente, pasando de un pequeño grupo de mujeres a una organización de 300 miembros de ambos sexos que trabaja desde las 7 a las 15 de lunes a viernes. “Tenemos 500 currículum de personas que quieren venir a trabajar acá. Por el momento no tenemos más lugar, pero seguimos esperanzados por crecer y que el proyecto progrese”, resaltó Matías.
INCLUSIÓN
Su enfoque, basado en la educación y la inclusión, los convirtió en pioneros en el campo del reciclaje en la Argentina.
"Lo que en los países desarrollados ya venían haciendo las empresas de higiene ambiental, acá quedó en manos del último eslabón de la escala social, los que habían perdido todo, o casi todo", reflexionó el presidente de El Ceibo.
La cooperativa no solo se dedica a recolectar y clasificar residuos, sino que también ha desarrollado un taller donde transforman los materiales en nuevos productos, como cuadernos, macetas y lámparas. "Para nosotros la basura no es basura, sino que es insumo, son materiales que recuperamos diariamente y transformamos desde nuestro acopio en distintos tipos de productos. Es un oficio muy genuino lo que hacemos que también genera trabajo con inclusión para todos los compañeros, tanto jóvenes como adultos", explicó a La Prensa Ana María Sánchez, una de las trabajadoras del taller que hace 15 años se sumó al proyecto.
En las estanterías, un despliegue de botellas de vidrio de todos los colores y formas cuentan historias de metamorfosis. Los frascos de perfume, otrora guardianes de aromas exquisitos y costosos, se revelan como obras de arte en miniatura, testimonio del talento de sus creadores. Junto a ellos, las botellas de licores importados, con su cristal tallado, invitan a imaginar mundos lejanos y brindis sofisticados.
Con paciencia, tres trabajadores van lijando con cuidado los bordes de varias botellas que serán vendidas posteriormente como floreros, lámparas, terrarios, organizador de escritorio, porta velas y joyero, entre otros usos.
“Acá cada uno va aprendiendo a cómo maniobrar los materiales y les enseña a los demás sobre cómo mejorar el trabajo artístico”, explicó Ana María.
Pero el impacto de El Ceibo va más allá del reciclaje. La cooperativa brinda a sus miembros acceso a un trabajo formal, con horarios, salario digno, obra social y oportunidades de capacitación. "Dejar la calle a esto es una plata fija por mes, no tenés que fijarte si ese día vas o no a comer, dependiendo de lo que juntes", comentó Matías sobre la importancia de la cooperativa para sus miembros y sus familias.
El Ceibo también se ha convertido en un espacio de inclusión social, brindando oportunidades a personas que han estado en prisión, han luchado contra adicciones o simplemente no han tenido acceso a un trabajo formal. "Intentamos arreglarlo, los ayudamos a buscar un lugar donde se puedan atender, lo que sea. Si después de muchas oportunidades que le damos, sigue sin interesarle consideramos que ya no quiere pertenecer, porque acá siempre estamos dispuestos a escuchar y a tratar de que mejoren, porque eso es lo que empezó a hacer Cris", señaló el joven.
LEGADO
A pesar de los desafíos, como la falta de recursos y la necesidad de seguir creciendo, El Ceibo se mantiene firme en su misión de transformar vidas y cuidar el medio ambiente. "Tenemos que apostar a más. Después vemos dónde llegamos, pero siempre tenemos que apostar a más, como ha sido ella", concluyó Matías, recordando el legado de su madre.
Una mirada similar sostuvo Ana María emocionada al recordar a Cristina. “Esto es un trabajo de hormiga de 30 años. En su momento, la fundadora, Cristina Lezcano, impulsó todo este proyecto con un gran esfuerzo junto a otras mujeres. Nosotros hoy tenemos un legado que hay que seguir sosteniendo para que la cooperativa crezca. Es una herencia muy importante porque ha sido una referente crucial para todos”, afirmó con determinación la mujer que hoy está a cargo del taller de la iniciativa de reciclaje.
También recalcó que “Cada rincón de la planta, uno que trabaja hace muchos años, más allá de que su imagen esté impresa en la pared, está también en el corazón. Eso no se borra jamás. Entonces, hablar de ella es como referirse a la madre del proyecto, de todo, del empuje a todos para hacerlo”.
El Ceibo es un ejemplo inspirador de cómo la organización, la solidaridad y la visión pueden transformar realidades y construir un futuro más justo y sostenible para todos. Es un recordatorio de que la basura no es solo desecho, sino una oportunidad para crear, innovar y, sobre todo, dignificar el trabajo de quienes se dedican a recuperarla.