Ramones, una vigente pasión nacional

Marky, el legendario baterista, revivió la mística de la banda en el Teatro de Flores.


Recital de Marky Ramone’s Bliztkrieg. Músicos: Marky Ramone, batería; ‘Pela’ Urbizu, voz; Marcelo Gallo, guitarra, y Martín Sauan, bajo. El martes 3 en el Teatro de Flores.


 

“El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios...Pero hay una cosa que no puede cambiar, Benjamín: no puede cambiar de pasión", le decía Pablo Sandoval (Guillermo Francella) a Benjamín (Ricardo Darín) en ‘El secreto de sus ojos’. Y eso son los Ramones, una pasión que vaya a saber uno por qué motivo caló tan hondo en los argentinos, un sentimiento que uno podría pensar que retrotrae a quienes acuden al show a esa adolescencia donde algunos que creían en milagros, le pedían a la novia que no los dejara, no deseaban vivir su vida de nuevo e incluso no querían crecer.

Pero esa creencia chocó con una realidad muy distinta cuando en el Teatro de Flores encontró que casi la mitad del público presente eran adolescentes, por lo que no habían nacido cuando la banda de Nueva York colgó los instrumentos allá por 1996.

Entonces. ¿cómo puede justificar alguien esa pasión que genera una banda en el público argentino, que llena una sala para escuchar sus temas de la mano de Marky Ramone? Es fácil, la pasión y los sentimientos no se pueden explicar.

 

LA HORA SEÑALADA

Eran exactamente las 21 cuando el clásico one, two, three, four..., el grito que da comienzo a las canciones de los Ramones, atronó en la lluviosa noche porteña. Sobre el escenario, el cuarteto que pasea el espíritu ramonero está compuesto por Marky Ramone, segundo baterista de la legendaria banda y quien más tiempo estuvo detrás de ese instrumento, quien no parece tener esos 71 años que marca el documento; es más, toca como si aún fuera ese joven de Queens de los ’70. Junto a él, Iñaki Urbizu, el ‘Pela’, se pasea por todo el escenario, no imita a Joey y no tiene por qué hacerlo, su carisma y su potencia bastan para elevar bien alto las canciones de la banda. Lo mismo hacen los locales Marcelo Gallo y Martín Sauan, en guitarra y bajo, respectivamente, ex miembros de Expulsados.

Dos horas y cuarenta y cinco minutos fueron suficientes para un recital que rememoró de la mejor manera al cuarteto de NYC. ‘Do You Wanna Dance’, abrió el fuego y le siguieron ‘Havanna Affair’, ‘Commando’, ‘Shenna Is a Punk Rrocker’ y ‘Rockaway Beach’, entre otras, que lograron que el público arrancara bien arriba sabiendo que iba a ser una noche especial.

 

PURA PASION

No hubo descanso. A la mitad de la noche sonaron en forma consecutiva tres de los temas preferidos por el público local: ‘She´s a Sensation’, ‘The KKK Took My Baby Away’ y ‘Pet Sematary’, los primeros dos del disco catalogado como el más flojo de la banda y el primero en editarse en nuestro país, ‘Pleasent Dreams’, y el tercero, de la icónica película ‘Cementerio de animales’, basada en el libro homónimo de Stephen King. La primera parte del show cerró con ‘Anxiety’ y ‘R.A.M.O.N.E.S.’, el tema de Motörhead que Lemmy les dedicó a sus amigos.

La segunda parte, que se dividió en dos tramos, fue el tiempo de ‘Needles & Pins’, ‘I Believe In a Miracles’ y los rock'n'rolles de la radio y del secundario. Culminando la noche, se calmaron los motores con el cover de Louis Armstrong ‘What a Wonderful World’ (en un claro homenaje a Joey), pero luego se encendieron con toda la potencia para la a esta altura inmortal ‘Blitzkrieg Bop’, que tiene en sus estrofas el clásico grito de guerra ramonero: “Hey Ho! Let's Go!”.

Un show impecable que volvió a demostrar no sólo la vigencia de Marky y la solidez de su banda, sino que el espíritu ramonero, por más que pasen los años, en nuestro país sigue vivo y de muy buena salud.

El sábado será el último show que brinden en nuestro país, en el mismo escenario. Quienes asistan podrán sentir esa cachetada de la adolescencia que de vez en cuando viene bien recibir.

Calificación: Muy bueno