Páginas de la historia

Ramón Gómez de La Serna

Hoy aludiremos a un personalísimo escritor español que un día 12 de enero de 1963, el destino decidió que se detuviera aquí, en tierra Argentina, donde fue enterrado por su propio deseo, el corazón de este singular escritor. Tenía 74 años.
Vivió en nuestro país casi treinta años, casi desde el comienzo de esa absurda y penosa guerra entre hermanos que se llamó Guerra Civil Española.
Bueno, la guerra en si siempre es absurda. Por eso muchos cantan cuando van a la guerra. Pero ninguno cuando regresa. Sólo aprobaría la guerra a la guerra.
Gómez de La Serna, tuvo una vida espiritualmente rica. Y la riqueza espiritual no sufre bancarrotas. Abogado a los veintidós años, jamás ejerció su profesión.
Él sentía que cuando alguien gana, alguien pierde. Y aunque ese alguien mereciese perder, él no podía ser el artífice de la derrota de nadie. ¡Sensibilidad de poeta!.
Su nombre, Ramón, era -y es- muy común en su España natal. Y grandes escritores se llamaron así: Ramón Menéndez Pidal, José Ramón Jiménez, premio Nobel de Literatura, autor de “Platero y Yo”, Ramón Pérez de Ayala. Pero cuando en su tierra se decía Ramón a secas, nuestra figura tenía el legítimo orgullo de saber que aludían a él.
En 1936, con el comienzo de la guerra en España, Gómez de La Serna emigra a la Argentina. Hace periodismo en el viejo diario “El Mundo”, en “Clarín”, en “La Nación”. Quizá esta breve semblanza, tenga origen en mi subconsciente. Porque este escritor escribía frases cortas, una especie de aforismos, aunque todos con una dosis de humor, que no le quitaban profundidad. Las llamó “Greguerías”.
Recuerdo que de chico, cuando quien escribe éstas líneas aún no pensaba en su destino de escritor de aforismos, leía las “Greguerías” con verdadera pasión.
Alguna me quedó en la memoria: “El primer beso suele robarse, el segundo, suele ser solicitado por la víctima”.
Y este, ya más profundo, refiriéndose al café de Pombo, un lugar de reunión de los intelectuales de Madrid, decía: “El café es una sociedad de calores mutuos”.
Una faceta muy curiosa de este escritor fue la de conferencista. Digo curiosa por la originalidad no sólo de lo que decía en sus charlas sino y especialmente por la forma en que lo exteriorizaba.
Ejemplos: en una ocasión, el Círculo de Escritores, lo invita a disertar sobre el equilibrio del hombre. Acepta, pero pone como condición que él elegiría el lugar de la conferencia: un circo. Lugar extraño para una charla. Le aceptan.
Cuando el público penetra, observa al orador sobre un trapecio a 15 m de altura. Y desde ese insólito lugar habló todo el tiempo...
En otra ocasión, debía dar una conferencia sobe una película de Al Jolson, el famoso cantante de jazz americano, que siendo blanco se cubría el rostro con betún, simulando ser negro.
Ramón Gómez de La Serna, aparece en el escenario y se sienta... nadie lo reconoce. Es que se ha maquillado totalmente de negro, imitando al cantante.
Otra vez, apareció en el estrado con una pequeña valija de la que extrajo una gigantesca serpiente embalsamada. En fin, esto es lo anecdótico.
Gómez de La Serna, sufrió sin duda el destierro, aunque este fue parcialmente voluntario. Claro, dejó en Madrid, prestigio, amigos, comodidad espiritual... y material. Llegó a nuestro país a los 48 años. Encontró sí, una dulce compañera. Luisa Sofovich, con la que Gerardo Sofovich tenía un parentesco y a ella unió su vida.
Y nuevos amigos, y su fortaleza espiritual, atenuaron su tristeza, tristeza de exiliado.
Publicó docenas de libros y cientos de notas periodísticas. Y en toda su obra dejó el sello de su talento, de su originalidad, de su dignidad insobornable.
Gómez de La Serna siempre supo que quién escribe para vender, no escribe, vende. Y en su sencillez de expresión abundaron ideas, principios que hacen al hombre, y al hermoso y difícil oficio de vivir.
Y creo que este aforismo que lo escribí hace tiempo, se adapta a la personalidad de este escritor: “La magia del escritor consiste en extraer vida de la vida”.