EL ANALISIS DEL DIA

¿Quién se ocupa de la gobernabilidad?

Lo que ocurrió este jueves en la Cámara de Senadores es el colofón provisorio y previsible de un proceso que venía discurriendo durante, al menos, las últimas semanas. Sería curioso que el oficialismo se sorprendiera ante datos preocupantes que ya venía registrando en distintos frentes.

En la Cámara de Diputados se amuchaban bloques peronistas y de otros sectores no oficialistas para aprobar dos reclamos: el emplazamiento a las autoridades de la comisión de Presupuesto manejada por los libertarios a tratar un aumento del financiamiento universitario y la declaración de emergencia en pediatría disparada por la crisis del Hospital Garrahan.

En el Senado, entretanto, otra aglomeración multicolor (con integración de peronistas, radicales, macristas y provinciales) reunió con número suficiente la Comisión de Presupuesto y Hacienda que el bloque libertario se negaba a abrir.

Los libertarios procuraban evitar o dilatar el avance en el Senado de los proyectos para aumentar las jubilaciones y restituir la moratoria previsional, proyectos que ya contaban con aprobación de Diputados y podían obtener sanción definitiva si el Senado las aprobaba.

Las iniciativas rechazadas por el oficialismo recibían ahora apoyos más amplios que en ocasiones anteriores, sumando respaldos de legisladores que antes, por acción u omisión, se habían mostrado con el gobierno.
 

CON LA NIEBLA SE VE POCO

El miércoles 9 de julio, alegando las complicaciones que creaba la niebla de esa mañana, el presidente Javier Milei canceló su vuelo a San Miguel de Tucumán y su participación en los festejos del 209° aniversario de la Independencia.

Pese al fenómeno meteorológico, la vicepresidenta Victoria Villarruel viajó a Tucumán. “Estoy muy feliz de estar acá –dijo, al llegar- Me siento en casa en Tucumán”.

Por cierto, el verdadero motivo de Milei para no estar presente no era la niebla, sino la confirmación de que la mayoría de los gobernadores -conectados por un chat- había decidido no encontrarse con él en los festejos. Ellos también tenían excusas: en sus provincias obviamente se celebra el Día de la Independencia y consideraban importante compartir el momento con sus paisanos. Por otra parte, no estaban comprometidos por una invitación formal: la Presidencia sólo les había girado un mail informativo.

En rigor, la toma de distancia en la que coincidieron uno y otros tenía otras motivaciones. Los gobernadores se sienten financiera y políticamente destratados por el gobierno central, que se tomó un año para reunir precariamente el Consejo de Mayo que en julio de 2024 anunció como un ámbito destinado a alcanzar acuerdos y anudar consensos.

SOMETIDOS POR LA ROSADA

Sometidos por la Casa Rosada a un parco goteo de recursos y embestidos, simultáneamente, por delegados políticos del mileísmo convertidos en competidores y opositores en el plano local, los jefes provinciales definieron en los dos últimos meses una contraofensiva conjunta: unidos, reclamarían recursos que entienden les corresponden y dejarían claramente establecido que esa exigencia en modo alguno conspira contra el equilibrio fiscal (una bandera que Milei enarbola y que ellos comparten).

En paralelo, permitirían que se note, a través de la acción de diputados y senadores nacionales sobre los que tienen influencia, que las provincias van a priorizar su propia agenda nacional. Empezaron por redactar en el Consejo Federal de Inversiones un proyecto de ley dirigido a coparticipar los aportes del Tesoro nacional (los famosos ATN) y a distribuir provincialmente el ingreso impositivo por combustibles. Con el texto listo, alentaron a sus legisladores a debatirlo y sancionarlo cuanto antes.

TODOS A UNA

Activados por el impulso de los gobernadores, todos los bloques no oficialistas del Congreso, que venían actualizando con entusiasmo su propia agenda, vieron llegar la hora de una arremetida: en principio, arrancarían de la inmovilidad los debates sobre jubilaciones y sobre emergencia en discapacidad, cajoneados sine die en comisiones legislativas encabezadas por libertarios.

Así, se dispuso el escenario de una prueba de fuerzas que se expresó primero en el ausentismo en Tucumán, de inmediato en un ataque de furia presidencial evacuado a través de micrófonos amigos y, de otro lado, en la sesión del Senado de ayer (presidida por Victoria Villarruel), que decidió avanzar con los proyectos que irritan a la Casa Rosada (y ésta promete impugnar en la Justicia y vetar, lo que permitiría verificar si el Presidente sigue disfrutando de un “veto garantizado”).

El Gobierno parece dispuesto a librar una pelea a campo abierto tanto con quienes le plantean una oposición sistemática como con quienes lo respaldan parcialmente pero objetan algunas de sus iniciativas o se diferencian de su forma a menudo áspera de expresarlas. No ha atendido las advertencias de quienes le aconsejan que no rompa lanzas con aquellos que no suponen peligros para el gobierno y que seguramente necesitará en la segunda mitad de su mandato.

“Los espero en diciembre”, desafía el Presidente, dando por sentado que entonces -después de las elecciones y una vez que se hayan conformado los nuevos bloques parlamentarios- La Libertad Avanza alcanzará una potencia temible.

Milei lee encuestas y estas le prometen una fácil victoria ante una oposición que, aunque hoy se coaligue en el Congreso, no su pera la dispersión y la ausencia de líderes y estrategias plausibles. Sin embargo, ni siquiera la victoria más rotunda dotaría al gobierno de autonomía parlamentaria; seguirá necesitando aliados si quiere hacer aprobar sus leyes.

Por otra parte, una política de ruptura con fuerzas potencialmente amigas o cooperativas puede depararle un resultado paradójico: podría llegar a tener más diputados y senadores de su fuerza violeta, pero podría perder paralelamente muchos votos legislativos que durante este año actuaron como aliados objetivos del gobierno, generando un desplazamiento hacia la oposición. La incondicionalidad, que puede ser una virtud en la disciplina castrense, otorga a los jefes cuotas de eficacia temporaria que los ilusionan, pero en política termina garantizando cápsulas de aislamiento y, en definitiva, de ingobernabilidad.

“CUI PRODEST”

Milei prefiere la guerra a la negociación, pero no es un jefe miltar; le guste o le disguste, es un político. ¿Tiene sentido que ofenda livianamente a aquellos con los que está obligado a interactuar y colaborar? ¿Tiene sentido -¿le suma o le resta?- comandar una cruzada de sus seguidores hasta contra la vicepresidenta, su compañera de fórmula, que hace esfuerzos por compatibilizar los objetivos del gobierno con el cumplimiento legal de su función? ¿Tiene sentido impulsar una campaña, en casos, personalizada, a menudo indiscriminada, a menudo ofensiva y generalizada contra “los periodistas”?.

A veces da la impresión de que Milei prefiere recortarse como jefe de una facción (así sea una facción numerosa) que como -a partir de los puntos fuertes del programa que puso en movimiento- constructor de una amplia, diversa y plural fuerza mayoritaria que trabaje por la unión nacional. Esta sería, probablemente, la mejor manera de buscar el triunfo y fortalecer la gobernabilidad.