Putin atrapado en su laberinto­

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­Hace exactamente un año, cuando llegó la noticia de la criminal invasión de Ucrania a manos de la Federación Rusa, inmediatamente recordé una de las grandes lecciones contenidas en Los Nueve Libros de la Historia, obra escrita hace 2.500 años por Heródoto de Halicarnaso, considerado con toda razón como el padre de esta disciplina. Los nueve libros son, en realidad, nueve capítulos de ineludible lectura. En el primero de ellos, dedicado a Clío (la Musa de la Historia, nada menos), este gran historiador griego se refiera a un episodio central de la vida de Creso, rey de Lidia, considerado el hombre más poderoso y rico de la Antigüedad. En un momento, entonado con sus triunfos, Creso se vió tentado a invadir el Imperio Persa, un imperio de segunda para los cánones de esa época.­

Pero, gran devoto del Oráculo de Delfos (considerado el ómfalos, el ombligo espiritual de la Hélade) antes de atacar quiso conocer la opinión de la Pitonisa, la vestal encargada de interpretar las señales desde lo alto. "¿Qué sucederá si ataco a los persas?'', preguntó Creso. "Destruirás un gran Imperio'', fue la respuesta del Oráculo consagrado a Apolo.

Animado por esta respuesta, el Rey de Lidia atacó a los persas. Ante su total sorpresa, a los tres meses estaba dentro de la ciudad amurallada de Sardes, capital de su reino, sobre una pira de leños encendidos  Allí fueron los lamentos de Creso y sus invocaciones al Dios Apolo, a quien acusó de haberlo engañado con la respuesta afirmativa de la Pitonisa. "No te engañé para nada -le contestó Apolo- debiste haberme preguntado cuál imperio destruirías al atacar, y yo te hubiera dicho que ibas a destruir tu propio Imperio. Pero no me volviste a preguntar y por eso ahora estás derrotado y en peligro de muerte''

Este mal pronóstico sobre el destino de la Federación Rusa al atacar alevosamente a Ucrania, lo escribí en "La Prensa" en las primeras semanas de marzo de 2022. Aunque no todos hubieran leído a Heródoto en ese momento, no fui el único en pensar que se trataba de una apuesta bastante tanática, para no decir suicida, por parte de Vladimir Vladimirovich Putin. Entre otros motivos porque el Producto Bruto Interno de Rusia es similar al de Italia, sus exportaciones eran equivalentes a las de Bélgica y consistían, básicamente, en ventas de gas natural y petróleo y sus derivados. Para peor, dos terceras partes de sus exportaciones y de sus importaciones provenían de los países de la Unión Europea. Si soñaba con la colaboración de China, poco podía esperar del gigante asiático, salvo buenas palabras y poca cosa más. Ocurre que Rusia representa el 10 por ciento del comercio exterior chino, mientras que los Estados Unidos y los países de Europa, sumados, componen el 80 por ciento del intercambio comercial de China con el exterior.

En cambio, Ucrania tenía el apoyo de los países miembros de la OTAN, liderada por los Estados Unidos, la principal potencia económica y militar del orbe, e integrada por Canadá y 28 países europeos más, a los cuales pronto se sumarán Suecia y Finlandia, con lo cual el número de países atlantistas, como también se los llama, alcanzará la cifra de 32 naciones, en su gran mayoría democráticas, con economía de mercado, y principios liberales en su organización institucional.  ­

­REVOLUCION CONSERVADORA­

Un aspecto fundamental para poder entender los movimientos de Putin, incluida su criminal invasión a Ucrania, tiene que ver con la implosión de la Unión Soviética en 1991, y el fin del sistema político y económico marxista leninista. La única figura que quedó en pie de todo ese proyecto fue Josef Stalin, por varios motivos: fue uno de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, y presidió un conglomerado de quince naciones que abarcaba 22 millones de kilómetros cuadrados, la sexta parte de la tierra emergida del Planeta. A los cuales habría que agregar los países satélites del Pacto de Varsovia también manejados con mano de hierro por el gobierno de Moscú: Polonia, Hungría, Checoeslovaquia, Alemania Oriental, Rumania, Albania, y Bulgaria. En una palabra, a través de un sistema de persecución política extrema, con secuestros, torturas y deportaciones permanentes, bajo el ominoso paraguas de la guerra fría, sostuvo un gigantesco aparato estatal que hubiera podido cumplir el sueño del más ambicioso de los zares. Pero no mucho más que la figura de Stalin se salvó del período comunista. Y quedó como baldón eterno la masacre de Ekaterimburgo, donde fue cruelmente asesinado el Zar Nicolás II, junto con toda su familia y algunos servidores, incluido su médico personal, el 18 de Julio de 1918, por un grupo de bolcheviques.

Ochenta años después, el 18 de julio de 1998, Boris Yeltsin presidió la reparación histórica de esa masacre al entronizar, en uno de los altares de la Catedral de San Petersburgo, los restos mortales de la familia del Zar y de sus servidores. Por su parte, Nicolás II fue elevado a la categoría de mártir y santo de la Iglesia Cristiana Ortodoxa Rusa. También fueron reivindicados los distintos grupos de cosacos, a quienes se había perseguido cruelmente durante los tiempos comunistas por su proverbial fidelidad a los zares.

Este alejamiento de la ideología marxista leninista no significó, para nada, un acercamiento definitivo hacia los países occidentales, ni al sistema de libertad de mercado, ni a un capitalismo puro y duro, para nada. Justamente en la última década del Siglo XX, si bien muchos soñaron con mayores libertades civiles y de expresión de ideas, y hasta con la libertad de mercados, Vladimir Vladimirovich Putin evidentemente tenía otros planes

Por un lado, enriqueció a un nuevo grupo de oligarcas, algunos de ellos llamados sirovikis (hombres fuertes, en ruso) sobre todo cuando procedían de la ex KGB donde se había formado el presidente ruso, o de la Facultad de Derecho de San Petersburgo, donde Putin se había recibido de abogado.Siempre eligió hombres de máxima confianza para manejar grandes complejos económicos otrora pertenecientes al Estado ruso. Comenzó sus tareas de Presidente provisorio de la Federación Rusa el 1ª de enero del 2000 y salvo un período de cuatro años (2008-2012) en donde estuvo como Presidente su íntimo amigo y socio Dimitri Medvedev, quien lo nombró inmediatamente primer ministro. Desde entonces se mantiene en el poder en forma cada vez más autocrática y dictatorial.­

­EL RESTAURADOR­

En ese proceso de reemplazar la fracasada ideología marxista leninista por un nuevo cuerpo de ideas, fue cobrando cada vez mayor relevancia una idealización del sempiterno Imperio de los Zares, inscripto actualmente en un territorio de 17 millones de kilómetros cuadrados (el país más extenso del Planeta, por lejos) con 144 millones de habitantes, limítrofe con el Océano Artico, el Mar Báltico, el Mar Negro, el Mar Caspio y el Océano Pacífico. De todas maneras, se calcula que, fuera de las fronteras de la actual Federación Rusa, viven cerca de 27 millones de rusófonos, dados los permanentes traslados de población practicados en la ex Unión Soviética.  ­

Esta vocación imperial, con fuertes tintes de paneslavismo, han impulsado una cultura predominantemente militar, de la cual Vladimir Putin es su mejor exponente. Esto va imbricado también con un fuerte componente religioso, correspondiente al Patriarcado de Moscú de la Iglesia Cristiana Ortodoxa Rusa, encabezada por el Patriarca Cirilo I, brazo espiritual de todas las aventuras militares encabezadas por Putin.

Este convencimiento en la existencia de un destino militar glorioso de las armas rusas son el sustento de una actividad y de una prédica constante sobre la superioridad de los fines y medios consagrados por el Kremlin para defenderse de la degradación y la decadencia moral de los países de Occidente. Sus caballitos de batalla son la homofobia y la pedofilia. Más los colectivos LTBG, arietes de la decadencia y supuesta miseria moral de los países occidentales según los estrechos puntos de vista de las autoridades rusas.

Esa concepción y el mundo contra mí son aproximadamente lo mismo. Hay que leer y escuchar los anatemas del Patriarca Cirilo I contra los países liberales, en consuno perfecto con la condena explícita de Vladimir Vladimirovich Putin contra todos los países atlantistas y sus aliados.

En este momento, en la Federación Rusa se escuchan gritos de guerra por encima de cualquier límite geográfico. No están escritos solamente por periodistas aliados con el régimen político imperante, sino por diputados, políticos de todo tipo y jaez, opinólogos, influencers, quienes sostienen paladinamente que hay que ocupar militarmente a toda Ucrania, hasta el último rincón y, si es necesario, deportar a sus actuales habitantes a gulags y reemplazarlos por ruso hablantes. En ese mismo orden de ideas, se propone asimismo ocupar los tres países bálticos (aprovechando que tienen población rusófona), Polonia y hasta Alemania Oriental. Su imaginación y sus ansias de poder no conocen límites.

EMPEZO HACE MUCHO­

Hace diez años, no estaba para nada bien visto traspasar la integridad territorial de ninguna nación sin una buena coartada. Pero los apetitos expansionistas de la Federación Rusa ya estaban en agraz y comenzaron a trabajar para la anexión de nuevos territorios. El sistema fue antiguo y sutil. Iniciar una guerra asimétrica. ¿En qué consistía esta? En la introducción de agentes secretos encargados de sondear las predisposiciones de poblaciones rusófonas instaladas dentro de territorios aparentemente independientes. Uno de los primeros experimentos de este tipo ocurrió en la República de Georgia, en 2008. En ese momento, ese país caucásico tenía una inclinación muy fuerte por entrar en la Unión Europea y mejorar sus lazos con Occidente. Como castigo, entraron los tanques rusos en Georgia y le arrebataron dos regiones ruso hablantes. Osetia del Sur, en las montañas, y Abjasia, en el litoral marítimo, sobre el Mar Negro. Georgia aprendió la lección y finalizó sus esfuerzos por acercarse a la Unión Europea.­

Tiempo después, comenzó una guerra asimétrica con Ucrania. Aprovechando la extensa frontera terrestre entre la Federación Rusa y Ucrania, comenzó tareas de infiltración para detectar aliados en la zona del Donbas, la más rica de Ucrania y corredor para llegar por tierra a la Península de Crimea sin tener que utilizar el puente de Kerch, ubicado junto al Mar de Azov. Primero sondearon a partidarios de una posible independencia dentro de Ucrania, con apoyo ruso. Luego, en una segunda etapa, infiltraron militares y armas y comenzaron a organizar fuerzas armadas partisanas en los Oblast de Donetsk y de Lugansk. Al principio, asumían líderes partidarios de la independencia de estos territorios pero luego, misteriosamente, estos líderes fueron reemplazados por partidarios de la anexión directa con la Federación Rusa. Por supuesto que estos partisanos emboscaban fuerzas policiales y de seguridad. Producían víctimas. El estado ucraniano respondía para sostener su autoridad. Más víctimas, pero estas eran presentadas por la prensa oficial rusa como ruso hablantes abatidos por fuerzas de Kiev de ideología nazi.­

Sobre la base de este relato, cuando en 2014 se produjo la revuelta social del Euromaidán y fue echado un presidente ucraniano favorable a Rusia y contrario a los deseos mayoritarios del pueblo ucraniano de acercarse a la Unión Europea, Putin envió los tanques rusos y anexó la Península de Crimea, incluido el puerto militar de Sebastopol.

En ese momento, Rusia utilizó ambos tipos de guerra, tanto la Guerra Asimétrica como la Guerra Convencional. Pero esta segunda fase significó cruzar una línea roja para los códigos legales de las Naciones Unidas. La Asamblea General no reconoció la anexión de estos territorios por una gran mayoría de votos. Se habían encendido las alarmas para la Unión Europea, la OTAN y las Naciones Unidas.­

­HACIA EL FRACASO­

Cuando Putin reunió en 2021 sus 200.000 mejores tropas sobre las fronteras de Ucrania y comenzó una serie de marchas y contramarchas, desde distintos puntos de esa franja, junto con declaraciones contradictorias de ataque y de tranquilidad, allí comenzó Cristo a padecer. A padecer mucho, porque el plan no tenía gollete. Para empezar, lanzó el ataque desde cuatro puntos diferentes: dos desde el Norte, uno desde el Este y otro desde el Sur, sobre las dos ciudades más grandes de Ucrania: Kiev y Járkov. ­

 Cuando Volodímir Zelenski no salió huyendo de la capital ucraniana con todo su gabinete, pidió armas y municiones y se quedó a luchar junto con sus fuerzas armadas y su pueblo, los planes de Putin naufragaron en el acto, por gran cantidad de motivos. ­

El primero de ellos, explicado por grandes generales de diferentes ejércitos, porque para tomar Ucrania, desmilitarizarla, desnazificarla (cualquiera sea lo que esto signifique) y ocuparla, se necesita aproximadamente un millón de hombres. Nunca menos de 800.000 militares, y Putin tenía solamente la cuarta parte. Plan pobre por donde se lo mire. Mal planeado y peor ejecutado  Y se suponía que era el Comandante en Jefe de la segunda potencia militar de la Tierra. Después de un año de guerra, ni siquiera pudo completar la toma del Dombas. Supuestamente, su plan B, después que no pudo desmilitarizar ni desnazificar Ucrania. ­

Hace un año, soñaba con mantener a la OTAN lo más lejos posible de Rusia y ahora es muy posible que se sume Finlandia y sume 1.340 kilómetros de frontera contigua con Rusia, a los 1.576 kilómetros de frontera entre Ucrania y Rusia y a los 200 kilómetros entre Noruega y Rusia. Más de 3.100 kilómetros de longitud de frontera común con la OTAN.

Hace un año soñaba con desmilitarizar y ocupar Ucrania en su totalidad, con propia tropa o con un gobierno títere.  Actualmente sueña con ocupar una ciudad del Dombas que, en sus momentos de esplendor, supo tener 70.000 habitantes.­

Putin está atrapado en su propio laberinto. Por un lado tiene una opinión pública que sueña con enviar los tanques a tutti quanti:  Moldavia, Trasnitria, toda Ucrania, Polonia y los tres países bálticos, para comenzar. Y su modesto afán de tomar una modesta ciudad del Dombas, luego de cuatro meses de asedio y miles de muertos rusos.