Puntualidad, esa esquiva virtud

Leo una noticia de estos días, y me produce asombro. British Airways está implementando un sistema de inteligencia artificial y tecnología de video para mejorar la puntualidad en la Terminal 5 de Heathrow. El propósito final es ayudar a su gente a garantizar que todos los vuelos salgan a tiempo y de forma segura.

Los japoneses tienen una reputación de confiabilidad en lo que respecta al tiempo, que los convierte en una de las personas más puntuales del mundo, así, a los niños japoneses se les instruye en la máxima importancia de la puntualidad, desde una edad temprana en la escuela.

Usted, dirá, son japoneses, son británicos, son alemanes, son suizos, sí, pero son países, donde el carácter puntual, las normas y el respeto al individuo marcan la forma de vida.

No sería falso creer que muchos asumen esta postura como una exageración, propia de un talibán o fundamentalista, una regla arbitraria y pasada de moda, anacrónica, pero ¿quiénes son los prósperos y quienes los pobres?

Lo peor es que la impuntualidad, es tan familiar, que surge la costumbre de programar eventos pensando en los impuntuales y no en las personas que cumplen por protocolo y con respeto la hora señalada.

EXACTITUD Y CORTESIA

La puntualidad, como valor, es la disciplina de estar a tiempo para desempeñar las obligaciones. Sus sinónimos son exactitud, precisión, rigurosidad, formalidad, diligencia, seriedad, cortesía.

En Argentina tenemos un concepto de puntualidad bastante peculiar, por no decir, la de una norma en total estado de abandono y defunción.

Frases tales como: Estoy en cinco minutos, ya llego, se me complicó, que me esperen... se oyen todos los días.

Atraviesa toda la sociedad, reuniones de trabajo, eventos, servicios, empresas, atención médica, juntarse con amigos a comer, familias, colegios, presidentes, etc….

El paradigma argentino es la reunión, impuesta a cualquier hora (generalmente en horarios poco redituables) sin una agenda, en donde los participantes llegan a cualquier hora, sin el menor complejo de culpa, no saben dónde sentarse, no saben cómo tomar nota, se mueven, y el colmo, recién llegados comienzan a opinar como verdaderos expertos.

Siempre hice la misma pregunta y la respuesta fue: es así. La conclusión, como en tantos temas, en la Argentina, la puntualidad es relativa.

Tuve, siempre la certeza de que la puntualidad, es una virtud, aun hoy lo pienso, una construcción social con beneficios tanto para la persona como para la sociedad misma.

La puntualidad, construye, muestra e inspira respeto hacia los demás, genera confianza, demuestra profesionalismo, es la marca de las personas civilizadas y cultas.

Dice un dicho que las oportunidades no esperan, es famoso el hecho de que en julio de 2004, un ex presidente había acordado que recibiría a Carly Fiorina (en ese entonces CEO de Hewlett Packard), la ejecutiva que estaba en la Argentina en el marco de una gira por más de 150 países, pero luego de esperarlo por casi media hora, Fiorina abandonó la Casa de Gobierno sin poder entrevistarse con él.

Quienes la acompañaron en su corta gira porteña (incluía además un encuentro con clientes y una charla en la universidad IAE) dicen que ella esperó media hora en la antesala del despacho presidencial y luego dijo: "Vámonos de aquí". El trato se cerró, pero con Brasil.

Es celebre la anécdota del presidente americano George Washington, cuando su secretario llegó tarde a una reunión y culpó a su reloj por su tardanza, Washington respondió en voz baja: "Entonces usted debe conseguir otro reloj, o yo otro secretario".

Para Washington, llegar a tiempo era una forma de mostrar respeto a los demás y esperaba ser tratado con el mismo nivel de respeto a cambio.

MANUAL DE EXCUSAS

“No emprendas lo que no puedes realizar, pero ten cuidado de mantener tu promesa”.

El manual de excusas del argentino, suele ser amplio, creativo y siempre se renueva o inventa, no sienten vergüenza ni culpa por llegar tarde, y es más son distinguidos por su impuntualidad.

Es verdad que en las sociedades puede haber imprevistos, pero que sean una constante, lleva a preguntarse si hay algo más, falta de respeto, llamar la atención o ser el foco de atención, despreocupación, irresponsabilidad. El ser humano es un ser social, y eso implica deberes y derechos.

La puntualidad debe enseñarse en la escuela, en las familias, debe ser valorada y exigida por la sociedad (no tolerada), porque el peor razonamiento es el saber que no pasa nada.

Y creo que no pasa por ser punible, sino que, como cuestión cultural, la concientización se da, a través de la educación y el ejemplo como medios, considerando un activo formativo importante, para el futuro educando.

Termino con una cita:

“Llegar a tiempo, es deber de caballero, cortesía de reyes, obligación de cortesanos, hábito de gente de valer, costumbre de personas bien educadas... Quienes se hacen esperar en sus obligaciones, revelan debilidad de carácter, pésima educación y un desprecio absoluto por sus semejantes”.