"PROPUESTA" SE ENMARCA EN LA MEJOR TRADICION DEL POLICIAL ARGENTINO ESCRITO POR MUJERES
Psicología y porteñidad en una novela de Susana Botto
POR CARLOS MARIA ROMERO SOSA
Los dos últimos títulos novelísticos de Susana Botto: Cambio y Propuesta, bien podrían considerarse en la interpretación de algunos lectores como sucesivas entregas de una saga. Sucede que ambos términos expresan un afán de comenzar de nuevo, reordenando la porción de realidad al alcance tanto de la narradora cuanto de sus personajes de ficción.
Quien haga una y otra lectura de las obras, advertirá que la autora conoce bien las posibilidades de la novelística y las ejercita hasta los límites. Que disfrutando con ello, imagina argumentos sólidos desarrollados con prosa de vuelo poético; y hasta con referencias a poemas e inclusión de alguna estrofa clásica cuando no de otras de su propia cosecha. Y que deja volar su pluma sembradora de protagonistas verosímiles y con autonomía de su creadora, poblando con ellos la trama que no es otra cosa que el argumento en marcha, como enseñó el novelista Gustavo Martínez Zuviría en su libro de 1931: Vocación de escritor.
Si el tema central de la novela Cambio gira alrededor del descubrimiento de un texto inédito, algo inscripto en la tradición cervantina, en Propuesta se da lo contrario: la desaparición que bien puede intuirse forzada a juzgar por los antecedentes de la tragedia vivida en el país durante la última dictadura. Esa desaparición es para el caso la de un médico psiquiatra y psicoanalista y seis de sus pacientes. Todo un misterio que, con apelación al sugerente género policial y consiguientemente a la investigación llevada a cabo por dos detectives de la Policía Federal, uno retirado y otro en actividad, permite ir y venir por una ciudad de Buenos Aires tumultuosa y por momentos fantasmal aun sin la niebla londinense que enmarcaba las decimonónicas aventuras de Sherlock Holmes, aquel "personaje inmortal" y "ser casi mitológico" en la calificación de Borges, dado a resolver crímenes con racional método deductivo. Porque la ciudad turbulenta y con una incógnita a la vuelta de cada esquina, no es otra que la de la autora, vecina de San Telmo y de destacada actuación en instituciones culturales boquenses como el Ateneo Popular de la Boca donde largamente actuó como secretaria y jurado en sus concursos pictóricos y literarios.
BARRIOS
Los comisarios inspectores López y Marcucchi, herederos por lo visto en disposición, espíritu de cuerpo y profesionalismo del famoso Inspector General y Jefe de Investigaciones de la Policía de la Capital de la década del treinta de la pasada centuria: Miguel Viancarlos o del comisario Julio Alzogaray -el tenaz perseguidor desde los años veinte de la Zwi Migdal, aquella tenebrosa red de trata de mujeres traídas bajo engaño desde la Europa del Este, mafia de la que uno de sus jefes: Noé Traumen, inspiró, se cuenta sin mucho fundamento, a Haffner, el "Rufián melancólico" de Los siete locos de Roberto Arlt-, se dan cita en busca de pistas tratando de armar el rompecabezas que analizan en cafés y bares porteños tan tradicionales como nostálgicos.
Así comienza la historia con el diálogo de ambos pesquisantes en el boquense Café Bar Roma, de la calle Olavarría al 409, otrora concurrido por Benito Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto o Antonio Porchia. Luego interrogándose por lo que les suena a absurdo en tanto se internan en una red de intrigas donde advierten un callejón sin salida, ignorando con actitud profesional -o deformación profesional- aquel aforismo de Oscar Wilde: "Mientras algo sea increíble, lo pienso como posible", continúan la conversación en el Café del Biógrafo de la Avenida San Juan al 1900, en pleno barrio de San Cristóbal. Y después se encuentran en la confitería London de Perú y Avenida de Mayo, ambiente enmarcado por el recuerdo de Julio Cortázar y el comienzo en sus mesas del desarrollo de Los premios. El comisario López, incluso, persigue algún indicio con intuición detectivesca en El Fulgor de Villa Crespo, en Loyola 828, la milonga tanguera con "La Yumba" a toda orquesta en un incesante ritual pugliesiano.
Como en los efectos diferentes y fantásticos de un calidoscopio, las citas de artistas y escritores que van desde Bocaccio al arquitecto Le Corbusier y de Ulises Petit de Murat y Jorge Luis Borges a Ricardo Güiraldes, construyen y deconstruyen asimismo el argumento. Propuesta no es un texto metaliterario aunque citas de autores diversos lo integran casi en un mismo plano existencial con los protagonistas. 
La alusión reiterada precisamente a Bocaccio y a su Decamerón, aparece como una suerte de coro griego. Y otro tanto ocurre con la presencia de La Muerte, la voz que monologa en varios de los pasajes y se reserva el párrafo final con un giro de humor negro al traer a cuento el destino trágico de Carlos Gardel, en conclusión que reafirma una atmósfera porteña a merced de las furias del dios Thánatos.
En cuanto al Decamerón, se hace notorio que saltando los siglos se identifica el viaje de los personajes creados por el genio italiano, que huyen a mediados del siglo XIV de la peste negra desde una Florencia arrasada por la bubónica contándose cuentos para alejar las imágenes del horror vividas, con los siete desaparecidos y en rigor autoexiliados de sus rutinas cotidianas en un campo de General Pueyrredón. Allí han de practicar algo así como una terapia alternativa o mejor un proyecto psicoanalítico sin divanes y con connotaciones literarias pergeñado por el propio médico Arnaldo Márquez, autor de la "Propuesta" y participante en ella en función también de paciente y no solamente de terapeuta; en un intercambio de roles que es de suponer habrá de escandalizar a los freudianos ortodoxos. Si será salvadora o no la oferta corresponde al lector develarlo.
ORIGINALIDAD
De destacarse una originalidad, entre varias otras que enriquecen el libro, cabe elegir por de pronto que no hay un homicidio como hilo conductor y sí la muerte por mano de asaltantes comunes que cierra la participación de uno de los dos policías.
Susana Botto, escritora de vasta actividad creadora, poeta, profesora de Artes Visuales graduada en la escuela Prilidiano Pueyrredón, ilustradora de libros de poesía y laureada artista plástica, retrata con oportunos y sugestivos claroscuros, las situaciones que refieren los veinte capítulos de la novela donde hay acción y meditación sin abundar en páginas de corte ensayístico.
Si el empleo del género policial ajeno aquí al género negro norteamericano, es o no pretexto para conducir a la introspección y a la novela psicológica propiamente dicha, será otro motivo de análisis crítico. Recuérdese como antecedentes del disfraz tras un esquema policial -si es que también lo pensó así para Propuesta Susana Botto- que en muchos de Los casos del padre Brown y sobre todo en el El hombre que fue jueves, una intriga que trascurre entre anarquistas y agentes encubiertos de Scotland Yard, abordó Chesterton con símbolos religiosos lo metafísico y lo teológico.
Lo cierto es que por la vía de un enigma de detectives se reconocen descriptas aquí toda clase de pasiones y tensiones humanas, diluyendo con realismo la línea de lo puramente fantástico con fidelidad al axioma de Jósef Teodor Konrad: "buscar lo fantástico es mostrarse insensible a la naturaleza del mundo, que continuamente lo es". Esas pasiones van desde el ansia de libertad al confinamiento interior en pos del ideal de lograrla espiritualmente. Y desde el acoso de la soledad o peor aún del aislamiento entre la multitud anónima de la ciudad: "No estamos solos sino aislados", escribió Albert Camus, al sexo y su laberinto, del que (Leopoldo Marechal dixit) sólo se sale por arriba, es decir al perfeccionar y elevar la sexualidad humana, sin represión ni sublimación, por obra y gracia del amor; ese arrebato con fuerza y magia capaz de desoír las consignas hedonistas y el irreverente y despersonalizado sexismo de la hipermodernidad impuestos como mandatos tanto machista como feminista extremo.
Cabe agregar que esta entrega de Susana Botto en nada desmerece y por el contrario es digna de la mejor tradición de la literatura policial abordada por mujeres en el país y reformulada, igualmente hoy, con eficacia y atención a una actualidad de barrios cerrados en sustitución de las mansiones suntuosas escenarios de Agatha Christie, por Claudia Piñeiro y sus best sellers llevados al cine nacional. Entre las antecesoras no pueden omitirse los nombres de Silvina Ocampo, coautora con Adolfo Bioy Casares de Los que aman odian, que también trascurre en un ambiente opresivo: un hotel de playa y que también sugiere un correlato de libros clásicos como el Satyricon de Cayo Petronio. Y siguen otros nombres, así el de María Angélica Villar, poeta y narradora policial en La sangre, no (1981), obra "de excelente ensamblamiento, por instantes contrapuntístico, y que demuestra una notoria capacidad narrativa y de plasmación de personajes", a juicio crítico de Lisandro Gayoso expuesto en el suplemento cultural de La Prensa, el 1ero. de agosto de 1982. Y sobre todo el de la inolvidable María Angélica Bosco, verdadera maestra del suspenso de la que cabe releer para comprobarlo su ya clásica novela: La muerte baja en el ascensor publicada en 1955 en la colección el Séptimo Círculo a cargo de Borges y Bioy Casares y reaparecida no hace mucho en la Serie del Recienvenido seleccionada por Ricardo Piglia.
María Angélica Bosco, a quien tuve el gusto de conocer bien y visitar en su departamento de la Avenida Santa Fe entre Anchorena y Ecuador, sumado al honor de haber comentado en la revista Proa su autobiografía Memoria de las casas a poco de aparecer el libro en 1988, era generosa y severa a un tiempo cuando se trataba de proferir juicios literarios. Pero estoy seguro y cabe pedir disculpas al afirmarlo porque toda suposición implica una actitud temeraria, que hubiera elogiado esta Propuesta puesta en circulación por Enigma Editores.