UNA MIRADA DIFERENTE

PresiBot

Quizás la mejor manera de describir la situación sea imitando un cuento de Bradbury o Asimov, aunque ya queden pocos que los hayan leído.

Cansados ya de las imperfecciones de los seres humanos, y sobre todo muy molestos porque nadie les solucionaba todos los problemas que a cada uno le preocuparan en cada momento determinado de su vida, los argentinos decidieron que el próximo presidente sería un Bot potenciado. 
Un sistema de Inteligencia Artificial que fuera capaz de resolverlo todo, apegarse a los preceptos constitucionales, analizar sin ideologías ni tendenciosidad las situaciones, ser equitativo, justo y honesto en todas sus decisiones. 

Para ello se convocó a las cinco empresas más exitosas y avanzadas del mundo en la materia, y se sometió a votación cuál de los bots sería el elegido. El 93,6% de la población votó por uno de ellos: se llamaba PresiBot. 

Como ocurrió con AlphaZero, el famoso programa de ajedrez, se le cargaron todas las leyes, códigos, normas, reglamentos y prácticas que configuraban el sistema institucional  y político nacional, y por supuesto el Código Civil y la Constitución nacional. Como en I, robot, el libro de Asimov, su programación le impedía tomar ninguna medida que fuera en contra de esas reglas. 

El Bot presidencial, antes de asumir, leyó toda la historia argentina y universal, y toda la bibliografía pertinente, en especial la económica, desde Adam Smith a Friedman, pasando por Menger, desde Karl Mark a Piketty, pasando por Keynes. Y por supuesto, almacenó los diarios, portales y redes sociales de los últimos 100 años. 

El Bot era perfecto. No tenía ninguna disfunciónsicológica que se le pudiera atribuir, no tenía pelo, hermana, santiaguitos, ministros incapaces, nanieles, infiltrados, traidores ni amigos. Tampoco se podía sospechar que su campaña política hubiera sido costeada por algún sector o sectores a los que entonces debería lealtad o al menos alguna clase de compensación o tolerancia. Mucho menos se corría el riesgo de que se lanzara a escribir tuits ofensivos, enojados, agresivos o a conceder reportajes como si fueran caramelos llenos de titulares que no siempre favorecían su gobernabilidad ni su imagen.

Tampoco había riesgo alguno de que se dirigiera al Congreso llamándolo “Nido de ratas”, ni a los políticos “ladrones”, aun cuando corriera el riesgo de ser acertado en esos epítetos.  

El diagnóstico

Con toda esa enorme y única información en su memoria, el chat-presidente hizo su diagnóstico de la situación en que se encontraba el país al 10 de diciembre de 2023: fundido, quebrado y a un paso de una hiperinflación terminal que arrasaría con la sociedad y hasta con la nación misma, su soberanía, su integridad y su paz interior. Esa conclusión no fue particularmente deslumbrante ni se consideró un gran triunfo de la tecnología que predijera Turing, porque cualquiera que hubiera terminado la primaria, (se entiende que antes de 1985) tenía el mismo diagnóstico, salvo ceguera ideológica o rentada. 


Pero luego el programa avanzó en su diagnóstico y sus soluciones. El primer paso era cerrar la canilla de la emisión. Eso significaba cerrar el caño del gasto estatal en todos sus formatos. El gasto corriente más el costo de los intereses de la deuda, si no se reducían de inmediato, generarían una hiper que ya se había lanzado en una carrera imparable. Estaba claro que el gasto del estado había crecido desaforadamente, sobre todo en las provincias. Lo que había leído sobre la Convertibilidad le enseñaba que la resistencia del interior a la seriedad fiscal le había terminado costando su fracaso y sumido al país en una noche negra. 

Los subsidios no eran un tema menor, desde los simples planes cuyos beneficiarios eran más que los trabajadores, a las jubilaciones regaladas, que excedían las legítimas, hasta el costo de los empleados del estado, cuyo número y costo había llegado a un extremo de sainete trágico. 
Tratar de reducir el déficit con más impuestos era suicida, porque ya sus predecesores habían harto saturado la capacidad de los contribuyentes y la creación de empleo era nula, igual que las inversiones y la radicación de nuevas industrias, que tenían un índice negativo.  

La deuda en pesos del Banco Central, (Leliqs y pases) originalmente surgida como mecanismo para controlar la inflación mediante una tasa elevada, se había transformado en un sistema de financiamiento de los gastos del estado, que excedía largamente la base monetaria, a niveles insostenibles. Nada más que los intereses mensuales de esa deuda garantizaban la hiperinflación futura. Varios importantes economistas sugerían en secreto mecanismos de default interno, que habrían destrozado a empresas y ahorristas a velocidad relámpago. 

Del otro lado estaban las reservas generosamente llamadas “negativas” del Banco Central. Puesto en criollo, la entidad había gastado los dólares de los ahorristas privados. Puesto más en criollo, una estafa, un robo descarado.  Que además dejaba al país en una peligrosa situación de desnudez para llevar adelante cualquier política cambiaria o monetaria seria. 

Paradojalmente, la solución de ese problema implicaba hacer lo contrario que lo que hacía falta para parar la emisión monetaria o sea la inflación. Porque había que comprar dólares con pesos, es decir, emitir. Esto ocurría porque se había desestimulado a tal punto le exportación que no había manera de reponer esos dólares robados sin comprarlos en el mercado. 

La causa principal de esa situación de escualidez exportadora estaba en las políticas de control de cambios (llamada por los generosos Tipo de cambio administrado) que había culminado con el famoso (nefastamente famoso) cepo cambiario, originalmente motivado por el miedo de no poder pagar una financiación delictiva con el gobierno de Chávez y luego perpetuado, mecanismo suficiente para ahuyentar la inversión, el crecimiento y el equilibrio de la balanza de pagos. 

Salir del cepo

También varios economistas serios sugerían liberar de un día para el otro el tipo de cambio y el cepo, pero el PresiBot tenía conceptos de prudencia y respeto por la acción humana que le impedían hacerlo, particularmente en un cuadro de casi hiperinflación que implicaba un cara o cruz no aceptados por la IA ni por la seriedad con que se supone manejar la cosa pública. 

Salir del cepo era un paso fundamental, junto con la reforma laboral (en especial el negocio del juicio) para dar un impulso monumental al crecimiento, único mecanismo posible para perseguir el bienestar y la salida de la pobreza de una sociedad que creció sin que nadie se tomara el menor trabajo de ocuparse de hacer crecer simultáneamente los recursos del país, lo que es garantía de pobreza, subsidios, planes, robos, abusos, servidumbre, protestas, disolución social, enfrentamientos. También asegura una masa de pobres manipulables electoralmente, claro. Pero eso el Bot no lo tenía en los registros.

La imperiosa y obligatoria necesidad de crecer requería confianza e inversiones. Y también competitividad. Los impuestos y regulaciones no suelen ser exportables. Por eso era urgente proceder a la eliminación de la cáfila de impuestos y regulaciones que han desangrado a los productores y las Pyme argentinas y que espantan cualquier inversión o radicación que no sea delictiva. Por supuesto que ello unido a recuperar la confianza de los mercados, incluyendo el doméstico. 

Y aquí el diagnóstico era claro en cuanto a que buena parte de estas regulaciones, restricciones, reglamentaciones e impuestos iban a financiar la corrupción de los gobiernos nacionales, provinciales y municipales, y a sus empresas socias, herencia del peronismo de Perón, como leyó  y guardó en su memoria PresiBot. 

Con sus efectos económicos destructivos el concepto de casta incluye, por simple experiencia y observación, a la clase política sin demasiada distinción de partidos, a los grandes empresarios que se benefician de esa lenidad, a los prestanombres y empresas de papel, a los sindicatos, a los que se disfrazan para ser cajeros de los políticos, aún a los que aceptan pagar coima para recibir el plan número cinco, o alguna dádiva menor. 

Hay una correlación entre el gasto, los impuestos y las regulaciones exageradas y el delito de las castas, que explica el atraso y la pobreza. Reducir al máximo esos conceptos es imprescindible para crecer. Oponerse a hacerlo es oponerse a combatir la corrupción y a crecer, y entonces, sabotear el bienestar y el proceso de sacar de la pobreza a mucha gente. 

Dentro de los objetivos que rápidamente pueden producir ahorros está el cierre de algunas empresas del Estado, varias de ellas insostenibles, como Aerolíneas, Telam, Televisión Argentina, que no admiten justificativo alguno ni de los sueldos que abonan, ni de los gastos que realizan, ni de los delitos que cometen ni de las funciones que cumplen. Esas deben ser cerradas por respeto a la sociedad que hace enormes sacrificios. Otras, las menos, pueden ser privatizadas. “El esfuerzo financiero y empresarial debe ser privado, primero porque el estado es siempre ineficiente, segundo porque siempre se convierten en fuentes de gastos”. Dice la experiencia de la IA. 

Como si esto fuera poco, como corolario de esta mezcla de situaciones, estaba el problema de los precios relativos, un punto invisible para el simple consumidor. PresiBot sabía que si ese tema no se normalizaba  la inversión era imposible, porque el inversor pierde la información principal para decidir todo proyecto o toma de riesgo. Además de todos los otros requisitos que se han ido pulverizando impunemente durante varios años, éste es acaso el más importante. 

Toda inflación trascendente produce un desacomodamiento en la relación de precios que es transitoria pero por lo mismo altamente riesgosa. Mucho más cuando los gobiernos regulan ciertos precios, o ayudan a los amigos con permisos o prebendas, o peor, cuando irresponsablemente aplican mecanismos populistas y obligan a los proveedores privados de servicios a cobrar tarifas baratas por el transporte, la electricidad, el gas o cualquier otra cosa, y les prometen compensarlos por esa pérdida. 

Esa compensación – casi siempre fuente de nuevas corrupciones entre el estado yos privados – suele no poder mantenerse en el tiempo porque el dinero se acaba. Entonces se compensa al proveedor con tolerancia o prórroga de la concesión o alguna otra prebenda, por un tiempo, hasta que el servicio no se puede prestar más. Ese mecanismo ha hecho que tantas empresas terminen de uno u otro modo en manos de amigos-socios de los gobiernos, (en la titularidad o como concesionarios de áreas o prestaciones) que el servicio sea mucho peor, que se produzcan graves injusticias entre la zona del AMBA y el resto del país, y definitivamente, que desaparezcan las inversiones en el sector y se afecte la provisión regular de energía a la producción.  Ni pensar que de ese modo puede haber inversión seria. El tema de los precios relativos debe ser siempre corregido velozmente a la salida de una alta inflación, o de una alta intervención estatal, para provocar una auténtica inversión privada. Esa corrección de precios relativos no se puede omitir y debe resolverse al comienzo de la búsqueda de inversiones. 

Por supuesto que como problema consecuente de fondo, está el hecho de que los salarios se atrasan siempre con relación a los precios, y que tratar de resolver ese problema implica generar más inflación. Otra encrucijada no menor y de difícil solución. Sobre todo conociendo que el pueblo argentino tiene muy frágil memoria lo que le hace olvidar la razón de sus males, y los fracasos del facilismo populista. 

Dos planes diferentes

Es por todo eso que PresiBot encaró dos planes diferentes. Uno de emergencia. De urgencia, desesperado, si se quiere, con avances y retrocesos, con contrasentidos y con injusticias casi insolubles. Y ciertamente con errores, porque no hay inteligencia por artificial que fuera, capaz de predecir la acción humana, Mises dixit. Y otro plan para después, de crecimiento y libertad que tenderá al equilibrio, que se puede entremezclar con el primero ante la urgencia de la situación. Se apoya en una verdad de a puño como argumento y como explicación: no hay plata. 

Entonces el chat presidente le pide al Congreso que le de facultades extraordinarias como ha hecho en los últimos 22 años. Pero el Legislativo no se las otorga.  Algunos legisladores, porque sostienen que no se está en una situación de emergencia. (Ellos) Otros, porque creen que las leyes propuestas abarcan demasiados temas, algunos superfluos. Otros, porque creen que faltan temas. Cada sector reclamando su libra de carne, diría Shakespeare. 

El punto central sigue siendo uno solo. Aún con un PresiBot perfecto, impoluto, republicano, constitucionalista, puntilloso, educado, amistoso, empático, negociador y consensuador, la solución a todos los diagnósticos pasa por la eliminación de los negocios turbios de la casta política, la casta empresaria, la casta licitadora, la casta sindical, la casta de gobernadores. Lo que cada sector quiere negociar y consensuar es que a él no le toque ceder. 

PresiBot no quiere negociar con ellos porque implica conceder o mantener alguna prebenda, ventaja o robo. Nadie tiene una mejor solución. O por lo menos no la ha explicitado. Decir “hay que buscar consenso”, o “hay que negociar” o “hay que ceder” no es una solución. Es una demora dialéctica. Por caso, el drama del alquiler se resuelve derogando la ley respectiva, un invento radical fatal para el consumidor. Pero el Congreso impide la derogación. “La casta no paga”, dice la gente. 

El impuesto a los ingresos de 4ª categoría se derogó por demagogia electoral de Massa. Pero como a los gobernadores les reduce la coparticipación, en vez de bajar su gasto desbocado se rebelan y no dejan otro camino que reestablecerlo. “La casta no paga, sólo paga la gente” es otra vez la frase de la calle. 

Como la necesidad de una salida es imperiosa aunque muchos parezcan creer que es optativa, el Bot sigue adelante con el ajuste, porque sabe que el país no tiene otra opción. Pero en la medida en que no se aprueben sus proyectos de ley, cada vez pagará más el consumidor, la sociedad, el ciudadano y pagará menos la casta, o las castas. “La casta no paga” – repiten a coro las víctimas. Es cierto. Pero la culpa no es de PresiBot. La culpa es que la mayoría legislativa multipartidaria los condena a soportar todo el ajuste sobre sus hombros, como siempre. Eso sí, disfrazado de constitucionalismo y republicanismo. 

Muchos están considerando votar por un Congreso-Bot. 

¿Entendió? Da lo mismo quien sea el presidente y cómo actúe. Las castas no se rinden. Se aceptan otras propuestas creativas e integrales de solución.