Homenaje al héroe de la Guerra de las Malvinas Carlos Mosto

“¿Por qué no podemos vivir en amor?”


Cercanos a fin de año, surgen en muchos la necesidad de hacer balances, de poner las cosas sobre la mesa, de poner claros sobre oscuros, de cerrar un ciclo y comenzar otro, y de tomar una pausa para volver a empezar. Traemos a colación esta reflexión, tomando como ejemplo la vida y obra del héroe de Malvinas, Carlos Mosto.

EL TIEMPO QUE TENEMOS

Afirmaba sabiamente el escritor J. R. R. Tolkien que “lo importante de una vida es saber qué hacer con el tiempo que tenemos”. Cabría preguntarse: ¿En qué gastamos el tiempo? ¿En qué gastamos la vida?

La realidad nos demuestra que lo más valioso de esta tierra, no se compra con dinero; que las cosas más importantes no son cosas; que no todo es negociable, que no todo es medible y cuantificable, que no todo se vende; que, aunque quiera, la cantidad jamás podrá reemplazar ni vencer a la calidad.

Lo más valioso que tenemos en esta vida es el tiempo y se nos regala como un don para saber usarlo adecuadamente. Cada instante de tiempo es una oportunidad para crecer, para elegir, para tomar decisiones. Y este tiempo entendido de un modo trascendente, no sé agota acá, pues trae un eco y tiene una proyección hacia la eternidad. Porque como enseñaba San Juan de la Cruz junto a la tradición de la Iglesia: “En el crepúsculo de la vida, seremos juzgados en el amor”. Entonces, cada día que tenemos es una nueva oportunidad para valorar, agradecer cada instante, para ser mejores y sobre todo, para alcanzar la santidad. Así lo entendió y practicó Carlos Mosto.

EL ÁNGEL DE LOS POZOS

Carlitos nació en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos, el 22 de marzo de 1959. Era el quinto hijo de una familia conformada por seis hermanos. Pidió prórroga en el servicio militar e ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de la Plata. La conscripción la hizo en la Brigada Infantería X del Comando de Infantería del Ejército en La Plata en 1981. Fue dado de baja el 30 de noviembre de 1981.

Desatado el conflicto bélico con el Reino Unido por la soberanía de nuestras Islas Malvinas, se presentó como voluntario de la clase ´59. Tenía 23 años.
En Malvinas, se desempeñó en el Destacamento de Exploración de Caballería Blindada 181. Integraba la Compañía de Comando y Servicio de la Brigada X en la sección del mayor José Baneta, instalandose en el excuartel de los Royal Marines en Moody Brook.

ATENTO A SUS CAMARADAS

Católico coherente, Mosto sabía que una fe sin obras es una fe muerta; por ello se la pasaba rezando y haciendo el bien a sus camaradas, encargándose de sus necesidades físicas y espirituales. Así, por ejemplo, asistió a un camarada herido alcanzado por una esquirla, salvándole la vida, con total humildad y sin considerarse digno de algún mérito.

Mosto era así, habitualmente, virtuosamente: Renunciando a sus descansos, relevando guardias, visitando las trincheras y velando por cada uno de sus compañeros, sacándoles sonrisas, levantándoles el ánimo, con un chocolate, con un café caliente, con chistes y bromas; pero especialmente con la lectura del Santo Evangelio que llevaba siempre bajo su brazo y con la oración del Santo Rosario.

En carta a su madre le decía aquella expresión que engalana nuestro título y que es el nudo, el objeto, el meollo de nuestra dilucidación: “Mami, estoy de guardia, escribiéndote desde un manantial de una belleza incomparable y pienso: ¿por qué no podemos vivir en amor?... Mirá, tengo un francotirador, que cada vez que salgo, me tira. No le he visto la cara y no se la quiero ver. Porque no quiero odiar a nadie. Los hombres no saben vivir sin odiar, no saben vivir en el amor. Pedile a Dios que los ilumine”.

Mosto sabía junto con San Pablo que: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. (...) Ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande todas, es el amor" (Corintios XIII).

En esa misma carta escrita a su familia y citada por Nicolás Kasanzew en el capítulo ‘El escudo de la fe” en su libro “Malvinas a sangre y fuego’, Mosto afirmaba: “Vieja, no reces por mí, porque yo estoy con Dios; rezá por las madres y las novias inglesas, que nunca van a ver llegar a sus hijos y sus novios (...)”. Y continuaba con total convicción y explayando todo un programa de vida: “Yo, cuando llegué acá, me puse en las manos de Dios y que se hiciera en mi la voluntad de Él, no la mía. Lo único que yo le pedí fue que le enseñara a mis viejos a vivir sin mí (...) Estoy muy orgulloso de estar acá, estoy orgulloso de mi jefe, el mayor Baneta, orgulloso de ser de los primeros en ver un 25 de mayo flamear mi bandera en las islas; nunca la había visto tan linda, como la veía ahora…”.

BUEN CRISTIANO

Mosto, como buen cristiano, veía todo como un don de Dios, por lo tanto era agradecido. Y tomó la decisión más importante de su vida: el abandono confiado en los brazos de la Divina Providencia como la garantía segura de la tranquilidad en el orden, es decir, de la paz, aún en medio de la tormenta. Decía el Padre Pío de Pietrelcina “Ora, ten fe y no te preocupes”. Nuestro Mosto le decía a su papá: "(...) Viejo, no rezongues por la plata, seguí ayudando a Cáritas, que es lo único que te va a dejar algo valioso... Ayer recibí el Evangelio que les había pedido, ahora soy feliz porque estoy completo. Tengo la Palabra y se las leo a mis camaradas... Doy gracias a Dios de ser como soy y poder levantar a mis compañeros... Recen (...)”.
Eligió la paciencia en medio de la tempestad, la acción virtuosa consecuente, la gratitud sincera y coherente junto al gozo y satisfacción del deber cumplido.

LA EFÍMERA MARATÓN

La coherencia de Carlitos Mosto es un cachetazo para todos y cada uno. Especialmente para la mediocridad e hipocresía de nuestro tiempo, el cual se ha desentendido del horizonte trascendente, metafísico, teológico que le da sentido pleno al tiempo y a la vida. Y nuestra existencia se reduce, se diluye y disipa en un torbellino de vacío que busca ser inútilmente colmado con cualquier cosa: “Por correr el hombre, no puede pensar que ni él mismo sabe para dónde va. Siga siendo niño y en paz dormirá, sin guerras ni máquinas de calcular”, dicen los versos de Facundo Cabral.

Estamos corriendo en una maratón permanente: vamos de acá para allá, agotados, preocupados, agobiados por las rutinas, copados por la ansiedad, sobrecargados de compromisos a los que no pudimos, no supimos o no quisimos decirles que no. Le corremos al tiempo. Le corremos a la vida, que nos pasa mientras estamos ocupados haciendo otra cosa. Vivimos en la era del “lo quiero para ayer”, la era del “toco y me voy”, la era del horror al compromiso y a la responsabilidad, la era de la comodidad, del placer, del terror al dolor, del que piensa pierde, del señorío de lo efímero, del reinado de los vicios, de lo inmanente, de lo voluble, de lo mecánico, de lo contingente. Esta atmósfera a todos nos contagia de un modo y otro. Nadie está exento. La respiramos, la palpamos, la sentimos, la vivimos, la padecemos.

Escuela en homenaje a Mosto en Gualeguaychú, Entre Ríos.

SOCIEDAD ENFERMA

Somos parte de una sociedad enferma: Y “¿de qué enfermedad adolece este paciente, doctor? De un soberbio nihilismo, por andar abrazado tanto a la nada y al sin sentido. ¿Y cómo se cura eso? Yendo al Ser. Sin el cual no somos ni podemos hacer nada.” Nos descristianizamos, y por lo tanto, nos desontologizamos y nos deshumanizamos.

Y sin embargo, tarde o temprano la realidad se impone, consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, el cuerpo y la mente nos pasan factura y algo nos dice que no podemos seguir así: “hay que detener la pelota”.

UN INSTANTE ETERNO

El 11 de junio de 1982, Carlitos había terminado su guardia y fue a llevar café a sus compañeros que estaban en el pozo de zorro. Uno de ellos le pidió azúcar. Carlitos regresó a buscarla. Estando dentro del cuartel del Royal Marines recibió un bombardeo enemigo que lo llevó a la muerte, junto a dos compañeros más. Había convertido lo pequeño en grande. Había muerto como había vivido: sirviendo a los demás.

“Por la Patria y por Cristo bien valía la pena morir -afirmó su madre a Nicolás Kasanzew- Yo respeto su decisión, él fue como voluntario y murió por su ideal. Todos tenemos que creer eso: que las Malvinas son nuestras. Y estando nuestros caídos allá, con más razón”.

Y su hermana Elsa Mosto, sostenía en un periódico entrerriano: “Con el tiempo me di cuenta que él pudo saber lo que Dios le tenía preparado, porque su función fue acompañar, ayudar a sus compañeros, cuando veía un compañero triste le leía la Biblia, le hacía que cante alguna canción y hasta que no le sacaba una sonrisa no paraba. Otro soldado me contó que cuando bajaban del helicóptero, Carlitos salía corriendo y les daba un abrazo, sonreía y con eso dicen que ya sentían paz interior. No sé si habrá llevado un fusil, si habrá tirado un tiro, pero sí que llevaba la Biblia”.

SEGUIR SU EJEMPLO

Nos queda a nosotros seguir su ejemplo. Y con humildad pedimos su poderosa intercesión y le confiamos estos anhelos: A Carlos Mosto: Te pido una pizca de azúcar, para la amargura endulzar. Te pido esa humildad sublime contra el fariseísmo venial. Te pido un café caliente para el corazón calentar, en esta hora oscura en que se enfrió la caridad. Te pido tu determinación enorme para saber perdonar y devolver bien por mal, ante cada adversidad. Te pido una guardia alerta para el dolor patrio detectar. Te pido un paquete de curaciones para sus heridas sanar. Te pido tu preocupación por la vida de la comunidad nacional, por cada hermano que sufre en este argentino peregrinar. Te pido el abandono confiado en la Divina Providencia. Te pido el desprendimiento generoso por los bienes que perezcan. Te pido una lectura sabia de tu Evangelio de bolsillo, para caminar sin miedo, y por Dios ser conducido. Te pido una vigilia atenta para una oración elevar a Nuestra Madre del Cielo, a Nuestro Ángel Guardián. Te pido tu ánimo santo para vivir sirviendo; te pido una palabra de aliento, para seguir combatiendo. Te pido esa fidelidad y nobleza, y ante las causas justas, tu entrega. Te pido no desfallecer en el intento de amar cada día como si el tiempo se fuera. Te pido que custodies la Patria que se desangra de odio, al no conocer tu ofrenda de amor sin mancha. Y a contra marcha del viento enséñanos a volar, con tus alas de ángel y tu corazón en paz.