ESCRITORES EN LA FERIA

Por el camino del éxito literario

El español Sergio del Molino habla de ‘Los alemanes’, la novela con la que ganó el premio Alfaguara 2024. Retrato de un periodista que se abrazó a la literatura.

Si hay algo que aun el hombre no descubrió, es la clave del éxito. Y seguramente nunca se descubra. Simplemente porque es ajena a uno. El mundo del libro está lleno de autores que muchas veces fueron rebotados por sus editoriales por presentar textos remanidos, simples y sin perspectiva de ventas. Paradigma de ello, la entusiasta J.K. Rowling y su boceto de aprendiz de mago, saboteado por cuanto editor se enfrentó a la maqueta y posteriormente una de las colecciones más vendidas de la historia.

Por eso el camino del escritor español Sergio del Molino tiene un doble éxito. No porque su literatura sea obvia o ya abordada, sino por el contrario, es muy poco conocida, que tal vez ni sea considerada para un artículo periodístico. Pero su sello distintivo es darle magnitud y volumen a lo intrascendente. Ya lo realizó con su bestseller La España vacía (2016), en el que cuenta el despoblamiento del interior de su país y ahora lo hace con Los alemanes, una novela donde rubrica un suceso casi irrelevante como la llegada a Cádiz de dos barcos con 600 alemanes provenientes de Camerún en plena Primera Guerra Mundial.

Del Molino habló con el periodismo en su visita a Buenos Aires con motivo de la presentación en la Feria del Libro de la obra con la que gano el premio Alfaguara de novela 2024.

“Siempre quise ser escritor y comencé como periodista porque necesitaba ganarme la vida con un trabajo que sea escribiendo, que era lo único que sabía hacer, o al menos lo que más me gustaba hacer. No tenía vocación previa y me enamoré del periodismo ejerciéndolo, pero nunca quise serlo”.

-Comenzó escribiendo en el diario ‘Heraldo’’ de Aragón y actualmente es columnista de ‘El País’. Cualquier periodista lo hubiese considerado ya un éxito.

-Y lo fue. Estoy orgulloso de mi carrera como periodista. En el Heraldo conocí a mi mujer y ese trabajo me permitió ganar dinero y realizar el periodismo que más disfrutaba que era el de viajar y entrevistar. Así nació uno de mis libros favoritos, La España vacía, donde cubrí historias que no le interesaba a nadie. Yo lo llamaba el antiperiodismo.

EL HIJO

-¿Cuándo hizo el quiebre de periodista a escritor?

-Aun no lo hice, pero sí estaba cansado de la redacción y como mi mujer trabaja conmigo en el mismo diario y no teníamos tiempo de cuidar a nuestro hijo, tomé la decisión de dejar mi puesto para estar en casa y continuar escribiendo libros, ya que había editado mis primeros tres libros pero sin tomarlo muy en serio. Seguí escribiendo pero estando con mi hijo.

-Es difícil decirlo pero su salto de calidad fue ‘La hora violeta’, libro que narra el fallecimiento de su hijo.

-Fue un libro bisagra pero a la vez muy bonito. Me transformó por completo como persona y como escritor. Me llevó a otro lado. Me hizo escritor. Fue la forma que encontré de perpetuar ese dolor que no quiero que me abandone nunca. Y no dudé un segundo en escribirlo. Fue muy natural, necesitaba convertir ese sufrimiento en literatura. Yo me enfrento a la vida escribiendo. Y después de ese libro la vida fue un devenir donde hubo mucha improvisación y me dejé llevar por las propuestas. Junto a mi mujer no tenemos un plan de vida.

-¿De ese concepto “me enfrento a la vida escribiendo” surgió ‘La piel’?

-Es un hibrido entre mi biografía y un ensayo, donde hablo sobre la psoriasis, una enfermedad que tengo que es muy agresiva y muy incomprendida, que obliga a quien la padece a transformar su identidad. Me confronto a personajes históricos como Josef Stalin, Vladimir Nabokov y Pablo Escobar. Una galería de monstruos como los llamo yo, que padecieron lo mismo. Mi motor son temas que me interesan y asuntos que me han marcado. No hay una disociación, siempre soy yo el que escribe. Lo que no negocio es escribir a pecho abierto, sin armaduras. Considero la literatura como una comunicación intima entre escritor y lector. Es una conversación que tengo con el lector a destiempo.

-Con el libro ‘La España vacía’ creó un concepto que no solo se coló entre sus lectores, sino en la agenda política.

-El objetivo era contar lo que representa el vacío del centro de España, lo que aquí llaman el interior. Lo que pesa en la conciencia del país y cómo explica los conflictos actuales. Descubrí que hay una deuda con esos pueblos porque la modernidad de España se hizo a costa de su vaciamiento. Celebramos el milagro español, la rápida industrialización, cómo en solo una generación pasamos del subdesarrollo a una clase media potentísima pero nos olvidamos de la gente que no quería o que no quería que se haga de forma tan brutal.

ENEMIGOS

-Les abrió la cabeza a los políticos españoles.

-Generó mucha conciencia política. Se publicó en 2016 y aún sigo teniendo debates sobre él. Este tema era cultural y folklórico pero pasó a un terreno político, incorporándose a las campañas presidenciales. Fue una toma de conciencia que me llena de orgullo. También me gané muchos enemigos pero es parte del juego.

-Del interior de España pasó directamente a una comunidad. Un espectro cada vez más chico.

-Me gusta visibilizar lo que todos ignoran. Porque la historia de Los alemanes era absolutamente desconocida para el mundo, pero estaba agazapada en mí. De hecho escribí un libro en 2009 llamado Soldados en el jardín de la paz que podría denominarse como el germen de esta gran historia. Pero cuando quise profundizarla entendí que me faltaba experiencia, conocimiento sobre el desarraigo y la identidad. En esa época tenía 29 años y hoy, a mis 44, siento que crecí lo suficiente como para encontrarme cara a cara con estos Schuster y desarrollarlos bien. El clic fue tener clara la escena del cementerio y de estos hermanos. Ahí apareció la novela.

-El nudo de la historia es el pasado y cómo se cuela en el presente, cuando no está tan resuelto.

-Exacto. El cementerio alemán en Zaragoza es un lugar que conozco de memoria, que me interpela como español. Y a partir de él, construí una secuencia que hermana a los vivos con los muertos, pero no dentro de una historia de fantasmas, sino donde los muertos están presentes porque vertebran a los vivos. Mostrar cómo nuestros orígenes nos condicionan absolutamente y no solo caminamos sobre los muertos en los cementerios, sino que estamos hechos de ellos.

-¿Cuándo entendió que tenía un libro potencialmente premiable?

-Una vez que lo terminé me di cuenta que tenía algo distinto con respecto a los anteriores y la idea fue en conjunto con mi agente. Partimos de la premisa que no lo iba a ganar. Con esa fe me presenté. Aparte hacía mucho que un español no lo ganaba y no iba a ser yo quien rompiera la racha. El jurado de por sí, ya me paralizaba, Sergio Ramírez, Juan José Millás, Rosa Montero, Manuel Rivas y Laura Restrepo, pero aquí estoy, muy feliz.

-¿Qué le genera un premio como el Alfaguara de novela 2024?

-Es bonito e importante. Lo que todo escritor sueña. Me sitúa dentro de una órbita a tener en cuenta. Lo que haga durante un tiempo va a ser visto por buenos ojos, lo que también es un doble desafío, porque tengo así la obligación de siempre estar a la altura del premio.