LA MIRADA GLOBAL

Pesimismo ante la gestión Castillo


Pedro Castillo, un hasta no hace mucho ignoto maestro rural marxista peruano con antecedentes sindicalistas de corte belicoso, gobierna a su país desde el 28 de julio pasado.

 Fue elegido en elecciones sumamente reñidas, que mostraron a un Perú prácticamente dividido en dos mitades. En rigor, Castillo nunca pudo despejar las serias dudas existentes nada menos que acerca de su propia idoneidad para ejercer el alto cargo gubernamental que finalmente y, pese a todo, obtuvo paradójicamente a través de las urnas.

 Por eso no sorprende demasiado que hoy la sociedad peruana, visiblemente descontenta con el incompetente Pedro Castillo, tenga la incómoda "percepción de retroceso" más alta registrada desde el año 1991. Su gobierno no tiene credibilidad, ni proyecta liderazgo. Genera, en cambio, enorme desconfianza. Constantemente.

 Sólo el 36% de los peruanos aprueban hoy su gestión. Muy pocos. Y el 58%, en cambio, la desaprueba expresamente. Más de la mitad, entonces está insatisfecho. En torno a Lima, la desaprobación a Pedro Castillo es realmente gigantesca: del 74%. Mala señal, por cierto.

INCAPACIDAD

 La mencionada desaprobación masiva se funda entonces no sólo en la ausencia de idoneidad, sino además en su cada vez más notoria incapacidad para gobernar. Así como en la extendida corrupción que, se supone, anida fecundamente en su derredor. Y en sus peligrosos vínculos con el maoista Sendero Luminoso, cada vez más expuestos.

 Por eso, un 56% de los entrevistados peruanos agrega que ve al Perú, su país, "retrocediendo". Lo que es bien grave. Y hay, para complicar las cosas, además, un 54% que sostiene que el año que viene el Perú "estará peor". Lo que agrava el "mal humor" y el consecuente pesimismo prevalecientes. Malas noticias, queda visto.

 A tan sólo cuatro meses de haber asumido la presidencia del Perú tras una elección reñida que dejó claramente a la vista las profundas divisiones que afectan a la sociedad peruana, Pedro Castillo enfrentó su primer pedido de "vacancia", o sea la posibilidad misma de destitución. Todo un récord.
 Ello dejó al descubierto una situación de gran inestabilidad que ha comenzado a frenar el buen andar de la economía del interesante país del Pacífico.
 La posibilidad de "vacancia" presidencial se edificó sobre una presunta "incapacidad moral" de Castillo. Ella se manifestó en (i) la torpe designación de varios funcionarios que han sido acusados de "apología del terrorismo"; en las presiones que aparecieron en un aparente favoritismo en las designaciones y ascensos de los más altos mandos militares; y (ii) en la brutal falta de transparencia del propio presidente, empeñado tozudamente en mantener reuniones oscuras y secretas en su domicilio particular con el evidente objetivo de tratar de ocultar, de espaldas a la mínima transparencia, las huellas de sus primeras conversaciones en el plano de la política.

 Los intentos de destitución de los presidentes peruanos, por reiterados y recurrentes, parecen haberse convertido en una nociva herramienta de uso demasiado frecuente que de pronto se ha instalado en el corazón mismo de la política nacional peruana. En lugar de ser sólo un recurso extremo, claramente de último término.

 Lo que por cierto debilita al sistema político peruano todo y proyecta una cuota -elevada e innecesaria- de perjudicial inseguridad, desconfianza y, por ello, de grave inestabilidad al país todo. Esa sensación está, por lo demás, creciendo.
 En los últimos cinco años, el Legislativo peruano ha intervenido en nada menos que cinco diferentes pedidos de "vacancia", en dos de los cuales se "volteó" al entonces circunstancial presidente. Muy inusual, cuanto menos.

Por lo antedicho, no resultó sorprendente que Richard Rojas, ex jefe de prensa de Vladimir Cerrón -el conocido ideólogo marxista y "padrino" del presidente de Perú, Pedro Castillo- haya sido riesgosamente propuesto como embajador del Perú en Panamá. Es un hombre sobre el que, desde hace rato ya, pesan algunas acusaciones de lavado de dinero.

 Pero esa riesgosa candidatura, sorpresivamente, no ha sido aceptada, desde que Panamá no le confirió el "placet" requerido, permaneciendo en total silencio por más de treinta días. Lo que no es algo habitual. Pero equivale a contestar con un discreto: "no".
 Perú parecería estar realmente "a los tumbos" en cuanto a designaciones de nuevos embajadores por parte de su actual presidente. Ocurre que varios de los candidatos carecen (como el propio presidente) de los antecedentes necesarios para asumir y ejercer las delicadas funciones públicas que se les confían.

 Todo un tema, el de las flojísimas designaciones "políticas", que viene empujando su patológico presidente, que no le hace nada bien al Perú. Complejo y riesgoso, a la vez. Bien nocivo, entonces.