Pesadilla con alegoría bíblica

Victoria en el infierno de las pesadillas vivientes

Por Marcelo Di Marco

Bucanera. 223 páginas.

 

El escritor Marcelo Di Marco recupera a los cuatro jóvenes amigos de Victoria entre las sombras para hacerlos vivir una aventura entre onírica y tenebrosa, en una secuela de aquella novela de terror que tiene una acentuada ambición teológica y tributos a autores clásicos del género fantástico, como C.S. Lewis.

En Victoria en el infierno de las pesadillas vivientes, Tomás, Victoria y los gemelos Pinoaga, a quienes se añade ahora la novia de uno de estos últimos, son arrastrados a un periplo siempre riesgoso en el que apenas se las arreglan para sobrevivir.

La aventura comienza cuando conocen a un millonario amable que los estaba buscando y con quien conversan dentro de su limusina. Sin darse cuenta, mientras dialogan, emprenden un recorrido por Buenos Aires que se pierde en la confusión del espacio y el tiempo que es propia de los sueños, mientras el misterioso anfitrión se va revelando con un rostro más y más siniestro.

En esa atmósfera vaporosa, confusa y amenazante las cosas pronto cobran un ritmo vertiginoso. Los límites entre la realidad y la imaginación se desdibujan para los jóvenes, acechados sin tregua por toda una galería de criaturas de inframundo, bestias salvajes, vampiros y hasta espíritus engañosos de rostro familiar.

Lo tenebroso, lo grotesco y lo desopilante se dan la mano en las peripecias que atraviesan los jóvenes amigos. Y lo hacen, a veces, hasta el límite del humor, un efecto buscado por el propio Di Marco, que ha hecho de ese contraste un sello de autor. Un ejemplo de esa combinación es el extraño desfile, mitad circense mitad infernal, con bestias imaginarias o reales, que se cruzan en Tandil y luego en la porteña avenida Córdoba, y que va sembrando a su paso el caos y la destrucción.

Los propios protagonistas, héroes improbables, se sitúan entre lo ingenuo y lo extravagante. Y en sus diálogos, con esa jerga juvenil tan bien lograda por el autor, asoman la vacuidad y el engreimiento, el enojo y las palabrotas, la desesperación y las bromas.

Marcelo Di Marco ofrece, en la superficie, un trepidante relato de aventuras, debajo del cual asoma cada vez con más claridad un horizonte religioso y una alegoría bíblica, que da la clave de interpretación de lo que está sucediendo.

Con la misma falta de complejos con que planta cara a la mentalidad moderna en una cuestión tan medular, Di Marco se solaza también con otras provocaciones menores hacia los dogmas de la corrección política. Y así no anda con rodeos, por ejemplo, para hablar de “la gorda” o del “enano”, para enfrentar la ideología woke, la atrocidad del aborto o pulverizar, por boca de sus personajes, toda la presunta seriedad sobre el lenguaje inclusivo, el patriarcado o la democracia.

Victoria en el infierno de las pesadillas vivientes es un Di Marco auténtico. No sólo abundan las referencias literarias y cinematográficas, sino que hasta se toma un respiro en la acción para discurrir sobre las distintas versiones que existen de Hansel y Gretel o las diferencias de recursos usados entre “Stranger Things”, “Espejos siniestros” y las “Crónicas de Narnia”.

Y también hace una pausa para deleitar al lector con un hermoso cuento, escrito por uno de los protagonistas, que trata sobre la salvación milagrosa de un niño entre las ruinas de las abandonadas reducciones jesuíticas. Tal vez una metáfora dolorosa de un país que ha ido dando la espalda a su fe, algo contra lo que se rebela el autor y de lo que da prueba esta misma novela.