Periodismo a los 156 años

La Prensa cumple el sábado 156 años. La sola enunciación del hecho debería causar admiración y respeto, creemos. Como el peñasco que sobrevive a mil tempestades, aquí seguimos. Perseverancia y resiliencia. Con la rigurosidad profesional de siempre; en la defensa de las ideas que inspiraban a José Clemente Paz. La antorcha de la libertad la empuña ahora Don Florencio Aldrey.

En esta edición aniversario, ofrecemos a nuestros fieles lectores -sin ellos no estaríamos aquí- material noble de lectura sobre un eje temático: De la rotativa a la Inteligencia Artificial. Reflexionamos, pues, sobre las oportunidades, los desafíos y los peligros que se ciernen en torno al prodigio tecnológico que está transformando al mundo.

¿Puede el periodismo sobrevivir a la inteligencia artificial (IA)?, es la pregunta que subyace en algunos de los textos y que, en rigor, muchos de los que estamos en la faena de la comunicación social nos planteamos un día si y otro también.

Desde un punto meramente economicista, la respuesta dependerá de si el periodismo logra adaptar sus modelos de negocio a la era de la IA. Para garantizar una oportunidad de éxito, señalan los expertos, se necesita de manera más inmediata que los dirigentes políticos hagan cumplir los derechos de propiedad intelectual. A los colosos de la IA y a los de las redes sociales y las búsquedas, que a menudo son los mismos.

Desde una visión más amplia -más filosófica, incluso- el secreto de la pervivencia del periodismo tal como lo conocemos (como de muchas otras profesiones esenciales) pasará por la habilidad de cada empresa (y de cada trabajador también) de mantener y desarrollar el toque humano.

La IA no puede sentarse a conversar con los hacedores de política, de riqueza, de cultura y de arte. Tampoco puede reunirse con los padres de las víctimas de la inseguridad o con el campeón de cualquier disciplina. Mucho menos, cultivar la confianza de un denunciante. Interpretar desde una perspectiva le está vedado a las máquinas.

El toque humano implica ofrecer contenidos periodísticos de alta calidad. Ese es gran desafío para el siglo XXI, usando las maravillosas herramientas que la revolución tecnológica nos ofrece, como la IA justamente. En este punto, al menos, el lúcido Marshall McLuhan no tenía razón: el medio no es el mensaje.

Obviamente, necesitamos que del otro lado siga habiendo una masa crítica de lectores (creemos profundamente en la trascendencia del acto de leer) que sigan demandando apego a la verdad, profundidad de la mirada, responsabilidad cívica. Ya existe en el planeta un escenario donde el periodismo independiente y honesto es censurado, es decir, no existen mediaciones entre el poder político y una ciudadanía que se refugia en los pasatiempos banales que encuentran en las redes sociales. Son los países bajo la férula de una dictadura.

En eso estamos. Un periodismo humano, demasiado humano, para un público exigente. En la era de las alucinaciones, las grietas, la corrosión de la lengua a causa de la enormidad de las mentiras políticas, las noticias falsas, los chabots, seguirá habiendo un espacio en la República para el periodismo tradicional. Le suplicamos al lector creyente que nos permita darle, por un momento, un sentido mundano al mandato presente en el Evangelio de Juan 8,32: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.