TRES CONCEPTOS QUE A MENUDO SE CONFUNDEN EN EL MUNDO MODERNO

Perdón, misericordia, y complicidad

POR FERNANDO MIGUEL SALON

Aunque parezca simple, vale la pena aclarar el significado del perdón, la misericordia y la complicidad, pues es frecuente ver confusión en múltiples situaciones.

Sabemos que el verdadero arrepentimiento consiste en tres pasos: 1) sentir dolor en el alma y en la consciencia por haber hecho algo malo, algo contrario a la voluntad de Dios; 2) tener la firme convicción de no hacerlo más; y 3) estar dispuesto a la reparación o devolución, que consiste en volver las cosas al estado en el cual estaban antes del pecado.

También sabemos que Cristo dijo que hay que perdonar hasta setenta veces siete, lo cual simbólicamente quiere decir que la capacidad de perdonar tiene que estar preparada para repeticiones, y por lo tanto para caídas y nuevos comienzos.

Sabemos también que nos referimos al dolor que siente una consciencia bien formada en el concepto de lo que está bien y lo que está mal.

Esos valores morales y actitudes -lo bueno y lo malo- no los determinamos cada uno de los 8 mil millones de personas que vivimos en el mundo, lo que crearía 8 mil millones de criterios o conceptos de lo bueno y lo malo. Eso sería un caos.

En los ámbitos civil, comercial y criminal, lo que está bien o mal lo determina la ley del hombre, a veces imperfecta.

En el camino cristiano de la verdad y la vida, eso lo determina Dios, y sabemos que ya está escrito a través de la recopilación de la Palabra de Dios en los Evangelios.

No tenemos nosotros que reescribirlas, ni inventarlas, ni interpretarlas para nuestro servicio, o para lo que nos apetezca, haciendo ajustes que nunca dijo Cristo.

En ese sentido los creyentes tenemos un camino más fácil, que es tratar de vivir con los mandamientos y preceptos que nos ha dado Cristo. No tenemos que despertarnos cada día a pensar cosas relativas o de moda, de acuerdo con cómo va el mundo. No tenemos el terrible desafío de decir ”Cristo dijo, pero yo pienso que….”.

Simplemente tenemos que cumplir sus mandamientos y preceptos, pues por eso se llaman mandamientos, y no se denominan actos voluntarios.

REPARACION

En cuanto a la separación o devolución, la mayoría de los pecados pueden volverse atrás, por ejemplo, devolviendo la cosa robada, dejando de cometer adulterio, dejando de ser egoísta o individualista y su perfil material la avaricia, o dejando de faltar el honor a los padres. No es así en el caso de una muerte.

Entonces ese arrepentimiento, con esas tres condiciones bien cumplidas con palabras de entendimiento y con hechos, es el que genera el perdón verdadero, profundo, sincero, y del cual no quedaran marcas volviendo el pecador a ser más blanco que la nieve, pues la intención de reconciliación está clara y probada. No es un simple “lo siento, me equivoqué”.

El arrepentimiento debe nacer del pecador, y el perdón es la respuesta celestial por parte Dios y humana por parte del ofendido. Entonces hay dos partes o dos personas en el arrepentimiento y el perdón.

El arrepentimiento es la gran herramienta que nos da Dios para estar en paz y reconciliarnos. Para cristianos, y para las otras religiones con numerosos seguidores también.

El segundo concepto es la misericordia, que se ejerce cuando el perdón no es posible por falta de arrepentimiento. Entonces cabe la compasión y la caridad ante una situación triste o ante un drama, y a efectos de no generar más dolor y ayudar.

Pero la misericordia tiene una sola parte pues la siente y la da solamente el ofendido (Dios en el cielo, y la persona ofendida en la Tierra) dado que no ha habido arrepentimiento por parte del pecador.

Este es el caso en que el pecador no reconoce el pecado y continúa repitiéndolo sin cargo de consciencia, sin dolor en el alma, y sin ninguna intención de restitución, y entonces se hace daño a sí mismo y causa gran dolor a quienes lo rodean, además de a Nuestro Señor y a Nuestra Señora en primer lugar.

Pero quien siente misericordia se apiada, reza mucho, y sufre como sufría Santa Susana antes de que su hijo Agustín fuera el gran San Agustín, arrepentido.

CONSENTIMIENTO

El tercer concepto es la complicidad. Sucede si consentimos el pecado, si estamos de acuerdo con lo que está mal, si pensamos que porque todo el mundo lo hace entonces está bien, si pensamos que cumplir lo que Cristo nos pide es anticuado y debe modernizarse, si intentamos justificar el pecado con cualquier excusa, o si decimos que por el mandamiento del amor todo es posible, hasta lo que está mal.

Y sucede si ni siquiera sugerimos el arrepentimiento con sus tres pasos. Y si preferimos la zona de confort de no decir nada para que todo siga igual o para que sea mundanamente aceptado, aunque sabemos que al pecado sobreviene la desgracia.

Entonces no estamos hablando ni de perdón ni de misericordia, sino de complicidad con el pecado. Y la complicidad es muy mala, pues impide la visión de lo que está bien, e ira enredando y complicando todo a su paso.

La complicidad abarca las cuatro formas de pecado: de acción (protección al pecado); de palabra (decir que lo que está mal está bien, lo que adicionalmente deviene en pecado de mentira); de obra (actuar como si el pecado no existiera y/o dar la bienvenida al pecado); y de omisión (no aconsejar al pecador, o mirar para otro lado).

La complicidad puede ser inducida por el pecador mismo, que a veces se oculta bajo un sabor más dulce que la miel, pero que está lamentablemente guiado por el Maligno.

Debemos ser claros en los conceptos de arrepentimiento, perdón, misericordia y complicidad, pues las diferencias son tan profundas que definirán si estamos o no en Gracia de Dios. Y eso estropea el camino, la verdad y la vida, quitándonos la felicidad. Y no nos levara a la Vida Eterna en el Cielo, por cierto.

Perdonemos más de setenta veces siete, y seamos misericordiosos y caritativos, si es posible sin límites, pero pidámosle a Dios que aumente nuestra fe y nuestras fuerzas para no caer en la complicidad del facilismo, para no pensar y actuar como si todo estuviera bien, y para no tomar lo que está mal como solo un concepto relativo.

No es eso lo que Cristo nos enseñó y nos pide. Él tiene derechos y nosotros obligaciones.