Perdió el partido de la guerra

Uno de los estereotipos creados por la Izquierda cultural a lo largo de décadas consistió en identificar a sus militantes como “pacifistas” y a la Derecha como “belicista”. Este doble identificación resultaba especialmente funcional, por ejemplo, a la hora de desacreditar a todos aquellos que en Occidente se pronunciaban por una resistencia activa a la expansión comunista y en incensar a quienes preconizaban lo que se parecía demasiado a una rendición.

La falsedad intrínseca de este esquema surge apenas se examina, sine ira et studio, el comportamiento de los grandes partidos norteamericanos a lo largo del siglo XX, así como lo que va del XXI. En efecto, lo que la historia de los mismos nos enseña es que ,frente al aislacionismo instintivo de la mayoría de la opinión pública, fueron los liderazgos demócratas los que se impusieron llevando al país al compromiso bélico en distintos escenarios de Europa y Asia.

Unos pocos ejemplos. En 1914 estalla la IGM y la actitud espontanea de la mayoría de los norteamericanos se alinea por la neutralidad. Seguía, en tal sentido, el memorable consejo de George Washington en su Farewell Address de setiembre de 1796, cuando el presidente-fundador advierte a sus compatriotas sobre los peligros que contienen las alianzas permanentes que conducen a los “enredos”, particularmente europeos, Sobre este legado nacional se injertarán luego las reticencias de minorías migratorias (alemanes, irlandeses, etc.) a que los EE.UU. adoptasen políticas exteriores dañinas para sus patrias originarias. Este estado de espíritu será dejado de lado por el presidente demócrata Woodrow Wilson en 1917 para comprometer al país mediante el envío de un cuerpo expedicionario a Francia. Si en la postguerra Wilson no fue más allá, ello se debió en buena parte a la resistencia de los republicanos, que le obligó a retirarse de lo que había sido su empeño utópico, la Sociedad de las Naciones.

En 1939 llega la IIGM y se reedita la prevalencia de las corrientes neutralistas en la población norteamericana. Pero será otro demócrata, Franklin Delano Roosevelt, el que arrastrará a su país a participar como beligerante a partir de 1941. FDR sabía que esa intervención era el precio por el acceso a la hegemonía. Y el Partido Demócrata, como en otras ocasiones, no dudó en pagarlo.

Èl 17 de enero de 1961, será un presidente republicano –y además militar- quien en su discurso de despedida señale el peligro. Dijo entonces Dwight Eisenhower:“En los consejos de gobierno debemos evitar la compra de influencias injustificadas, ya sea buscadas o no, por el complejo industrial-militar. Existe el riesgo de un desastroso desarrollo de un poder usurpado y (ese riesgo) se mantendrá”.

En 1965 el desenlace adverso para Francia de lo que había sido su guerra colonial en Indochina ofrece a EE.UU. la oportunidad para intentar echar raíces en esa remota península asiática. Y será un presidente demócrata, Lyndon Johnson, quien iniciará la participación masiva de los norteamericanos en la guerra, así como un gobernante republicano, Richard Nixon, quien pondrá fin a la misma en 1975.

Este record será renovado en la presente década: Trump no inició guerra alguna, mientras que su sucesor se involucró financiera, armamentística y logísticamente en el conflicto ucraniano, que razonablemente, pudo ser llamado “la guerra de Biden”. Una vez más el pueblo norteamericano manifestó su rechazo, que esta vez tuvo quien lo expresara en el plano del liderazgo. A pesar de los intelectuales progresistas y del Deep State.