QUE PASO EN LAS PASO

Perdió el establishment, perdió la izquierda

No hay muchos cisnes negros en la historia argentina de las últimas décadas, si entendemos por tales a hechos imprevisibles que trastornan las relaciones de poder preexistentes. Uno fue el 17 de octubre del’45. Otro la elección de Raúl Alfonsín. El tercero la victoria de Menem sobre Cafiero en las internas multitudinarias de 1988. El cuarto se ha registrado el domingo 13 en el marco de las PASO.

Con los resultados de ese día la Argentina ha ingresado en el clima de época. Este, aunque tenga en su constelación figuras como las de Trump, Bolsonaro y Meloni, no se define tanto por la ideología de los candidatos finalmente triunfantes, cuanto por el desplazamiento hacia la derecha del centro de gravedad del debate político.

Temas que estaban sofocados, posiciones que nadie osaba proponer públicamente se tornan ahora al menos opinables, mientras que otros esloganes manidos y trillados dejan de ser admitidos a un examen serio y razonable.

Y luego están los números. El pasado 13 dos candidaturas presidenciales de franca derecha (Milei, Bullrich) sumaron el 49 % de los votos, todas las de izquierda (Grabois + trostkistas) el 9 % y las eclécticas, oportunistas o indefinidas (Massa, HRL) el 42 %.

La politología al uso en ciertos ambientes, que identifica derecha con capas altas e izquierda con estratos inferiores de la sociedad, se las vería en figurillas para interpretar lo ocurrido cuando, por ejemplo, el precandidato más votado realiza su mejor performance de CABA en tres villas del norte y sur de la ciudad, desempeño que se repite en áreas de todas las grandes conurbaciones del país.

¿Quiénes eran, en cambio, los preferidos del establishment? Dentro del empresariado, y dada su composición prevalentemente prebendaria, era lógico que las preferencias fueran –como fueron- a Massa y, eventualmente, HRL. Se reitera así la tendencia a que el centro progresista, y no las posiciones francamente favorables a un capitalismo competitivo, resulte el beneficiario de las inclinaciones de los actores económicamente más gravitantes.

AUTISTAS

Pero también el establishment político resultó duramente desafiado.Nuestra Clase Política autista (impropiamente denominada “casta” por Milei) contempló la absoluta insuficiencia de sus recursos tradicionales de agregación y movilización. Así, los aparatos estatales de la Capital y la provincia de Buenos Aires ilustraron la ley del rendimiento decreciente. En cuanto a HRL, en particular, su colección de figuritas de presuntos líderes no le proporcionó el 70 % que reclamaba para gobernar, sino solo el 11 %.

Lo más trascendente y perdurable reside, sin embargo, en la tendencia a debatir sin tabúes ideológicos. En el mundo, y particularmente entre nosotros, la izquierda detentó por muchas décadas un temible poder proscriptivo, capaz de vetar temas y cancelar actores.

Sea cual fuere el futuro político de personalidades como la del creador de La Libertad Avanza, su incorporación a la agenda política de temas tales como la rediscusión del aborto, el voucher educativo, el carácter opcional de la ESI, el modelo chileno para la obra pública o la alianza estratégica con Estados Unidos interpela a toda la dirigencia y oxigena la discusión. Acabamos de entrar en el siglo XXI.