Paulina Bonaparte: la Venus del Imperio
Fue la más bella de las hermanas de Napoleón, pero también la más indómita y la más leal. Amaba a su hermano tanto como al lujo que su condición le permitía adquirir aunque, llegado el momento, no dudó en vender sus joyas para asistir al ex emperador en desgracia. Fue la única de las hermanas que, por todos los medios, intentó acompañarlo en su exilio en Santa Elena, aunque los británicos lo impidieron.
Esta joven de inquietante belleza ascendió gracias al prestigio de Napoleón, once años mayor. Desde muy joven, Paulina se destacó entre los allegados al joven general, como su secretario Junot y el periodista Stanislas Fréron. Fue el propio Bonaparte quien la instó a casarse con su amigo, el general Charles Victor Leclerc, a quien le encomendó reprimir la insurrección de esclavos en Haití, conducida por el legendario Toussaint L'ouverture (controvertida actitud de un gobierno que había surgido de la Revolución de 1789, cuando se declararon los derechos del hombre).
Leclerc viajó a Haití con Paulina y su hijo. Después de algunas victorias, logró capturar al general de color, a quien envió a Francia, donde murió en 1803. El mismo destino alcanzó a Leclerc, quien falleció de fiebre amarilla en 1802, ante la consternación de Maria Paola Buonaparte (el verdadero nombre de Paulina).
En su novela “El reino de este mundo”, Alejo Carpentier, uno de los fundadores del realismo mágico latinoamericano, relata las conductas escandalosas de la joven esposa durante su viaje, y a espaldas de su marido. Muerto éste, Paulina decidió volver a Francia con su hijo y el cadáver embalsamado del general.
Si el matrimonio no había sido un obstáculo para frenar su lujuria, el regreso a Francia –en pleno auge del poder de Napoleón– le abrió las puertas del desenfreno y, obviamente, a la maledicencia. Se le atribuía una relación incestuosa con su hermano, jamás comprobada documentalmente, más allá de la mala relación que mantenía con su cuñada Josefina, agravado el encono cuando, durante la consagración de esta como emperatriz, Paulina fue relegada a la poco relevante tarea de llevar la cola del vestido.
Durante su permanencia en París, se sucedieron una serie de amantes: desde un famoso actor como François Joseph Talma, hasta el compositor Felice Blangini y el pintor Auguste de Forbin, quienes, al igual que otros artistas, se inspiraron en su belleza.
Napoleón decidió usar a su hermana para consolidar alianzas políticas y, en 1803, la casó con el príncipe Borghese, miembro de una de las familias más antiguas de Italia y dueño de una enorme fortuna que Paulina se encargó de dilapidar en placeres sin culpa.
Encantado con la belleza de su joven esposa, el príncipe le encargó a Antonio Canova, el escultor más célebre de Europa, que la retratara como una Venus Victrix, sosteniendo en su mano la manzana de la discordia. Cuentan que, para que no sufriera frío mientras posaba desnuda, encendieron varias estufas en el estudio para su comodidad.
No fue la única de la familia en emular el arte del desnudo grecorromano: Canova también retrató a Napoleón como Marte pacificador.
Vale aclarar que, concluidas las guerras napoleónicas –que resultaron en una enorme rapiña, especialmente de obras de arte que poblaron el Louvre–, fue Canova quien se encargó de su restitución, aunque con ciertas excepciones que aún se conservan en dicho museo.
Lo cierto es que Camillo Borghese no era un príncipe azul, y las veleidades de Paulina excedieron todos los límites del pudor y el decoro, circunstancia potenciada (valga la expresión) por la impotencia de su marido.
No solo posó desnuda para Canova como Venus, sino también para la Náyade, escultura hoy exhibida en el Metropolitano Museum, sino para pintores como Louis Benjamin Marie Devouges (1770-1842), quien la retrató sentada en un lujoso cuarto de baño, escasa de ropas o, mejor dicho, cubierta con transparencias. Este cuadro era propiedad de su hermano José, ex rey de España, quien lo llevó a su dorado exilio en New Jersey, EE.UU. Finalmente, la obra quedó en Estados Unidos y, desde 1936, se la exhibe en el Museo Ringling de Sarasota.
La muerte de Paulina avivó los ya desmedidos comentarios que le atribuían toda clase de enfermedades de trasmisión sexual. Con certeza se sabe que padeció una salpingitis, circunstancia que explicaría, al menos en parte, por qué no tuvo más hijos a pesar de sus asiduidad mayoría .
Desde 1822, su salud decayó notablemente, más aún al enterarse de la muerte de su hermano. Algunos autores hablaron de tuberculosis, pero en realidad Paulina padeció un cáncer de útero que se diseminó por su cuerpo. Entonces no se conocía la relación entre el virus de papiloma humano y el cáncer de cuello de útero. Gracias a los estudios de Harald zur Hausen (Premio Nobel en 2008) se pudo establecer fehacientemente este vínculo.
Antes de eso, se relacionaba la aparición del cáncer de cuello uterino con la promiscuidad. Las múltiples relaciones sexuales aumentan la posibilidad de adquirir dicho virus que es muy común, pero no todas las mujeres que lo sufren desarrollan necesariamente ese tipo de cáncer. De hecho, solo el 5% lo hace.
Antes de morir, Paulina se reconcilió con el príncipe Camilo. Falleció el 9 de junio de 1825, en Florencia. A pesar de su pedido de ser enterrada en Francia junto al general Leclerc y su hijo, Paulina fue sepultada en la capilla Borghese en la Basílica de Santa María Mayor, en Roma, el mismo templo donde pidió ser enterrado Su Santidad el Papa Francisco.