Parricidio y fratricidio: los crímenes de la propia sangre
El parricidio de Vicente López vuelve a señalar un tema que nos lleva a interrogantes culturales, históricos, psicológicos, antropológicos y sociales. ¿Cuál es el trasfondo de los crímenes cometidos contra la propia sangre? ¿Qué límite ha sido transgredido?
Todo tipo de homicidio nos conmueve y cuestiona en nuestra propia pertenencia cultural e histórica como miembros de la humanidad. El mandato "no matarás", señala el temor de la cultura, en un sentido antropológico de la palabra, de ser superada por el caos y así jugar con la propia destrucción, la propia muerte. La muerte del otro es la sombra en nuestra estructura psíquica que se contrapone con la propia existencia. El temor a la inevitable propia muerte, queda demarcado en esa barrera a no franquear que es ocasionar la muerte del otro. Ese mismo temor genera la negación, que hace suponer erróneamente que otro puede ser asesino pero nunca uno mismo, rechazando esa propia contraparte, esa sombra que nos constituye como seres con aspectos complementarios.
Afortunadamente si bien en la historia de la humanidad ha predominado la pulsión hacia la vida (caso contrario no existiríamos), también está marcada por la presencia constante de múltiples formas de homicidio que se han constituido en diferentes hitos históricos.
De alguna manera en nuestro imaginario hay algunos homicidios que mediante diferentes filtros cognitivos colocamos en un lugar que nos permite si bien no justificarlos, al menos entenderlos y hasta darles un sentido, como son los actos que atribuimos a los héroes patrios por ejemplo en todos los países. Se guarda una versión idealizada y mítica de la realidad que luego estudios revisionistas terminan cuestionando, siendo luego más difícil de entender y procesar. Existen otros, sin embargo, que nos resultan incomprensibles y nos cuestionan como miembros pertenecientes a esa misma especie que quienes los cometen.
En este contexto están aquellos cometidos contra "la propia sangre". Mientras los mismos delitos dentro de la familia sin nexo sanguíneo, femicidio, uxoricidio, generan repudio y condena social, los parricidios (la muerte de los padres), filicidios (de los hijos) y los fratricidios (entre hermanos), nos cuestionan de tal manera que necesitamos imponer la necesidad del sujeto conceptual de la locura para poder realizar siquiera un esbozo de comprensión.
Sin embargo, nuestra construcción histórica, cultural y hasta mítica y religiosa están llenos de referencias a estos crímenes-tabú, como Abraham que acepta la indicación divina de matar a su hijo para luego no concretarlo, o Caín y Abel que condiciona nuestra cultura judeo-cristiana, Zeus y Cronos-Uranos, o el origen de nuestra cultura latina en Rómulo y Remo, para pasar por las fantasías o cuestionamientos de muerte de familiares directos como Hamlet, o Arjuna, o hasta Edipo, que en la no comprensión del mito original llevó a mostrar en ese error, la fantasía de la muerte del padre.
Todos estos homicidios, fratricidios, parricidios, filicidios, poseen un componente que trasciende al acto mismo y dejará consecuencias definitivas. La palabra parricidio provendría del latín, parus, 'pariente', o de par, 'igual', o pater padre y -cida, de caedere, 'matar, cortar', con lo que más que la noción de matar al padre es matar al igual, al par, de allí quizás el uso más habitual de la noción refiere al hecho de asesinar a los progenitores, usándose menos la palabra matricida en referencia a la madre.
En estos días, la sociedad se vio conmocionada por el caso de Martín Del Rio, quien está sindicado como el homicida de sus dos padres. La historia criminal argentina es pródiga en casos célebres, como el caso de los hermanos Shoklender en 1981, que presuponía una temática de abuso infantil prolongado y dio lugar a las más diversas hipótesis. El de Luis Iribarren conocido como el carnicero de San Andrés de Giles, quien mata a toda su familia en 1986, pero solo se develará el hecho nueve años después, al momento de reconocer él mismo haber asesinado a su tía, y decir "No tuve el coraje de dispararle a mi tía con el arma porque me acordé de lo que les había hecho a mis padres y a mis hermanos, y no soportaría hacerlo de nuevo". Las hermanas Gabriela y Silvina Vázquez en el año 2000, conocidas como las hermanas Satánicas, que fueran declaradas inimputables por padecer una de ellas una esquizofrenia y ser dadas de alta en 2003. También más recientemente, los conocidos como "parricidas de Pilar" que no solo asesinaron a sus padres, sino los desmembraron y quemaron, aludiendo no soportar más el abuso sexual infantil al cual eran sometidos sus dos hermanos menores. Finalmente, en estos días, con sorpresa para algunos, pero no para varios miembros de su círculo, a la ocasión de la reapertura del caso Belsunce, el imputado Pachelo es investigado como presunto autor en otra causa que así es reabierta, la de la muerte de su padre que se había considerado en su momento un suicidio.
Los móviles, los modos, las estructuras de base disimiles, pero todas sin embargo tienen una supuesta razón para el o los homicidas, que les permite atravesar ese límite último sin retorno. Martín Del Rio diría que su padre hacia negocios poco éticos, Karen Klein y Leandro Acosta que sus hermanos eran abusados, las hermanas satánicas que su padre estaba poseído y así... Sin embargo, el análisis atraviesa diferentes capas del psiquismo y la historia vital de los individuos.
El tema nos conmociona y atrapa de tal manera que en la literatura encontramos innumerables casos, aunque quizás sea imposible no colocar en un lugar especial a los hermanos Karamazov de Fiódor Dostoyevski. La capacidad descriptiva de este autor sobre los diferentes estados psicológicos, lo coloca en la profundidad de abordar personajes junto a Shakespeare, quien también toma el tema del parricidio. Cómo olvidar la frase repetida de asombro de Julio César al ser apuñalado por quien veía como un hijo y de alguna manera había criado, y a su vez su asesino lo consideraba un padre. ¿Qué impulsó a Bruto a ser quien hundiera la daga en César?
La pregunta del motivo y de lo que hay por detrás de esa mente está ilustrado en un interesante libro de Muravyeva y Toivo, de los pocos que abordan el tema del parricidio, que comienza con un primer capítulo titulado "¿Qué clase de monstruos son?" No se pregunta sobre una supuesta enfermedad sino, como en la antigua Roma, los consideraba algo ajeno a la humanidad.
Hasta hace cierto tiempo la hipótesis del abuso predominaba y de hecho en el caso Shoklender se usó, pero en este caso de manera cierta. Sin embargo, tanto en éste como en otros casos, los motivos y las historias vitales de los asesinos son extremadamente diferentes. Desde el deseo de libertad y no seguir consignas o límites, hasta abusos o creencias de que el parricidio sería un acto de reparación, pero el factor dinero y un historial de conflictos alrededor de ellos se encuentra en gran cantidad de casos, al menos como detonante de estructuras y conflictos de base. En muchos casos también hallamos la presencia de patología mental concreta, quizás el ejemplo cercano de las hermanas satánicas o el de Leandro Acosta en Pilar sean los más evidentes. O la influencia de cultos o sectas, o de terceras personas que dominan la voluntad del ejecutor, desde la "Folie a deux" (la locura de a dos) de Lasègue y Falret, hasta la complementariedad con el psicópata.
Sin embargo, los motivos, las causas de base reales o supuestas, escapan a la comprensión y hasta a la lógica utilitaria del crimen. ¿Era solo por dinero, o el dinero fue la excusa para cumplir un anhelo rumiado por años?
Nos enteramos que había varias señales pero siempre (como Epimeteo) luego de sucedido, todos atestiguan haber percibido diversos elementos. Sin embargo, desde una perspectiva exclusivamente judicial o policial, que descarte las motivaciones y los infinitos senderos de la mente, poco se podrá entender, menos anticipar.
Un abogado joven que comenzaba su carrera y que sería luego un pensador, escritor, filósofo sí les dio importancia a estos aspectos y logró fama evitando que su defendido padeciera la peor de las muertes que era la condena de los parricidas en la antigua Roma, la "Poena Cullei" (la pena-castigo del saco), el ser introducido en un saco de cuero junto a animales (mono, gallo y un perro) y arrojado al Tíber. En el caso de Sextus Roscius, Cicerón formulará una pregunta central: no "por qué lo hizo" sino "¿Cui Bono?", (¿Quién gana?). La pregunta quedará para siempre en la criminología. Cicerón demostró que no había ganado su defendido, asesinado a su padre del mismo nombre, sino sus verdaderos asesinos.
¿Cui bono con el desdén actual a la salud mental?