UNA MIRADA DIFERENTE
Parar la pelota
La vieja frase futbolera es el mejor asesoramiento que se puede hacer al gobierno en su hora de euforia y cambio.
Si se pudiera dar un consejo al Gobierno -y si éste tuviera la capacidad y vocación de escucharlo, junto a sus fieles fanáticos- la frase del título sería el mejor resumen de lo que sugerirle en este momento liminar.
Tras la sorpresiva victoria en las elecciones de medio término y el apoyo manifestado por el gobierno norteamericano, el oficialismo se prepara para iniciar el proceso de lograr la aprobación de las leyes que en su concepción producirán el cambio, y también el arranque del país hacia un futuro promisorio.
Eso no debe confundirse con un llamamiento a la urgencia, ni con una carrera de proyectos deshilvanados, ni a un mercado persa de negociaciones, tira y aflojas, ni mucho menos albergar la idea de que las leyes vitales surgirán de una negociación técnicas en el Congreso.
El Legislativo es incapaz de producir ninguna legislación coherente, simplemente. Creer que se puede arrojar un globo de ensayo sobre las Cámaras y que de ahí surgirá una discusión que culmine en un proyecto consensuado y coherente es simplemente un acto de inocencia. O de irresponsabilidad.
También lo es tomar varias ideas y proyectos de distintos sectores de LLA y agitarlas o tratar de venderlas como grandes innovaciones, o presentar proyectos a las apuradas esperando polarizar rápidamente la discusión en torno a ellos. Eso sólo puede confundir, asustar y hasta crear más dificultades, no sólo para la aprobación de las leyes, sino si se intentase aplicar esas ideas en la práctica.
La columna viene sosteniendo que ya de inicio la idea de discutir separadamente en el tiempo las leyes que se discuten crea un problema de fondo que es de compleja solución: el Presupuesto está muy relacionado con el Sistema impositivo, con la Coparticipación, con el Sistema Previsional y aún con el Laboral. Lo mismo ocurre con cada uno de los otros rubros. Casi imposible no interconectarlos y no homogeneizarlos.
La solución de muchos de los problemas del sistema laboral, por caso, tiene relación con el accionar de la justicia, con los subsidios y planes de todo tipo, con los regímenes de promoción, con el sistema impositivo. Resulta utópico intentar discutir ese rubro con independencia de todos los demás. Vale para todos los grandes temas en discusión que se intentan modificar.
La idea contenida en un precario plan que circuló intempestivamente de extender la jornada laboral a 13 horas sólo sirvió para generar críticas de muchos sectores, que aun queriendo colaborar con el oficialismo se deberían enfrentar al repudio de sus votantes, con justa razón, habrá que agregar.
SE LES VA LA BOCA
Algo similar ocurre ahora con el trascendido de la intención de eliminar el monotributo a pedido del FMI -garantía de inoperancia, desconocimiento y fracaso- idea que, arrojada suelta, sólo sirve para generar críticas, protestas, zozobra y oposiciones tempranas. No muy distinto a lo que ocurrió con el Garrahan y los discapacitados. “Se les va la boca”, diría un tribunero, en la misma línea del título. Ayer el presidente desmintió la especie, pese a haber formado parte de charlas del equipo del ministro Caputo con empresarios, aparecido en las minutas del FMI y haber sido denunciada por el diputado electo Guillermo Michel, ex Director de Aduanas.
Milei acusó de delincuentes operadores al menos a cinco diarios argentinos que comentaron el tema.
Como varias de las reformas y simplificaciones anunciadas anteriormente han resultado en la práctica de poca trascendencia cuando no de nulo efecto, agregar la sensación de anuncios improvisados o apurados no ayudaría demasiado, o peor, se correría el riesgo de aprobar vía el toma y daca un grupo de leyes de poca coherencia y de poca eficacia.
Por lo pronto, el cambio de ministros y la reasignación de funciones de cada ministerio no es nada más que un mecanismo de resolución de enfrentamientos internos en el gobierno, sin ninguna consecuencia en la eficiencia o calidad de las decisiones ni en su funcionalidad, salvo una repartija de cajas y poder que hace dudar seriamente de la gestión.
Entonces, el Gobierno debe preparar un paquete de reformas coordinadas en cada una de las áreas que se intente modificar, simultáneamente, aunque se traten por separado. Recién en ese momento estará en condiciones de negociar la aprobación de cada ley, del único modo en que se negocian las leyes en Argentina, no esperando que mágicamente surja un paquete de normas consensuadas fruto de una discusión civilizada donde se tengan en cuenta los gentiles pedidos de todos los interesados.
Los efectos del RIGI, por ejemplo, que vaciará de recursos a la administración y hará muy complicado materializar la idea de bajar los impuestos para que “muchos más paguen mucho menos” y entonces desestimular la evasión, deben ocupar un espacio central en la consideración de quienes formulen las nuevas normas.
En vez de eso, se está apresuradamente extendiendo las ventajas de ese subsidio impositivo integral a las empresas que licitarán en la obra pública, que además contarán con financiamiento del Estado, sin permitirse la participación directa de empresas extranjeras. ¿Con qué garantía de que los participantes, mayoritariamente los mismos de la inmortal e interminable Causa de los Cuadernos, no repetirán el mismo show de incumplimientos deliberados, cartelización, ajustes, defaults, falta de cumplimiento con los bancos estatales, demoras y acuerdos posteriores bajo el poncho, juicios que el Estado se especializa en perder, etc?
IMPROVISACION Y CAOS
Simplemente tirar un par de ideas sobre la mesa y convocar al Congreso para que “se negocien las leyes” es garantía de improvisación, caos y otra vez, inseguridades y costos de todo tipo. Ninguna provincia cumplirá con lo que establezca la ley en cuanto tenga que hacer el esfuerzo de bajar el gasto. Salvo que la ley de Coparticipación se remodele. En su defecto, a la primera de cambio las provincias harán lo mismo de siempre, y así en todos los casos.
Este parar la pelota, también incluye la actitud triunfalista que adopta el Gobierno a cada paso que cree que está dando, que corre el riesgo doble de crear mucha incertidumbre por una parte, y de provocar mucha desilusión por otra.
Tal es el caso del promocionado tratado con EE UU, sólo llamado así en Argentina, no en los comunicados norteamericanos. Todo lo que dice el tratado es que Trump va a rebajar voluntariamente los excesivos recargos adicionales que se aplican a varios productos, (lo mismo ocurre con El Salvador, Ecuador y Guatemala) para abaratar el costo de ciertos productos al consumidor estadounidense. Curioso que el presidente yanqui no haya advertido que todos los recargos exagerados que ha aplicado tendrán ese efecto sobre sus consumidores, que trata de evitar solamente en la banana y el café.
Hay además una cuota de inocencia en poner esperanzas en el crecimiento de la exportación tradicional a EE UU, como a Europa, salvo de los bienes estratégicos si se venden a precios de remate.
El tratado de comercio e inversión no tiene demasiados efectos ni demasiada proyección sobre la economía nacional, porque las concesiones que recibe el país son mínimas y formales, a estar por el enunciado genérico de las mismas, y las cesiones que hace, no arancelarias, tienen que ver con viejos reclamos de la industria estadounidense, sobre patentes, laboratorios, aprobaciones bromatológicas, tasas de de estadísticas, que ahora sólo pagarán las importaciones no americanas, y el compromiso de cumplir vagas normas estadounidenses que sólo cumplen quienes les importan bienes.
UN PBI DE SEGUNDA CALIDAD
En cuanto al tratado sobre inversiones, es una frase. Las inversiones requieren un tratado entre países cuando se comercia con China, no con el mundo libre, que se guía por otros cánones. Obviamente, si se les cobra impuestos cero, es posible que se consigan algunas inversiones, con efecto bastante neutro. Un PBI de segunda calidad.
Ni el Mercosur permite mucho más que esto, ni los prebendarios locales con dólar controlado permiten mucho más que esto. (Habrá que esperar lamentos, lobbies y retrocesos) Celebrar este anuncio como el gol del triunfo es también peligroso, porque colabora a una rápida desilusión. Riesgo que empeora cuando los fanáticos felicitan efusivamente por semejante logro a un canciller que lleva dos semanas en el cargo, evidentemente una tarea que también merecería el premio Nobel de algo.
Siempre se puede redoblar la apuesta y sostener que se trata de un primer paso. ¿Hacia dónde? “Hacia un acuerdo marco”- se lee en el periodismo superficial de pasantes. Marco sin cuadro, digamos.
La pregunta única y clave sigue siendo la misma que hace dos años: ¿Quién pergeñará las leyes de fondo que llevarán al país nuevamente a la grandeza? Mientras eso no se defina en cada área y culmine en la coordinación de todo el proyecto, es mejor parar la pelota y pensar.
