Por Juan Marcos Pueyrredón
La primera página de Tierra de Hombres de Antoine de Saint-Exupéry como destaca el Profesor Bernardino Montejano es un recuerdo vivo de nuestros cielos argentinos:
"Tengo siempre ante mis ojos la imagen de la primera noche de vuelo en la Argentina, una noche sombría, donde titilaban solas, como estrellas, las escasas luces esparcidas en la llanura".
"Cada una señalaba en ese océano de tinieblas, el milagro de una conciencia. En aquel lugar se leía, se reflexionaba… Allá se amaba".
"De tanto en tanto resplandecían en el campo, luces que reclamaban su alimento. Incluso, las más discretas, la del poeta, la del maestro, la del carpintero. Pero entre aquellas estrellas vivas, ¡cuántas ventanas cerradas, cuantas estrellas apagadas, cuántos hombres dormidos!”
"Como el Pastor de la Patagonia: que descubre entre las sombras de la noche, luces que brillan como estrellas”:
"Son los argentinos despiertos, -dice el autor citado-, la vigilia de los hombres con vida interior”.
Pero también existen estrellas apagadas, conciencias tenebrosas y un lenguaje vulgar y soez, que promueve el odio y el resentimiento por parte de gobernantes del más alto rango y de la oposición y muchos argentinos dormidos “ajenos a las veladas del espíritu".
VIRTUDES Y DEFECTOS
Argentinos dormidos, argentinos despiertos, el autor de El Principito parece que volara hoy en su avión de correo por tierras argentinas y descubriera en vuelo rasante, nuestras virtudes y nuestros defectos.
La de tantas almas dormidas que viven en la mediocridad y en la chatura en un país que no merecen, aunque también hay muchas otras bien despiertas y en vigilia, hombres y mujeres de mi Patria que han despertado, que están hartos de mentiras y de vanidades, porque quieren un país grande, y generoso para sus hijos y para todos aquellos que lo necesiten y que quieran vivir en su suelo.
Como dice Montejano en su poético libro Saint-Exupéry, Jardinero de Hombres son muchos “los males producidos por nuestro individualismo".
"Debemos rehacer un tejido social deshecho, a partir de la familia y de las pequeñas comunidades, y el avión del Principito es un medio para favorecer los encuentros entre compatriotas, para aproximar corazones tal vez muy distantes físicamente en nuestra geografía, pero próximos en el espíritu"
¿Cuál es el antídoto que nos propone el autor de El Principito para que los argentinos –aquí y ahora- despertemos de nuestra modorra y podamos aspirar a un porvenir grande, celeste y blanco como nuestra bandera?
Yo lo he encontrado en estos bellísimos párrafos de Saint-Exupéry, donde el genial escritor y piloto francés mira desde su avión en la noche, el cielo tachonado de estrellas, algunas dormidas, otras despiertas y nos aconseja a cada argentino:
“Lo maravilloso de una casa no es que ella nos ampare, nos caliente, ni que poseamos sus paredes, sino que haya depositado poco a poco en nosotros provisiones de dulzura”.
“Se muere por una casa. No por unos objetos y unas paredes. Se muere por una catedral. No por unas piedras. Se muere por un pueblo. No por una muchedumbre. Se muere por amor del Hombre si es clave de bóveda de una Comunidad. Se muere solamente por aquello por lo que se puede vivir”
“Si siembro semillas, ya es como una plegaria recitada en la noche y soy aquel que marcha lentamente esparciendo el trigo bajo las estrellas. De la semilla saldrá la espiga, la espiga se transformará en carne del hombre, y del hombre saldrá el templo para gloria de Dios y podré decir que ese trigo tiene el poder de juntar sus piedras”.
“Ligados a nuestros hermanos por un objetivo común y que se sitúa fuera de nosotros, solo entonces respiramos, pues amar no significa mirarnos uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección. No existen compañeros si no se encuentran unidos en una misma tarea, sino se encaminan juntos hacia la misma cumbre”.
Así es como los argentinos, podremos decir con Mallea: “Si mil veces tuviera que elegir, mil veces elegiría nacer de nuevo en las costas de mi tierra, crecer entre sus ríos, atender al rumor dulce de su pausado crecimiento. Si mil veces tuviera que elegir, mil veces escucharía los modos de su voz, ver los matices de sus rostros, seguir conmovido el vuelo de sus pájaros. Si mil veces tuviera que elegir, mil veces sacaría de mí los cantos que en su silencio sus diferentes causas me producen. Si mil veces tuviera que elegir, mil veces bajaría mi cara al suelo para distinguir, en un latido de planicie, el eterno sol nativo de sus generaciones. Si mil veces tuviera que elegir, mil veces elegiría la suerte múltiple de ser mil veces argentino”.