LA OBSESIÓN ARGENTINA CON UN FETICHE DE INCLINACIONES MASÓNICAS

¿Para qué quieren un dólar?

El dólar vuelve a estar de moda. En realidad, hace más de 70 años lo está, cuando el general Perón le preguntó a una multitud preocupada por el precio de la moneda americana, si es que alguna vez habían visto un dólar... desde entonces, vimos (irse) varios miles de millones. ­

Después de la Segunda Guerra Mundial, el dólar desplazó a la libra esterlina como moneda de referencia mundial (un precio que el imperio británico debió pagar por la ayuda de su aliado). Este billete había sido diseñado bajo una simbología masónica que tiene como epicentro el número 13, la cantidad de colonias que constituyeron la nueva nación independiente.

El dólar nació el 2 de abril de 1792 y, a diferencia de la libra esterlina, fue dividido en céntimos siguiendo el sistema decimal. Su nombre deriva del Thaler bohemio, por entonces parte del Imperio de los Habsburgo. Esta moneda de plata se usó extensamente en el Nuevo Mundo. Los colonos americanos lo conocían como dólar español y lo usaron desde 1785 para diferenciarse de los ingleses.

Como dijimos, la Casa de la Moneda estadounidense creó el dólar americano, pero por mucho tiempo coexistieron ambos dólares hasta que el español fue prohibido antes del comienzo de la guerra civil.

El primer billete con valor de un dólar se imprimió en 1862 pero no llevaba el retrato de Washington, sino el de Salmon P. Chase, por entonces secretario del Tesoro durante el gobierno de Abraham Lincoln. Fue él quien impulsó la impresión de papel moneda durante la guerra y quien diseñó el primer billete donde, en un alarde de escasa humildad, incluyó su retrato. En defensa de Chase debemos decir que a él se debe la inclusión de la frase “En Dios confiamos” (In God We Trust). Desde 1957 se incluye está invocación en los billetes de todas las denominaciones. ­

­EL ADUSTO WASHINGTON­

Concluida la guerra, se decidió incluir un retrato del primer presidente pintado por Gilbert Charles Stuart. El gesto adusto de Washington se debe al hecho de que el primer mandatario no tenía dientes propios para mostrar y los que lucía eran prestados. Esta hecatombe odontológica era la consecuencia de varias causas, como el uso de medicamentos a base de mercurio, la piorrea que le hizo perder varias piezas dentales y la costumbre del bueno de George de romper las cáscaras de nueces mordiéndolas. Para reemplazar a sus incisivos, caninos y molares, Washington tenía varias dentaduras postizas hechas con los más diversos materiales: marfil de hipopótamo, dientes de alce y también humanos, donados involuntariamente por cadáveres. Dada la incomodidad para usar estos adminículos, el presidente solo los usaba para comer, ya que eran bastante pesados y para dar sus discursos a los postres de algunos banquetes partidarios, solía dejar sobre la mesa su sonrisa mientras hacía su alocución.

Gilbert fue convocado en 1796 a pintar su retrato. Como no podía arrancarle una sonrisa y el rostro de Washington sin dientes lucía adusto y demacrado, cuentan que el presidente posó con algodones en la boca para rellenar sus carrillos. Y así quedó para la posteridad.

Decíamos que el número 13 predomina en la simbología que la adorna: Tiene 13 números romanos, 13 estrellas sobre el águila, una pirámide de 13 escalones y 13 letras en las frases latinas Annuit coptis (Aprobar y conducir) y E pluribus unum (Todos somos uno). Son trece las barras verticales y trece las horizontales con trece hojas y frutos de olivo. También son trece las fechas, los frutos y elementos que rodean el retrato del presidente desdentado, pero de fuertes inclinaciones masónicas, como lo fueron varios mandatarios americanos. La inclusión de la pirámide y el ojo visor así lo sugieren

­LA MAQUINITA­

Hasta 1963 cada dólar era un certificado de plata metálica y desde 1992 la impresión de este billete se ha multiplicado a punto de ser el 40% de las monedas impresas. Esta sobreproducción condujo a errores, como el cometido en 2014 cuando se imprimieron tiradas idénticas de 6,4 millones de billetes, con números de serie coincidentes que hoy son buscados por los coleccionistas.

El 2020 fue el año en que se han impreso dólares con una velocidad sin precedentes, para paliar la crisis por la pandemia mundial. El proceso culminó pocos días atrás cuando se anunció que la inflación de EEUU llegó al 6,3%, la cifra más alta en 39 años. ¿Estarán dispuestos los demócratas a enfriar la economía? Quizás la experiencia argentina les abra los ojos para frenar la inflación a tiempo. ­

Como decíamos al comienzo, todo empezó cuando en agosto de 1948 el general Perón, cansado de las quejas por el aumento de la divisa norteamericana, expresó su preocupación por lo que él llamaba el accionar de “agiotistas de la bolsa negra de moneda extranjera”, ante el gremio de obreros ladrilleros hizo referencia a este tema: ”Dicen algunos traficantes que no tenemos dólares. Yo les pregunto, ¿han visto alguna vez un dólar?”. ­

El diario La Prensa en su editorial del 14 de enero de 1949, explicaba la escasez de algunos productos y la carestía de otros por la falta de divisas.  Según esta editorial, este semejante pupilaje económico “va borrando hasta el recuerdo de los derechos individuales. Desde que la Argentina está sometida a un régimen de control de cambio, el desarrollo nacional se entorpece por falta de divisas”.

El tema captó al imaginario popular y en el Teatro Maipo se estrenó un espectáculo llamado La risa es la mejor divisa. Mejor era reírse que llorar...

El debate arreció cuando se cambió la carta orgánica del Banco Central, en 1949. Las reservas se evaporaron, la inflación subió y se cayó en la necesidad de endeudarse, bajo la muletilla del General, quien sostenía con su amplia sonrisa que con “dos cosechas pagamos la deuda”.­

Debemos muchas más que esas dos benditas cosechas (dejo el debate a los economistas si son 10, 20 o 30 las cosechas que adeudamos entre deuda externa e interna). ­

Siguiendo el otro apotegma aristotélico peronista que sostenía que la única verdad es la realidad, hoy le podríamos contestar al General que todos hemos visto un dólar, pero éste siempre se nos escapa.

¿La sonrisa seguirá siendo nuestra mejor divisa? ­