Siete días de política
Para ganarle a Cristina, Milei tendrá primero que derrotar a Macri
La dura ofensiva del exmandatario contra el Presidente demuestra que la elección del 18 es un “playoff” como en 2023 lo fueron las PASO, en las que el PRO quedó fuera de carrera.
El tironeo por el proyecto de Ficha Limpia rechazado por la Cámara de Senadores el miércoles pasado constituye el penúltimo round de una lucha de poder entre Mauricio Macri y Javier Milei que nació el 13 de agosto de 2023 cuando se realizaron las primarias abiertas presidenciales y el libertario arrasó a los precandidatos del PRO, consagrándose como la única opción frente al kirchnerismo.
Esa inesperada reconfiguración del sistema político fue ratificada por las presidenciales que dos meses más tarde llevaron a Milei a la Casa Rosada y a Macri a una especie de limbo, que es la antesala de la jubilación. Su brazo político, el PRO, es un barco camino del desguace. Esto quedó a la vista por el hecho de que de sus dos precandidatos de entonces, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, uno lo abandonó para fundar un partido nuevo y la otra se pasó con armas y bagajes a La Libertad Avanza.
A pesar de esas adversidades, Macri desafió a Milei separando las elecciones porteñas de las nacionales. Consideró terminados los intentos de competir con una sola lista contra el peronismo y especuló con la idea de que, ante el temor de una derrota previa a las nacionales, el libertario accedería a sus exigencias.
Pero se equivocó. Milei aceptó el desafío y nacionalizó la elección. Demostró que no temía perder contra el peronismo en CABA y su candidato, Manuel Adorni, afirmó que sería un buen resultado perder por poco. En otras palabras, el adversario a vencer no es el irrelevante Leandro Santoro, sino el expresidente (“Otra encuesta preocupante”).
A partir de ese momento, Macri no paró de cometer errores. Eligió una candidata que es un buen cuadro político, pero carisma electoral tendiente a cero. Siguiente error: centró la campaña en la trasparencia y la lucha contra la corrupción como si estuviera compitiendo contra el kirchnerismo. Cambió de rival, pero no de estrategia. Le fallaron los reflejos. No tiró el chip viejo.
Acertó en cambio en no recurrir a la agenda económica para la campaña porque Milei tuvo éxito donde él fracasó y lo tuvo con los mismos funcionarios que fracasaron con él: Caputo y Sturzenegger. Tampoco podía plantear disidencias sobre el programa estabilizador, ni sobre el modelo promercado y desregulador.
Pero apostar todo al proyecto de Ficha Limpia, aunque fuera con el apoyo unánime de los medios (hasta los kirchneristas) era una restricción innecesaria que terminó con la campaña de Lospennato el miércoles, cuando sorpresivamente el proyecto fue derrotado por un voto en el Senado.
A partir de ese momento Macri hizo dos cosas. Primero admitió que será derrotado el 18, dejando a Lospennato en la banquina. Segundo, volvió a acusar de falta de transparencia al Gobierno mientras la amplia mayoría de los medios denunciaba una maniobra en la que la Casa Rosada había conspirado con el caudillo misionero Carlos Rovira para que los dos senadores peronistas de su provincia votaran en contra del proyecto con el que hacía campaña el PRO.
Difundieron la versión de que el propio Milei había llamado a Rovira con ese propósito, lo que fue desmentido con éxito nulo por Guillermo Francos.
Todas estas operaciones, polémicas e imputaciones desplazaron de la discusión lo esencial: la utilidad del proyecto de Ficha Limpia para bajar los niveles surrealistas de corrupción de los gobiernos de cierto partido.
En la realidad, los efectos prácticos de una ley de ese tipo son relativos. Primero, porque hay un amplio electorado que vota sin pestañear candidatos probadamente corruptos. Segundo, porque si el objetivo era impedir que Cristina Kirchner fuera candidata en octubre, el esfuerzo parece vano porque todo apunta a que será candidata a un cargo provincial.
Por otra parte, ya existe legislación con ese fin y corresponde a la Justicia aplicar la inhabilitación para el ejercicio de cargos públicos. El problema en este caso es que a los jueces los nombran los políticos que son los mismos a los que se quiere inhabilitar.
Como se ve, el problema es circular y no se arregla con una ley. Ni siquiera se mejora. En suma, los hechos indican que la ley de Ficha Limpia era poco más que cotillón electoral de un partido sin fuerza para imponerlo en el Congreso.
La verdadera disputa no es de carácter ético y se dirimirá el próximo domingo cuando las urnas porteñas digan quién es el jefe del antipopulismo. Se trata de unas nuevas PASO como las de hace dos años pero con Macri colaborando con el peronismo.
Va de nuevo: se está definiendo quiénes competirán por la presidencia en 2027 y hay por lo menos una cosa del viejo sistema político que sobrevivió al terremoto libertario: la grieta. Habrá una nueva batalla entre el peronismo y el antiperonismo. Lo que falta definir es el nombre de los candidatos.