¿Panliberalismo o unión nacional?

Con 30 puntos electorales embolsados en las primarias, Javier Milei, la gran irrupción de esos comicios, se considera en condiciones de convertirse en presidente triunfando en la primera vuelta, dentro de 59 días. ¿Knock out en el primer round?
Los analistas de opinión pública (más allá de que la mayoría de ellos falló en sus vaticinios para las PASO, particularmente en relación con Milei) advierten actualmente que desde el domingo 13 de agosto a la actualidad el libertario no ha hecho más que incrementar sus seguidores y hoy no obtendría los 30,4 por ciento de votos de aquel comicio, sino alrededor de 37 por ciento.
Conviene recordar que para evitar una segunda ronda electoral el ganador de la primera tiene que obtener no menos de un 40 por ciento y una diferencia de diez puntos sobre el segundo. Que en octubre Milei alcance el triunfo decisivo del que alardea por anticipado no sólo depende, pues, de que él mejore en diez puntos como mínimo su propia performance de la primaria, sino también de que el más aventajado de sus adversarios fracase en acercarse a menos de diez puntos de la marca del libertario.
Como se señaló aquí una semana atrás, la más complicada en ese triángulo es Patricia Bullrich. Sus votos propios (17 por ciento) quedaron a más de 13 puntos de los que recaudó Milei y si bien la suma de Juntos por el Cambio llegó a 28,27 por ciento, todavía no está claro de que ella pueda contabilizar como propios todos los que se canalizaron en favor de Horacio Rodríguez Larreta. Peor aún, corre el riesgo de que una porción de quienes la apoyaron en la primaria porque parecía (como aseguraban las encuestas y los medios de más peso) el halcón que volaba más alto, ahora se deslicen hacia Milei, que suena como un halcón más auténtico y además el que tiene más chances de vencer. Para hacerle las cosas más difíciles, la candidata debe moderar su discurso para no perder a los votantes moderados de Larreta, Carrió y los radicales y soportar la sombra dominante de Mauricio Macri, que influye en sentido opuesto.
Macri y el panliberalismo
Macri, que estos días compite en Marruecos en un torneo de bridge, ha mantenido una nebulosa ambigüedad entre Bullrich (a quien apuntaló para derrotar a Rodríguez Larreta) y Milei, a quien ensalza permanentemente y a quien considera, según personas que lo frecuentan, el mejor expositor de las reformas liberales que él ansía realizar.
El ex presidente parece querer orientar un panliberalismo “con gallo o con gallina” (para usar una expresión acuñada casi un siglo atrás por su desestimado Hipólito Yrigoyen); pretende participar, desde el control de la ciudad de Buenos Aires encomendado a su primo Jorge, en una etapa de cancelación del peronismo en la que el eje sean las fórmulas liberal-ordenancistas que prescriben tanto Milei como los halcones del PRO, quizás el punto de reordenamiento de una nueva fuerza política o una nueva coalición, en la que no perturben los socios moderados de Juntos por el Cambio. ¿Con Milei o con Patricia como presidente? “Primero el movimiento, después los nombres”, podría parafrasear Macri a otro líder que él desdeña (aunque le inauguró un busto en otras circunstancias).
El juego a dos puntas de Macri enerva a la candidata del PRO y exaspera a los socios de Juntos por el Cambio que hacen campaña por ella con una mezcla de escepticismo e indignación hacia el ex presidente. La mayoría de ellos disiente con el amor hacia las ideas de Milei y resisten el rumbo que Macri propone para la coalición. Todos ellos consideran que las anfibologías del crack del bridge abren las tranqueras para que una manada de votos de Juntos por el Cambio crucen la alambrada y se asienten en el campo de La Libertad Avanza. Pero, ¡atención Mauricio!, el doble sentido puede también provocar una sangría en el voto porteño para la Jefatura de Gobierno y complicar la elección del primo Jorge.
Como en octubre la elección de la ciudad no será con máquina, sino con papel, la presencia de la efigie de Milei en la boleta de Ramiro Marra y los requiebros del ex presidente al jefe libertario pueden quizás reclutar voluntades para su primo, pero pueden con más chance provocar una pérdida de sufragios al candidato del PRO, que recibió el 28,60 por ciento de los sufragios (su rival interno, Martín Lousteau, obtuvo 27,19; el peronista-alfonsinista Leandro Santoro, de UxP, juntó un 22,17 y Marra llegó a casi el 13 por ciento). Es oportuno recordar que, a diferencia de la elección nacional, la porteña reclama un 50 por ciento de votos para proclamar un vencedor. Como pinta muy difícil que el radicalismo que respaldó a Lousteau vote ahora por disciplina de la coalición a Jorge Macri, es más que probable que en CABA haya balotaje. Y que el actual intendente de Vicente López deba derrotar a Santoro o a Marra en una segunda vuelta antes de festejar su traslado a alcalde porteño.
Todos esos hilos sueltos enredan a Juntos por el Cambio que no cuenta con un liderazgo operativo acatado por todas sus facciones. Eso no es un problema que soporte Milei, por cierto. Cuando él habla en los actos de su fuerza reina un respetuoso silencio de su público. Se notó en la noche de las PASO: los cantitos jubilosos cedían de inmediato cuando el líder empezaba un párrafo. Por comparación, Patricia Bullrich se volvía inaudible por momentos en el micrófono de su búnker cuando comentó la elección: los coros no cesaban y la interrumpían (incluso los que cantaban “Patricia presidenta”).
Un arma que el libertario ha empezado a emplear para facilitar la transferencia del voto macrista a su propia candidatura es la adulación e intercambio de piropos con Macri, ejercicio del cual el ex presidente, como se dijo, parece ser un socio complaciente, como si simpatizara más con Milei que con los líderes del PRO (Larreta y también la fiel Patricia Bullrich) que no ocultan el deseo de heredarlo rápido. Milei ya promete cargos públicos antes de llegar al gobierno: le ha ofrecido a Macri ser un superembajador (“por encima de la Cancillería”) cuando llegue a la Presidencia. Macri no rechazo el envite.

La contención de Milei
Para Patricia es difícil correr a Milei por derecha; el libertario es un superhalcón. Y reina en un espacio no discutido.
Quizás estos rasgos escondan también un telón de Aquiles y lo que puede haber sido una virtud para alcanzar notoriedad se vuelva debilidad en esta etapa. Lo cierto es que cuando se enfervoriza, Milei suelta frases poco sostenibles: prometió no comerciar con China “porque es comunista” y salir del Mercosur, con lo que prometió problemas con los mayores clientes de la Argentina. Eso, para no evocar otras declaraciones polémicas. “Javier es muy vocalista”, lo describió con indulgencia Diana Mondino en el elegante ámbito del Club Francés. Los oyentes entendieron que la canciller nominada por Milei quiso evitar las palabras “parlanchín” o “charlatán”.
Para colaborar con su propia contención, Milei va designando futuros colaboradores de prestigio reconocido (como la propia Mondino, por caso). En el área de Defensa, que estaría supervisada por la candidata a vicepresidenta, suena para titular de la cartera un ilustrado hombre de derecha que ha tenido experiencia en la cuestión: Vicente Massot; y le ha ofrecido el Ministerio del Interior a Guillermo Francos, un político fino y práctico, al que en otras circunstancias el libertario podría haber estigmatizado como parte de “la casta”: en Economía tiene un equipo de enjundia adadémica que se formó prácticamente en la presidencia de Carlos Menem. Milei comprende que debe dar respuestas sólidas a quienes interpretan que, más allá de sus indudables éxitos como comunicador y difusor de ideas liberales, “no tiene equipos y no puede gobernar”.
Por supuesto, los nombres no aventan las dudas, porque estas surgen de la radicalidad de las propuestas del libertario, que parecen arremeter contra instituciones respetadas y contra estructuras sólidas y funcionales: propone terminar con las negociaciones paritarias, mientras su experto en relaciones laborales sugiere como modelo inevitable “la uberización”, es decir, las relaciones laborales fortuitas en las que los trabajadores venden su fuerza de trabajo como monotributistas, no como asalariados. La fuerza expansiva de muchas de sus ideas sugiere estallidos incontenibles. Y es sobre esas inquietudes que Milei deberá rendir examen.

El otro lado del triángulo
Sergio Massa, el otro lado del triángulo de competidores, va adquiriendo mayor autonomía interna a medida que se aproximan las horas decisivas. Alberto Fernández se ha convertido en un viajero y un corresponsal y ha dejado casi formalmente la presidencia, aunque siga despachando en la Casa Rosada. La señora de Kirchner, en su afán por alejarse de cualquier mala noticia (por ejemplo, la devaluación post PASO) practica un ausentismo que, para bien o para mal, subraya el protagonismo de Massa
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El miércoles el ministro-candidato cerró exitosamente un capítulo importantísimo en Washington cuando el board del FMI anunció que se girarán al país 7.500 millones de dólares (y unos 2.000 millones más en noviembre) después de que el BID y el Banco Mundial aprobaran proyectos por otros 1.300 millones de dólares de ejecución casi inmediata.
Con esos fondos, Massa está en condiciones de pagar los compromisos inmediatos (con el propio Fondo, con Qatar, con la Corporación Andina de Fomento), podrá contar con espaldas para liquidar los dólares que requiere la importación para la producción y ha sido habilitado por el FMI para intervenir en el mercado financiero de modo de mantener el tipo de cambio y no ensanchar la brecha entre dólar oficial y dólares financieros.
El logro crea condiciones para mantener los mercados básicamente estables hasta fin de año (la acción del Estado para forjar y hacer cumplir controles de modo de que no haya aumentos injustificados de precios es otro instrumento indispensable) y también para intentar una política de compensaciones a los sectores más vulnerables. Como si fuera el Presidente, Massa ya empezó a tomar decisiones desde Washington y ordenó compensaciones de 7 millones de pesos destinadas a los negocios que sufrieron ataques y pérdidas a raíz de los episodios de vandalismo y los delitos en banda acaecidos esta semana. Massa reclamó a la Secretaría Legal y Técnica que haga un seguimiento de esos actos delictivos y prometió vigilar la acción de fiscales y jueces que no actúen debidamente con los autores de los hechos y con los organizadores.
Actuar frente a los problemas, hacer cumplir las disposiciones y mejorar las expectativas de la sociedad son objetivos que la mayoría de los ciudadanos espera de los gobiernos. Massa tiene una oportunidad de mostrar sus capacidades, allí donde sus competidores (a menos costo, es cierto, porque no se desgastan con el ejercicio) por ahora sólo pueden mostrar sus intenciones.
El peronismo ya empieza a organizarse para octubre. “En las PASO hubo muchos dormidos; en muchas provincias ni siquiera hubo fiscales -comenta un distinguido activista-; en octubre va a ser diferente. El peronismo va a llevar a Massa al balotaje. Después habrá que reunir una fuerza más amplia. Muy amplia. Hay que convocar a la unión nacional. Como decía Perón, a este país lo salvamos entre todos o no lo salva nadie”.
Estas también son intenciones por el momento.