ACUARELAS PORTEÑAS

Palabras, palabras, palabras

Entre 1963 y 1965 gocé del placer, el honor y el privilegio de ser alumno de Julio Balderrama (1924-1995), es decir el hombre más inteligente y más sabio que he conocido.

En lo que a mí respecta, puedo agregar el adjetivo “benéfico”: su sensata palabra y, sobre todo, su ejemplo de riguroso intelectual ¡de cuántos errores y estupideces expurgaron el cerebro de aquel Fernando Sorrentino veinteañero!

No de todos, por supuesto, ya que, aunque los mares tienen límites, la tontería humana rara vez los tiene, de modo que todavía conservo en mi haber un considerable caudal de desatinos.

CUATRO EJEMPLOS

En su Curso de Castellano III don Julio se refiere a la evolución incesante de las lenguas y, en el caso del léxico del español argentino, expone cuatro ejemplos:

* Palabras que van desapareciendo: “aeroplano” ha sido sustituida por “avión”.

* Palabras que se incorporan: “odontólogo”, de raíz griega, se sumó a “dentista”, de raíz latina.

* Palabras que amplían su significado: “almacén” sólo significaba “depósito”; ahora designa también cualquier comercio de comestibles.

* Palabras que restringen su significado: “tienda” significaba antes cualquier comercio minorista; con el tiempo, pasó a designar el que vende telas y prendas de vestir. (Esto se consigna hacia 1960. Ahora, por influjo de los comercios de Estados Unidos, se intenta llamar “tienda” a cualquier comercio.)

SOBRE GUSTOS...

Como todo mortal, yo tengo vocablos que me agradan y vocablos que me repelen y que, por ende, no quiero usar.

Según parece, la gente fina jamás llama “cena” a la que ingerimos por la noche, sino “comida”. Lamento no poder ingresar en ese ámbito aristocrático: seguiré, como lo he hecho siempre, disfrutando de mis contundentes cenas, que, naturalmente, incluyen comidas.

El verbo “escorchar”, que estaba vivito y coleando en tiempos de mi infancia con el sentido de “molestar” o “importunar”, parece haberse eclipsado.

Por otra parte, siento debilidad por “espamento” y “espamentoso”, (1) y hasta me atrevería a usarlos en la lengua escrita, si el contexto lo ameritase.

Lo mismo abogo en favor de “sánguche”, (2) que es la forma habitual en que se ha convertido el afectado “sándwich”. Aborrezco “piscina” en lugar de “pileta de natación”, entre otros motivos porque esta última suele carecer de tiburones, rayas, carpas, sardinas o salmones.

En lucha contra correctores de pruebas que meten su cucharita en terrenos ignotos, he optado siempre por “velorio” y “bañadera”, en lugar de “velatorio” y “bañera”, términos que me suenan mercantiles.

(Yendo más lejos, y cobijado tal vez en el pasado imperial de la Madre Patria, cierto editor español pretendió que yo convirtiera en arábigos alacranes los helénicos escorpiones de cierto cuento mío, estropicio que, por supuesto, no acepté realizar.)

TAL VEZ HAIGA ALGUNA LIGERA IGNORANCIA

Allá por la década de 1970 se prodigaba la frase “a nivel”. Entonces se oían, y se leían, “a nivel ministerial”, “a nivel psicopático”, “a nivel salamines y longanizas”, etcétera.

Ahora mismo, hay quienes observan algún aspecto de la realidad “desde tal óptica”. Bueno, no sé: he hecho la prueba y, tanto desde la vereda de una óptica o desde la de una verdulería, veo la calle exactamente igual.

Sin embargo, y en honor a la verdad, creo que es apócrifa la orden atribuida a un alto funcionario con domicilio momentáneo en la ciudad de La Plata: “¡Sientensén y escuchenmén: pienso de que haiga lo que haiga, y estea como estea, que los muchachos me lo dean!”.

Podría extenderme muchísimo más, pero prefiero terminar con un rasgo de generosidad. Confiero, a los opinólogos de la política, de la radio y/o de la televisión, la armazón conceptual en la que ellos podrán ensartar sus pensamientos. He aquí mi regalo:

“La verdad es (…), hoy por hoy (…), de alguna manera (…), ¡claramente! (…), por lo cual (…), muchas gracias”.

El pelandrún (o la pelandruna) en cuestión sólo deberá sustituir los puntos suspensivos por las primeras idioteces y/o mentiras que acudan a su caletre, y así será reputado entre los pocos sabios que en el mundo han sido.

(1) Empleado por Cortázar en su encantador “Etiqueta y prelaciones” (Historias de cronopios y de famas, 1962): “otros rebuscados y espamentosos”. También aparece en el muy eficaz tango Uno y uno (1929), de Lorenzo Traverso: “de puro espamentoso”.

 

(2) Posdata de mayo de 2025. En uno de los mediodías de abril almorcé en el Club Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque y, para mi jubilosa sorpresa, verifiqué que, entre los manjares sugeridos a la gula del cliente, se incluían, escritos con grafía irreprochable, “sánguches” de variados gustos. ¡Felicitaciones, pues, para tan agudos lexicólogos!