¿Pacto o capitulación? El error de Gualeguaychú

Cuando el PRO firmó el acuerdo de Gualeguaychú con los radicales, selló, sin darse cuenta, el fracaso de su futuro gobierno. No, porque el radicalismo adquiriera en ese frente una relevancia superlativa como algunos intelectuales al sonsonete le atribuyeron llamándolo tercer gobierno radical, con marcada ironía desestabilizadora No fueron todo, tampoco nada. Ni calvo ni con tres pelucas. Ocuparon un espacio con el suficiente poder para entorpecer la marcha de Cambiemos, en el supuesto que Cambiemos aspirara a cambiar algo, lo cual es dudoso.
La farsa política de aquellos cuatro años del gobierno de Mauricio Macri consistió en atribuirle al peronismo todos los males de los últimos ochenta años. Este disparate, ejemplo de la antipolítica, fue promovido por un sector del radicalismo, la Coalición Cívica y algunos monigotes del PRO que nutrieron a la Alianza de argumentos antiperonistas, tan viejos como el Imperio Etrusco, propios de una historia partidaria atada al pasado. Este dislate le extendió al kirchnerismo patente de autenticidad peronista pues de Perón a Cristina todo fue lo mismo. Ambos sabían que eso era incierto. Menem estaba en el medio. Pero la política lo simplifica todo y termina arruinándolo todo.

LA FALSIFICACIÓN
Perón gobernó en un tiempo cuyos colores y sonidos explican su política económica y social. Juzgarlo fuera de contexto es un error de interpretación histórica y política. La realidad actuó sobre Perón. No es este el lugar para desarrollar el escenario mundial luego de la crisis del 30. En tal caso la década del 30 y el peronismo fueron la mejor respuesta política que encontramos para abordar aquellos momentos. El peronismo en los 90 volvió sobre sus pasos, deshizo lo realizado cuarenta años antes y acomodó el país a la nueva situación postcaída del Muro de Berlín.
Fue el doctor Carlos Menem el responsable político de la revolución capitalista de los 90 en el marco de las instituciones reconstruidas. Revolución de carácter mundial. Menem al igual que Perón acomodó el país a la realidad mundial que le tocó vivir. Realidad que los educados en el ciclo anterior rechazaron categóricamente. Como si su rechazo modificara la situación. El peronismo de Menem no perdió su esencia justicialista pues ésta descansa en la condición y la capacidad de adaptarse a los tiempos presentes, con continuidades y rupturas.
La revolución capitalista liberal fue denostada por el radicalismo de Alfonsín, el Frepaso y un sector del peronismo conducido por Duhalde que castigaba al riojano con el anatema de representar en la Argentina a Thatcher y Reagan.
El peronismo comienza a separarse, uno moderno, adaptado al presente y otro nostálgico atado al pasado, y ocurrió lo que suele pasar con las rectas que conforman un ángulo, a medida que se alejan del punto de convergencia se separan definitivamente. No entender esto es caer en la incomprensión de la historia política. Cuando las cosas se aprenden de memoria la realidad no cuenta. Repetir y replicar no es entender.
El peronismo del siglo XXI desconoció a Menem y repudio de él. Se denominó kirchnerismo y en vez de acomodarse al presente como hizo el Coronel en su momento, repitió a Perón. ¡Somos peronistas porque hacemos lo mismo que realizó Perón!, aseguraban. Y en ese momento el pasado fue su norte. Fueron retro. En esta farsa y falsificación entró Cambiemos.
El antiperonismo cambiemita fue la contracara del peronismo kirchnerista. Todo falso. Kirchneristas y cambiemitas se pusieron de acuerdo en falsificar la historia. Fue un negocio de fulleros. Un detalle más y no menor, repetir y replicar las políticas del 46 en el siglo XXI era caer en el progresismo izquierdizante. No lo explicaremos en este artículo.
Fue por aquellos años de desierto cultural que apareció Milei.

LA BATALLA CULTURAL
Macri como Presidente no tuvo el coraje de valorar los noventa, apoyarse en ellos y hacer política, esta agachada no impidió que fuera observado como algo parecido. Su antiperonismo lo cegó y le impidió entender el rol que jugaba, estrechez a la que hay que adicionar la cobardía cultural de enfrentarse al progresismo. Estas falencias lo dejaron desnudo. Desarmado. Al parecer no le importaba batallar en el campo de las ideas. No fue su fuerte. ¡Tan solo fue un shusheta!
Sus representantes culturosos, a quienes no nombraré pues es necesario olvidarlos eran de una liviandad y una ligereza inescrutable. Un gobierno de esnobs. Ese vacío cultural lo empujó al fracaso. Hablaba de las mafias, los atajos, el peronismo y la dirigencia sindical. Sin entender que con todo eso Menem realizó la más importante revolución de los últimos sesenta años. ¡Vamos a cambiar al País para siempre! declamaba, Macri, sin entender que nada es para siempre. Lo abatió la arrogancia. En fin…ya no vale la pena.
Milei debe evitar caer en ese iluminismo jactancioso. El país se construye con todos. Ya que Milei es alberdiano recordemos, entonces, las palabras de Alberdi cuando discutió con Sarmiento acerca de con quién se debía organizar el país y sancionar la Constitución de 1853. El sanjuanino enfervorizado afirmaba que había que voltear a todos los gobernadores que habían callado durante los diecisiete años del gobierno de Rosas y empezar de nuevo. Alberdi no opinaba de ese modo y escribía: “Con caudillos, con unitarios, con federales, y con cuanto contiene y forma la desgraciada República, se debe proceder a su organización, sin excluir ni aún a los malos, porque también forman parte de la familia.”
En esta línea alberdiana de pensamiento político Milei deberá incorporar, como lo está haciendo, antiguos miembros de la casta, para horror del periodismo ramplón, lo importante es que los jefes de la casta han perdido y se van, quedan los soldados que se sumarán a la novedosa situación o perdurarán añorando tiempos pasados. Se verá.
De todos modos el progresismo es una construcción política que no va a desaparecer pues tiene historia y raíces en nuestro pasado. Será oposición que, si se mantiene en el cauce institucional, deberá ser respetada, pero si saca los pies del plato, la ley y las fuerzas del orden deberán actuar. Si entienden que quien gana gobierna y quien pierde obedece no habrá problemas. Es difícil predecir que pasará. Obedecer no significa renunciar a las ideas y menos acallarlas. En el combate de ideas se construye el derrotero de una Nación.

¿PACTO O CAPITULACIÓN?
Buena pregunta e inquietante la respuesta. Veamos, he interrogado a amigos y familiares que votaron a Patricia, en primera vuelta, ¿si precisaron del acuerdo de Acassuso para votar a Milei en el balotaje? Esto es, ¿necesitaron que Macri los invitara a votar a Milei para hacerlo? En todos los casos fue negativo. Ciertamente es una muestra pequeña, pero desde el momento que Patricia le ganó la interna a Rodríguez Larreta el clima cultural de Cambiemos se corrió a la derecha en ambas concepciones, liberal y conservadora. Macri estaba en ese espacio.
Sabemos que la palabra derecha molesta, entonces digamos bien alejados del kirchnerismo. De modo que el corrimiento del electorado obligó a Macri a acercarse a Milei sino quería quedar colgado del pincel y sin escalera. ¿Quién necesitaba más al otro? Afirmar que Milei, porque fue a la casa de Macri, detalle menor en una personalidad como la del libertario, es una simpleza.
La hipótesis central del presente artículo es que hablar del Pacto de Acassuso esconde la pijería de bajarle el precio a Milei.
En verdad Macri, sin moverse de su casa, fue quien se sentó ante el ganador, para evitar la sangría que días después comenzó con Patricia, con Petri y continuará con los gobernadores si a Milei le va bien. Razón por la cual Milei no debería ni siquiera meterse en el conflicto de Boca Juniors. A los intereses políticos del libertario el triunfo de Riquelme es saludable.
Esta realidad es la que empodera aún más a Milei, quien juega con una habilidad poco conocida hasta el momento, incorporando peronistas, radicales, kirchneristas y también amigos de Macri sin la venia de este último.
De todos modos no hay que confundir cooptación con unidad nacional, la chantada que pretendió vender Massa como paradigma de la política. La unidad nacional es un principio antidemocrático si esto significa acallar voces diferentes y unificar el pensamiento político.
La unidad nacional no está en juego como sí puede estarlo en España con el separatismo catalán. La unidad nacional es el respeto a las diferencias en el marco de las instituciones. En lo que sí hay que detenerse para afirmar la institucionalidad y la vida democrática es en la naturaleza del voto y su significado en el marco constitucional.

REPRESENTANTES DEL PUEBLO
La Constitución es clara respecto de quien gobierna: lo hace el pueblo a través de sus representantes. ¿Quienes son los representantes del pueblo argentino?: los Diputados. El artículo 44 de la Constitución es claro: “Un Congreso compuesto de dos Cámaras, una de diputados de la nación y otra de senadores de las provincias”. Artículo 45: “Se vota por distritos electorales de un solo Estado”. Esto quiere decir que si los Diputados son la voz del pueblo de la Nación es en esta Cámara donde se debe considerar con mayor vehemencia la voluntad general y esta voluntad indicó una mayoría de 56% de votos a favor de Milei. Los Diputados deben entender entonces por donde pasa la corriente mayoritaria del pueblo.
Lamentablemente los Diputados no son elegidos en el balotaje, porque de ser así el ganador tendría Diputados que expresaran más fielmente la voluntad popular. Senadores es distinto, responden a la Provincia.

CONCLUSIÓN
Hay que retener en la memoria y en el análisis las opiniones del libertario sobre Menem y su conversación con Alberto cuando le manifestó que el no era antiperonista como Macri, que es un poco gorila.
¿Podrá Milei construir un nuevo espacio que contenga al peronismo liberal, a conservadores, a liberales a secas, a radicales remozados y a gente asqueada del progresismo? Es muy difícil, el país se encuentra en una grave situación económica.
Milei no solo necesita acuerdos políticos que le permitan gobernar sino también una línea histórica que lo enraíce al pasado. Alberdi es una buena base donde apoyarse, ahora, si cree que desde la Generación del 80 hasta la actualidad nada bueno ocurrió en la Argentina, estamos perdidos.
Si llegáramos a esta última situación el peronismo deberá mutar y asumir las banderas del libertario, (banderas que abandonó cuando Menem se bajó del balotaje del 2003) junto a radicales remozados y ejercer su influencia sobre el movimiento obrero y las organizaciones sociales para que no continúen con la pavada de que se viene la derecha.