Pacientes, médicos, prepagas y la Reina Roja

En “Alicia a través del espejo” de Lewis Carroll, la Reina Roja corre lo más rápido que puede para permanecer siempre en el mismo sitio. Si bien se usa como una metáfora en el campo de la biología evolutiva, puede aplicarse a nuestro complejo sistema de medicina autóctona.

El tema de las prepagas, su presunta cartelización y la repercusión en los bolsillos de la clase media que es quien las usa, puede atenderse desde varias perspectivas.
Las prepagas o gerenciadoras de salud han aumentado sus valores por sobre la inflación en estos últimos cuatro meses. Es verdad que había un retraso en los valores debido al freno de los aumentos establecido por el gobierno anterior, pero estas subas en el valor de las cuotas impactaron negativamente en el humor de los usuarios porque no vieron una mejoría en las prestaciones. Continuaron  los atrasos en los turnos y una burocracia kafkiana hecha para desalentar cualquier trámite (¿es ético que un auditor cuestione los pedidos de un prestador que se hará responsable con su patrimonio de la litigiosidad que surja de una praxis médica?).
Justamente esta falta de calidad prestacional es reflejo de las dificultades económicas que atraviesan los prestadores (médicos, clínicas, sanatorios, enfermeras, psicólogos y todo el personal de salud). Del 115% que han aumentado las prepagas en los últimos 4 meses, menos del 90% llegó a los prestadores (va del 87 al 70 % dependiendo del lugar y el gerenciador –siempre CABA es la más afectada–). Con un agravante: en estos meses no se trasmitió a los prestadores el 100% de ese aumento, sino valores que van desde el 90 al 80% (este fenómeno se observa desde antes de la pandemia). Además de que el aumento es menor, este se paga en forma diferida. Del 40% de enero, solo acordaron el 36% y esta cifra fue recién abonada en marzo-abril, lo que significa que se percibió solo el 20% real (lo que nos ubica por debajo de la inflación real de enero). Así que los meses en discusión los prestadores solo percibimos dos meses: enero y febrero (y ambos ¡parcialmente!).
El gobierno insiste en que las prepagas deban devolver lo que sus afiliados pagaron por arriba de la inflación.
Nuestra triste experiencia como prestadores es que esas multas a la larga las terminan pagando los prestadores, en disminución de sus honorarios como los “socios tontos” del sistema: compartimos las pérdidas, pero no las ganancias (que son eminentemente financieras, gracias al atraso en los pagos de los médicos y demás trabajadores de salud).
A todo lo dicho ut supra hay un detalle no menor. En este periodo las clínicas y consultorios con personal en relación de dependencia han pagado un 42% de aumento por las paritaria de salud (30 %y 12%), más un aumento del 300% en los servicios de luz y otro tanto en ABL.
¿Realmente piensan que con este apriete financiero pueden los centros de atención dar una mejor prestación? Pues lo que no ha decaído es la voluntad de los prestadores que continúan por esa “fe que los empecina”, como dice el tango. Pero, ¿por cuánto tiempo? Estamos alarmados por el número de  clínicas que han entrado en convocatoria o están valorando esta situación con la implicancia social de cientos de empleados arrojados a la calle. Cuando se valora al sistema sanitario, se debe tomar en cuenta el personal administrativo y técnico que están comprometidos con la salud de los argentinos. También los consultorios se dan de baja porque 4500 pesos pagados a tres meses son a todas luces cifras perdidosas. Entonces usted señor, usted señora, tenía un médico de confianza al que ahora le conviene no atender ...¿Para eso formamos médicos con el costo que eso implica? 
Y por último (last but not the least), la gran pregunta: ¿cómo va a mejorar la atención de los pacientes? Tendrán un alivio económico, pero no necesariamente una mejor calidad asistencial. Los gerenciadores tienen una adversión a la pérdida, porque se les encienden las alarmas rojas, recortan los servicios y atrasan los pagos.
¿Restringirán la publicidad y el sponsoreo de deportes? Fíjese que los estadios de fútbol se llenan de avisos de coberturas. ¿Esto es bueno? ¿Es ético? Habrá opiniones al respecto.
Esperamos que este tirón de orejas sirva para que mediten sobre la administración de los recursos sin afectar a los efectores de la salud que han convertido, mal que les pese, en los financiadores del sistema (invierten en equipamiento y por sus servicios deben esperar entre 60/120 días ) 
También deberán las prepagas valorar que algunas construcciones fastuosas lindantes con lo faraónicas no necesariamente mejoran proporcionalmente la calidad de atención (ninguna clínica argentina figura entre las diez mejores de América latina). Por más que se interne en un palacio, si las prestaciones son mediocres, es poco probable que se cure la gente.
Una última apreciación: ¿por qué debatimos tanto sobre un sistema de salud que cubre en el mejor de los casos a 600.000 de afiliados y no se debate sobre las obras sociales que cubre las necesidades de 12 millones? Este tema merece un debate más profundo.
Antes de entrar en un enfrentamiento, varias cámaras de salud están dispuestas a sentarse en una mesa de dialogo de donde surjan los consensos para mejorar el sistema en un marco de inteligencia de las partes (análisis de costo, nuevo PMO, financiación del sistema, impuestos, etc.) sin imposición de la parte dominante como establece el mismo Adam Smith en su teoría de la oferta y la demanda, cuando una de las partes en disputa abusa de su posición ventajosa.
Estamos ante una situación inédita en el país donde la Reina Roja corre y corre sin moverse de su lugar. Solo con el sano equilibrio de poderes (necesitamos entes reguladores porque no somos ángeles), la Reina Roja podrá avanzar.