El fracaso electoral de La Libertad Avanza en Corrientes fue recibido con regocijo por la prensa opositora que extrajo del episodio tres conclusiones.
Primero, que el resultado prefigura una derrota en la provincia de Buenos Aires el domingo. Segundo, que se trató de un revés que se proyectará a las nacionales de octubre y, tercero, que se debió en buena medida al descrédito causado por las denuncias de corrupción de los últimos días.
Esa fruición presenta, sin embargo, algunas inconsistencias. La más obvia, que la lucha electoral en Corrientes es distinta de la bonaerense, donde los protagonistas son LLA y el kirchnerismo.
A Milei lo favorece competir con los kirchneristas, porque son los representantes por excelencia de la mentalidad populista y del desastre económico de los últimos veinte años. En cambio, le cuesta más enfrentar a los radicales que, vistos desde lejos, parecen liberales, aunque de cerca se comprueba que pertenecen a la misma familia que los peronistas.
Por eso, al Presidente no le fue bien, por ejemplo, en Santa Fe donde gobierna la UCR, lo que permitía anticipar que el resultado en Corrientes no sería mejor. Ahí el radicalismo oficial de los hermanos Valdés sacó más de la mitad de los votos y si se le suman los del radical Ricardo Colombi que fue por afuera, llega casi al 70%. Un porcentaje similar al de Formosa, otro escenario adverso a los libertarios.
A lo que hay que añadir que en Corrientes, el kirchnerismo prácticamente no existe: obtuvo el 20% de los votos. Conclusión: Milei enfrentó al enemigo menos adecuado en la cancha más difícil: un feudo personal.
Otro caso similar es el de Santiago del Estero, donde el hombre fuerte de la provincia saca mayorías soviéticas y es binorma: de origen radical, fue socio de confianza de Cristina Kirchner hasta el punto de que su mujer ocupó la presidencia provisional del Senado que está en la línea de la sucesión presidencial.
Capítulo aparte merece la decisión de Karina Milei de rechazar un acuerdo con los Valdés y apostar por un candidato propio. Sobre esa cuestión hay por lo menos dos versiones. El Valdés electo dijo que LLA tenía muchas “pretensiones” y que por eso no hubo acuerdo. Guillermo Francos dio otra explicación: al Gobierno no le gustaba que saliera un Valdés (Gustavo) y entrara otro (Juan Pablo).
Cualquiera que haya sido el motivo de la discordia, Javier Milei se encuentra ante el dilema de enfrentar a la “casta” o aliarse selectivamente con ella para evitar derrotas innecesarias. En Chaco, por ejemplo, se alió con el gobernador radical para enfrentar un rival de cuidado, el kirchnerista Jorge Capitanich.
En síntesis, la piedra con la que tropezó el Gobierno el domingo pasado es la misma que le causó una serie de estragos en el Congreso en los últimos meses. Sus enemigos son los caudillos provinciales, los radicales, los disidentes del PRO, los libertarios que se pasaron a la oposición. El principal problema de Milei no es el kirchnerismo. Por lo contrario, hoy CFK y Kicillof son su principal esperanza.