TEATRO: `Ella en mi cabeza'

Otra brillante puesta de Daulte

`Ella en mi cabeza'. De Oscar Martínez. Dirección: Javier Daulte. 

Diseño de escenografía: Julieta Kompel. Diseño de vestuario: Ana Markarian. Diseño de sonido: Pablo Aball. Iluminación: Matías Sendón. Actores: Joaquín Furriel, Juan Leyrado, Florencia Raggi. En el teatro Metropolitan.

Un viernes a la noche y la sala está repleta. No es un estreno ni una comedia pasatista con actores de moda. `Ella en mi cabeza' debutó hace diecisiete años. Llamó la atención entonces el hecho de que un actor consagrado, Oscar Martínez, también se revelara como escritor. Y un producto teatral como `Ella en mi cabeza', que abordaba el tema de las relaciones de pareja, se convirtió en un éxito que reunió profundidad de contenido, solidez dramática y un ritmo vertiginoso.

Ahora vuelve con un elenco en el que Joaquín Furriel debuta como Adrián, Florencia Raggi se convierte en Laura y Juan Leyrado es nuevamente el terapeuta Klimovsky, luego de haber integrado el elenco original con Julio Chávez y Soledad Villamil.

Desde la primera escena con el subrayado sonoro, que como un rayo se instala en la plataforma central donde duermen los protagonistas, la puesta afirma los indicios de vertiginosidad y verborragia que caracterizarán la puesta.

El tema universal de las relaciones de pareja se instala con el protagonista, Adrián, que ama y rechaza a Laura, su compañera, pero no puede vivir sin ella porque se le enquistó en su pensamiento. La neurosis que el terapeuta Klimovsky trata de aliviar para que el fin de una relación tenga un corte o reavive su fuego, llega fundamentalmente al espectador por esa suerte de fluir de la conciencia que la psiquis desbordada de Adrián desata en escena.

RELACIONES

Todas las bondades y caprichos de la convivencia, las obsesiones y angustias de los celos, las contradicciones de una relación prolongada, van fijando el resultado de la incomunicación en un individuo que vive la realidad y la imagina, mientras estruja la convivencia en un análisis caótico que el pobre terapeuta hace lo imposible por alivianar. Monólogos y diálogos saltan en un campo de juego que Klimovsky intenta armonizar como si la imaginación desatada pudiera frenar su loca carrera.

Una acertada ambientación escenográfica enmarca la puesta de Javier Daulte, que prioriza el movimiento, la acción y los constantes entrecruzamiento del protagonista con las tres plataformas giratorias que ofician ya de estudio del psicólogo, de espacio multifuncional que puede ser vestidor o cuarto de maquillaje, y el central que enfatiza la cama como punto de conflicto en el que confluye la pareja de la historia.

En un escenario donde el buen gusto, la reflexión y el buen humor se dan la mano sobresale la notable interpretación de Furriel, que da a su personaje el nivel de locura adecuado, sin desbordar nunca una criatura que está al borde del abismo. Furriel, toda fuerza y juventud, se mete al público en el bolsillo. A su lado, un reflexivo Juan Leyrado y la elegancia de Florencia Raggi, imagen permanente de la locura de un hombre común.

Calificación: Excelente